© Pedro Jaén
(@profesorjaen)
Hace tiempo lo leí en un tuit genial: “¿Piensas como yo, o también eres un fascista?”Eso es grave, sin duda. Pero desde mi humilde punto de vista es peor aún el hecho de que la propia Ley, fruto de una votación parlamentaria y expresión de un Estado de derecho, se ponga en entredicho por el mero hecho de que se condenen ciertos actos deleznables como el golpe de Estado o la incitación al odio que no se quieren asumir.
El victimismo al que recurren los acusados, en esa ficción paralela a la realidad, los disfraza ante ciertos medios cómplices de una supuesta inocencia -de la que siguen cobrando, por cierto- y con la que se crecen, hasta el punto de que la propia España aparece en su narración como un Estado opresor y totalitario. ¿De verdad se creen inocentes por poner el icono del lacito en sus cuentas en redes sociales? ¿Ser “víctimas” les autoriza moralmente a llenar de pintura amarilla la vivienda del juez Llarena?
No podemos decir que corran buenos tiempos para la libertad de expresión y el respeto; no.Por pensar y expresarse contrario a lo que la progredumbre impone, está uno expuesto y sujeto en las redes sociales al insulto de cuentas anónimas y cobardes que llegan a amenazar en lo personal con penas de telediario, tan falsas como infames. ¿Que tienes un restaurante? Decimos que la comida tenía gusanos o no pasaba la inspección sanitaria. ¿Que eres sacerdote, profesor o monitor deportivo? Te acusamos de pederastia o abusos. ¿Periodista? Afirmamos que eres amigo o cuñado de un político para el que publicas como mercenario. Y así, mientras demuestras que eres inocente, vas pagando con tu vida laboral y personal el alto precio de haber llevado la contraria a la masa que impone el pensamiento único. No hay escrúpulos.
Esto que narro bien lo saben enormes periodistas como Hermann Tertsch o Isabel San Sebastián, que no han tenido miedo a decir lo que pensaban, y lo han pagado bien caro con el veto en numerosos medios. Desde aquí mi admiración y respetos a estos verdaderos adalides de la libertad.
Pero mi pregunta es: ¿hasta cuándo esta persecución de los que piensan de otra forma? ¿Se van a seguir despreciando la argumentación y debate cívico como medios de confrontación de ideas? La semana pasada, en un acto de VOX en Sevilla, Santiago Abascal afirmaba que hoy día no existía el periodismo, sino la propaganda de guerra. Y lo cierto es que no parece equivocarse... por desgracia.
La libertad nos la tenemos que ganar cada día. Si nos callamos, nos la terminarán quitando.