Santiago Aguilar se empeña en remarcar que todo cuanto hace, lo hace acompañando a otro o empujado o liado, o lo que sea. Pero aunque no le guste reconocerlo tiene una voz propia, y una bien interesante. Voz de cinéfilo con entendederas, de estudioso y reivindicador, y de conservador dentro de sus posibilidades, del cine español menos adocenado y más ninguneado. De guionista, de escritor minucioso de libros llenos de vericuetos, de cineasta de voluntad popular y honestidad a prueba de balas. Mucho más que una parte de la cabeza bifronte y el cuerpo multiplicado de esa insólita comunidad creativa que fue, que es, La Cuadrilla.
Muchas gracias por venir de visita. ¿Estás preparado?
Al toro.
Vamos a empezar por lo último, que es De Reparto, retrato de un actor (aquí la página de la película). En el mismo documental explicas que nació de la idea de un libro sobre estos intérpretes desvanecidos, pero se termina por convertir en un tributo insólito personalizado en Carlos Lucas y su peripecia vital.
Eso es. A ratos me enredo con estas cosas de documentar lo indocumentable y tengo desde hace años el proyecto de contar cómo ha funcionado el cine español desde los estratos más bajos de la interpretación. “Los proletarios de la interpretación” se titulará. Salarios, reparto de papeles, supervivencia en la periferia del arte… Estos son los temas. La elección de Carlos Lucas como sujeto de estudio y la implicación de Pepón Montero en el proyecto lo desbarataron todo. Terminamos haciendo un documental.
Sé que ya lo has contado un puñado de veces pero, ¿cómo conociste a Carlos Lucas por primera vez?
Como doscientas veces, sí. En plan telegráfico: elección del reparto de Justino, un asesino de la tercera edad. Verano de 1994. Barrio de Malasaña o de Maravillas, según la edad de cada cual. Encuentro en un bar donde le cogían los recados. Flechazo y sablazo… El primero por nuestra parte, el segundo por la suya.
Me gusta mucho como Pepón Montero y tú os quitáis la palabra y os contradecís. Él buscando la peripecia interior, el perfil humano, el drama, y tú el detalle, el hilo del relato, la reconstrucción del pasado.
Ni yo estoy tan atormentado por el dato ni Pepón es tan descerebrado. Como estábamos todo el rato presentes en las entrevistas, al finalizar el montaje decidimos que nos arriesgábamos comanditariamente a meternos a locutores. No quedaba otra elección siendo una película tan personal… por paradójico que suene hablando de bicefalias. Yo me hice cargo de las vicisitudes del rodaje y Pepón contraargumenta desde el presente, desde el montaje. A partir de esta elección creamos una pareja cómica tradicional: un clown y un augusto.
Al final creo que el propio documental, tal y como quedó formalmente, es decir forzosamente incompleto, medio improvisado, sinuoso, algo destartalado, bailando al ritmo de esa memoria inaprensible, traduce perfectamente la figura de Carlos Lucas en imágenes.No sé si la traduce a la perfección. Lo cierto es que mientras rodábamos teníamos la intención de encontrarle un sentido a la biografía de Carlos y una vez fallecido él y pasados cuatro años, que fue cuando nos pusimos a montarlo, nos dimos cuenta de que nuestra pretensión inicial era un reduccionismo un poco absurdo.
Tiene momento de gran ternura, como esa contemplación del fotograma de El tigre de Chamberí o la visita a Zaragoza, a ver a sus antiguos compañeros cómicos. Y luego otros en los que se roza esa tragicomedia tan española (las hazañas de primo aventurero, por ejemplo). Es muy coherente con la obra anterior de La Cuadrilla, pero evidencia una intimidad personal mucho mayor.
El tono, viene muy marcado por el pasado zarzuelero de Carlos y su familia. La música tenía una gran importancia en su vida. Al igual que los cientos de papeles que había interpretado en los escenarios, mucho más que cualquier cosa que hubiera hecho en cine. Optamos por incluir las tres canciones que Carlos había compuesto a lo largo de su vida y contamos con la inestimable colaboración de la Orquestina del Valle, cuyas referencias van de la arqueología del cuplé a Nino Rota. El tono melancólico de algunas escenas surge de ahí.
En el momento en que Carlos se mira en el espejo de El tigre de Chamberí, en cambio, nos pareció que funcionaba perfectamente el silencio.
El hijo de Feliciano Muela -el Pavarotti del taxi- cantando el “Soy de Aragón” mientras atraviesa el Ebro y vemos al fondo el Pilar es un momento de auténtico surrealismo. Cristina, la montadora, pasó mucho tiempo elaborando esta propuesta.
También surgió la epifanía cuando Carlos nos contó que había escrito un guión para Sara Montiel. Aquí fue Víctor Coyote quien resolvió el problema de adentrarnos en el imaginario de Carlos mediante la historieta.
Y, por último, mi compadre Luis Guridi, socio en La Cuadrilla, ha intervenido decisivamente en la elaboración del documental, financiando la postproducción, dejándonos su cámara, viniéndose a Zaragoza y a Salamanca cuando hizo falta y empeñándose en que todo fuera un poco más accesible para el espectador, algo en lo que no llegué a hacerle caso del todo.
"Complicado en homicidio" según Victor Coyote
Dices que si no hubiera sido por la muerte de Carlos Lucas todavía seguirías con el ¿por qué, en realidad, no sabías a donde querías llegar exactamente o por qué fuiste consciente de que no había a donde llegar y el viaje era, ya de por si, un logro?
¡Hombre, he terminado metiéndome a productor… algo que nunca he querido ser!
Hicimos un montaje para Carlos, para que lo viera antes de morir. Pusimos allí todo lo que él quería ver: su familia, su memoria prodigiosa, sus canciones… Pero siempre pensé que nada de esto le hacía justicia ni como intérprete ni como persona. Estaban las que él entendía que eran las “luces” y ninguna de las sombras.
¿Ha desaparecido esta estirpe de intérpretes?, ¿ya no pasan ni frío, ni sueño, ni hambre?
Creo que la escuela del hambre y del camino ha desaparecido… para bien.
Santiago Aguilar, Pepón Montero y Arri escoltando a Carlos Lucas
¿Son esto característicos la herencia mayor del cine español?
¿Qué voy a decir yo? Que sí, claro. Porque el galán podrá ser más o menos envarado y la primera actriz más o menos sosa, pero un Antonio Riquelme, un Félix Férnandez, unas hermanas Caba Alba dejan una impronta indeleble en cada una de las escenas en las que salen. Rafael Gil, Ladislao Vajda o Edgar Neville lo sabían mejor que nadie y eran capaces de aceptar un compromiso en la cabecera del reparto con tal de contar luego con diez seres de carne y hueso para los papeles secundarios.
Me mojo: Álex Angulo, Elvira Mínguez, Enrique Villén, Javivi, Manquiña… Todos ellos mantienen viva esta tradición.
Por cierto, ¿qué tal se está distribuyendo?
Heroicamente. No esperábamos otra cosa. Hemos estado una semana en Valladolid y dos en un minicine de Madrid con récord de taquilla los días que la Comunidad subvenciona las entradas para el público de la tercera edad. No ha despertado demasiado interés en Festivales, aunque ha recibido los premios al mejor documental y ¡a la mejor interpretación! en un festival celebrado recientemente en Bruselas. También formó parte de la selección del London Spanish Film Festival a principios de otoño. Por lo demás, el mano a mano, funciona perfecta
mente: si alguien quiere un DVD no tiene más que pedírmelo.Desde luego es un trabajo diferente al que merece mucho la pena acercarse. Al final deja una tristeza difícil de describir, que supongo será muy profunda en ti. Ese fotograma congelado de cierre resulta muy simbólico: se sabe que está, pero no se sabe quién es.
En esa película Carlos era un figurante. Lo localicé no sé ni cómo. Subía la escalera del metro en un segundo y medio. Al fin y al cabo eso es lo que va a quedar de su trabajo.
Hagamos flashbacks, como Rafael Alonso en Amanece que no es poco, y busquemos aquel embrión de La Cuadrilla, ¿cómo era y de dónde salió aquella guerrilla cortometrajista dadá a principios de los 80?
Éramos un grupo de compañeros de la rama de Imagen de la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid. Llegamos allí en un cambio de los planes de estudios, en un año en el que nadie se incorporaba a la Universidad desde el Instituto. Nosotros veníamos todos de realizar otros estudios o de estar ya metidos en el mundo profesional. Ergo… Mucho bar, mucho cine y poca clase. Como rodar en plan profesional resultaba prohibitivo nos dedicamos al súper-8.
He estado viendo unos cuantos (están colgados en la web de La Cuadrilla o directamente aquí) incluido ese curso de inglés para espías rusos en el cual apareces hecho un figurín, y parecen todo un anticipo de La hora chanante.
Son películas de 3 minutos sobre cualquier asunto que se nos ocurriera. Éramos una docena de descerebrados y nadie asumía ninguna función concreta. Seguramente esto y algunas referencias comunes, con una distancia de quince o veinte años, son lo que de “chanante” pueda haber en estos cortos.
¿Qué recuerdo tienes de aquella época y de aquel Madrid?
Soy poco amigo de la nostalgia. O los efectos del alcohol han dañado irreparablemente esa parte de mi cerebro.
Solapándose con estas aventuras en super 8 también os lanzáis al cortometrajsmo en 35 mm. con un núcleo duro formado por Luis Guridi, Raúl Barbé y tú mismo que expande sus operaciones entre 1984 con Cupido se enamora y 1990 con La hija de Fu-manchú’72 ¿os lo tomabais más en serio o perduraba la idea del colectivo gamberro?
También están en el núcleo inicial Miguel Vidal, que fue nuestro primer productor, con el dinero ganado en sus horas extras como ATS. Y Flavio Labiano, que produjo e hizo la fotografía de algunos de estos cortos y de los largos. Miguel Ángel Trujillo o Cristina Otero venían del campo profesional y se tomaban con más seriedad todo aquello.
Hay que recordar que toda esta etapa fue editada en DVD como la cuadrilla antes de la cuadrilla
Fue una propuesta de Suevia y, lo que sí logramos fue hacer nuevos másteres de los seis cortos en 35 mm. Los súper-8, buena parte de los cuales se encuentran actualmente en paradero desconocido, los rescatamos de un Betamax. Apenas se entreven, pero son nuestro álbum de recuerdos.
Luis Guridi y Kiti Manver en "Cupido se enamora" (1984)
Ya contáis con actores profesionales, Kiti Manver, Maru Valdivieso o Iñaki Miramón …y un mito sobre el que prefiero mantener el misterio, pero además recuperaís a grandes secundarios, José María Caffarell y Luis Barbero, y formáis lustra porpia escudería de característicos, que será recurrente, gente como Paco Maestre o el entrañable Fausto Talón, al que siempre llamáis “Fausto”. ¿Cómo se os daba esta mezcla?
Venía dictada por la necesidad. Luis siempre ha sido bastante histrión y a Raúl y a mí no nos importaba hacer el ridículo, así que si había algún papel que pudiéramos cubrir nosostros mismos, no nos cortábamos. Cuando hicimos Cupido se enamora necesitábamos a una actriz. Conocíamos a Trujillo, que se iba a hacer cargo de la iluminación y éste conocía a su vez de la Escuela Oficial de Cine a Manolo Coronado, que hizo el papel de Jefe del Departamento de Asuntos Amatorios y nos presentó a Kiti. Según nuestro planteamiento de producción nadie cobraba y eso se mantuvo inalterable durante tod nuestra carrera cortometrajística.
Por ahí aparece otra figura a reivindicar que tú aprecias mucho, y que no es otro que Popotxo, mano derecha del mejor Gurruchaga, el de aquella Orquesta Mondragón de los 80 o el del fenomenal Viaje con nosotros en TVE.
Popotxo era un payaso brutal en los espectáculos de la primera Mondragón. Siempre admiramos su capacidad para la comedia física. Le llamamos para que hiciera de entrenador en Pez y desde entonces, siempre que él ha querido, hemos contado con él. Es un comediante meticuloso y un estudioso del arte de Keaton. Así que, para nosotros, no hay otro en lo suyo.
Naschy caracterizado para "La hija de Fu-Manchú '72" (1990)
Ahora el mito: Paul Naschy.
Trabajasteis dos veces con él, en Shh…, en el 86 y en la arriba mencionada La hija de Fu-Manchú’72, donde él es, claro, el ignominioso peligro amarillo. ¿Cómo se produjo el encuentro y cómo fue aquello? Ya sabes que de Naschy se oye de todo y siempre contradictorio.
Tres veces. Llamamos a Paul Naschy por primera vez para que hiciera de doctor en Pez, la historia de un saltador de trampolín que se transforma en pez. Lo único que nos pidió era respeto por el monstruo y no pudimos hacerle caso. Lo de Shh… fue una colaboración, como el resto de los actores que se quitan la capucha al final del corto. En cambio Fu-Manchú fue concebida porque él tenía ilusión de hacer del malvado siete veces doctor.
¿Qué opinas de su cine? A mi sus películas, por si mismas, me parecen, por lo general horribles (hay excepciones, por supuesto), pero su empeño, su pasión y su contribución a un cine y a una industria raquítica me resultan, en cambio, invaluables.
No habíamos visto más allá de tres o cuatro películas suyas cuando le llamamos. Hay que tener en cuenta que entonces casi no había vídeo doméstico y que sólo funcionaban la televisión, dedicada a películas más nobles, y las salas de programa doble. Luego vimos bastantes. De Operación Mantis a La noche de Walpurgis, de El huerto del francés a Los cántabros, hay abismos que él no parecía percibir. O no quería. Su travesía del desierto fue seguir empeñado en practicar un género que amaba por encima de todo con modos de filón.
Permaneced atentos a la evolución del Dossier sobre Paul Naschy en La abadía de Berzano porque allí, tarde o temprano, aparecerá un texto de antología firmado el aquí presente, Santiago Aguilar a cerca de todas las peripecias que corrieron junto a Naschy en la realización de esos cortos.
Lo firmamos La Cuadrilla, al alimón.
Volvamos a los cortos: por lo que parece cada uno de este periodo repasa una escuela cómica y en todos el nombre del colectivo es mutante y ad hoc. Por cierto, ¿por qué se quedó La Cuadrilla finalmente?Cupido quería ser un homenaje a El profesor chiflado y a las comedias fantásticas. Un gobernador huracanado era un cartoon de Speedy González, Pez ironizaba sobre el fantástico canónico, el germen de Shh… era una escena de Los cigarros del faraón, de Tintín, lo pasamos como nunca mezclando tartazos y punk en Tarta-Tarta-Hey y por motivos contractuales no pudimos pegarle un tijeretazo al mini-serial sicodélico que quería ser La hija de Fu-Manchú ’72. Todavía nos duele.
Y, sí, cambiábamos de nombre en cada ocasión. Esto venía de nuestra etapa superochista y no dejaba de ser una cafrada punk. La Cuadrilla a secas surgió por el tema taurino de Justino. Habíamos pensado bautizarnos La Plantilla para Matías y La Camarilla para Atilano, pero Andrés Vicente Gómez, productor de Matías nos preguntó que si éramos idiotas.
¿Había reparto de tareas, dirigíais los tres en comandita o cada cual resolvía lo que fuera sobre la marcha? Esto es extensivo a tú trabajo luego con Luis en los largometrajes. ¿Cómo es vuestro proceso cre
ativo (¡qué cursi!)?
Hubo una época en que sólo nos preguntaban esto: ¿cómo se dirige a cuatro manos? Y nosotros contestábamos que hasta el día anterior habíamos estado dirigiendo a dieciocho.
Evidentemente, al pasar al campo profesional (no que nosotros lo fuéramos más o menos, pero sí que lo fuera el resto del equipo) las cosas debían hacerse de otro modo. Para los largometrajes hemos escrito y preparado las películas juntos, y luego uno ha estado en el rodaje y el otro en montaje, prácticamente en paralelo. Las copas, las suele pagar invariablemente Luis.
¿Y durante la escritura? ¿Lo hacéis a dúo, os tiráis las sillas a la cabeza, cada uno por su lado y luego cotejáis…?
Los tres largos están pensados -que no escritos- en bares. Son historias sobre las que charlábamos largo y luego, un día, yo me sentaba y ponía en borrador del tirón. Analizábamos pros y contras de la estructura, de los gags, de los actores que podían interpretar a cada uno de los personajes… y hacíamos una primera redacción. A veces uno escribía y otro corregía o proponía escenas alternativas. Luis es un estupendo dibujante y, sobre todo Matías, por su complejidad, se la dibujó enteras. De algún modo esta plasmación de una planificación completa hecha en conjunto suponía una nueva reescritura antes del rodaje. Y en Atilano tuvimos por fin unos días de ensayos con los actores antes de comenzar la producción. Ahí también se produjeron modificaciones, aunque menores.
Otro pequeño salto. Solos Luis Guridi y tú. Ya La Cuadrilla. Blanco y negro. Pequeño presupuesto. Dos vejetes de protagonistas. Un éxito. ¿Cómo nace Justino?
No queríamos pedir una subvención anticipada en una época en que el sistema funcionaba en virtud de ellas y siempre pensamos que si nos pegábamos aquellos palizones para hacer un corto, con un poco más podíamos hacer un largo. El equipo de Justino se formó a partir de gente con la que habíamos trabajado en los cortos, de la gente que conocían Txepe Lara y Flavio, que estaban haciendo más o menos lo mismo en Euskadi, y de la incorporación invaluable (o inconmensurable o como se diga…) de Arri y Biaffra.
El Ministerio de Cultura ofrecía unas ayudas para escribir guiones. Nos dieron una. Se la enseñamos a Flavio y pensó que podíamos intentarlo. Él y Txepe consiguieron un compromiso de Canal+ de cuatro millones de pesetas, en un momento en el que, vete a saber porqué, tenían un fondo para inversiones mínimas en proyectos de alto riesgo.
Con esto, con un millón de favores y un recorrido diario por los contenedores se puso en pie Justino.
¿Fue muy difícil levantar el proyecto o aquel momento favorable para los debutantes ayudó? Cabe recordar que aparecéis en paralelo a Julio Medem, Juanma Bajo Ulloa, Álvaro Fernández Armero, Alex de la Iglesia, un poco después o Enrique Urbizu un poco antes. Durante unos años aprecia que si que cambiaba algo en el cine español.
Para nosotros fue una revelación Todo por la pasta, en la que participaron Urbizu, Álex, Arri, Biaffra y un grupo de actores vascos que convivían en armonía con Luis Ciges, por poner un ejemplo. Un modo de conectar con una veta del cine español que a nosotros nos interesaba mucho. Medem y Bajo Ulloa jugaban en la liga del cine de autor. Nosotros queríamos entonces hacer un cine “popular”, si es que alguien entiende hoy la acepción en que utilizo el término.
Ya hablamos de Sansocito pero a Saturnino García, a Justino ¿dónde lo encontráis?
Saturnino sale de ahí, claro. De Todo por la pasta, de Acción mutante… Arri fue quien nos puso en contacto con él. Le enviamos el guión. Quedamos en una cafetería de O’Donnell y nos dijo que él era Justino. No sabíamos si echar a correr o estrecharnos las manos. Hicimos lo segundo. Paul se había ofrecido para el papel pero nos parecía que iba a desvirtuar demasiado la idea inicial, que todo el mundo iba a verle como asesino desde el principio. Inicialmente habíamos llamado a Gila, pero declinó nuestro ofrecimiento.
Gila nunca tuvo el gran papel que seguramente mereció. Berlanga le había querido como Plácido y tampoco pudo ser ¿crees que, en otras circunstancias, podría haber sido nuestro Totò?
Decir Totò es decir mucho. Totò era una marioneta. Totò era napolitano. Totò nunca trabajaba antes del mediodía porque se levantaba tarde y los productores le acoplaban los rodajes para que hiciera las películas después de comer y antes de comenzar la función de tarde en el teatro.
Lo de Gila es otra cosa. Gila ha sido un humorista genial que ha trabajado desde lo más grotesco que hay en el español. Gila es hermano de Solana y de su España Negra. A mí hay dos papeles de Gila que me gustan mucho y que creo que sí que dan la medida de lo que en otras circunstancias podría haber hecho en el cine. Son El hombre que viajaba despacito, de Joaquín Luis Romero Marchent, y El ceniciento, del malogrado Juan Lladó.
Realmente creasteis un personaje perdurable, que se quedó instalado el imaginario popular.No sé… Nosotros queríamos hacer El cochecito, Los dinamiteros y El viejecito (aquel corto de Summers) y nos salió aquello.
Es un cine irrepetible ¿Veis que este humor tan genuinamente español que resucitasteis aquí tenga continuadores? ¿Quizás algunas cosa de Álex de la Iglesia o del Oscar Aibar de Platillos Volantes (que me parece una película minusvaloradísima)?
Los dos que mencionas tienen un talento visual del que nosotros carecemos (o, al menos, yo; espero que esta afirmación no le resulte ofensiva a Luis). Ya te digo que nosotros lo tomamos de Todo por la pasta, pero nos reconocemos en Torremolinos 73, en Mamá es boba, en la pensión de El día de la bestia, en el pueblo de 800 balas, en muchas cosas de La comunidad y Muertos de risa, e incluso en ciertas actitudes del primer Torrente. Y sí, Platlillos volantes tiene esa misma vocación.
Desde luego, nos interesaba mucho menos cierto tipo de comedia de publicitarios y ministrables que derivó de la comedia madrileña.
A título personal, saliéndonos del entorno de La Cuadrilla, también me interesan mucho las llamémoslas “intenciones” de parte del cine de García Sánchez, aunque luego nunca termine de comulgar con el producto final. Y puedes apuntar a Jordi Vilches en el elenco de los comediantes con los que me gustaría trabajar.
Foto familiar del equipo de Justino (1994)
La película mezcla horror y referentes nacionales claros, principalmente Ferreri y Azcona, con esa mezcla tan española de lo tierno y lo tremebundo, pero me parece que también hay mucho de la comedia italiana de los 50
Hay dos referencias que intentamos conciliar. Una era Henry, retrato de un asesino (en serie), de McNaughton, cuyo título parafraseamos. La historia de la amistad entre Justino y Sansoncito surge de la relación demente entre Henry y Ottis.
La otra referencia, por supuesto, es Azcona/Ferreri, Azcona/Berlanga, Azcona… Cuando terminamos la película le enviamos un VHS pidiéndole perdón por utilizar su nombre en vano y nos devolvió una nota manuscrita que es el único trofeo que yo guardo de la película.
La comedia a la italiana, con su patetismo y sus bufonadas trágicas, siempre me ha gustado mucho. Soy monicellista confeso. Algo habrá…
Una de las cosas que llaman la atención, pese al parco presupuesto, es el cuidado en las localizaciones y escenarios. Contáis aquí con dos maestros en el ramo, como son Arri y Biaffra, luego inseparables de vuestro cine, y reincidís con Flavio Martínez Labiano en la fotografía. ¿Cuánto peso tiene estos colaboradores tan estrechos?
Todo. En realidad La Cuadrilla tenía dos cabezas visibles y un cuerpo místico que no se resume en los jefes de equipo: Cristina como montadora, Flavio en la fotografía (y ocasionalmente en la producción) y Arri y Biaffra en la dirección artística. José Luis Moreno “Moti”, Telmo Esnal, Kixi, Víctor Aparicio, Lola López, Íñigo Bach, Jorge Leblanc… son parte esencial del ente. Por no hablar de los actores…
No quiero que se me olvide preguntarte por otra actriz que, personalmente, me encanta y que es Marta Fernández-Muro. Es uno de esos intérpretes peculiares del cine español, esos que parecen funcionar en su propia longitud de onda, como Julia Caba Alba, Chus Lampreave, Maria Isbert o Luis Ciges.
A nosotros también nos encanta Marta Fernández-Muro. La habíamos visto en ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?, en Los restos del naufragio, en Arrebato… La llamamos para hacer ese papel demencial de asistente social, que todo lo ha aprendido en los informes de la Administración sobre la tercera edad. Nos parecía que su forma de hacer y su peculiar comicidad eran el mejor modo de colarle al espectador toda esa prosa absurda. Cumplió a la perfección.
Al rodaje venía encantada porque aquello era un auténtico campamento de gitanos. Podía llegar por la mañana al viejo cine que hacía funciones de estudio y encontrarse con que medio equipo se había quedado a dormir en las camas del decorado.
Marta es de familia bien. Una de esas chicas que a principios de los setenta decidió que era mucho más divertido el lado salvaje que el saloncito familiar. Hace un año y medio sacó un libro de relatos (“Niñas malas”) que no deja de ser un ajuste de cuentas melancólico con su propia clase.
Llegamos a Matías, juez de línea, ¿es vuestra película Ealing?En el pressbook de Matías hicimos un árbol genealógico en el que figuraban Whisky Galore y El hombre tranquilo (o la construcción de la comunidad en torno al alcohol y la llegada del extraño), Jour de fete (o el slapstick) y El fenómeno (o la comedia española de tema futbolístico).
Aunque Justino aparezca a modo de guiño o de enlace, el humor aquí es distinto, no se si más blanco…
Blanco, cien por cien. Con un intento consciente por nuestra parte de hacer una comedia de batacazos, de gags limpios y de inventos del profesor Franz de Copenhague.
Hay un buen salto de producción: color, exteriores, equipo…en fin, de todo. ¿Cómo os encontráis en esta nueva tesitura y con la responsabilidad de replicar el éxito de Justino?
Y scope… Todo ello, con la idea de desmarcarnos precisamente de Justino y de lo que entendíamos que se esperaba de nosotros. Tuvimos incluso un par de ofertas en firme para hacer “Justino en Benidorm”, como si el asesino de la tercera edad fuera el gendarme de Louis de Funes.
De todos modos la producción fue bastante modesta. Recuperamos a casi todo el equipo técnico de Justino e insistimos -y renunciamos por ello a un presupuesto más ambicioso- en tener nosotros el control del reparto, a pesar de que era una producción de Andrés Vicente Góm
ez y Sogecable.La he vuelto a ver y me gustó más de lo que recordaba, tiene encanto y transmite alegría ¿Cómo fue el rodaje en Galicia?
Biaffra dice que es nuestra mejor película: la más limpia, la que mejor se corresponde con las intenciones iniciales.
El rodaje fue bastante bien. Nos alojábamos todos en el mismo hotel, fuera de temporada, y salvo algún problemilla menor, la convivencia fue grata. Para ello hay que contar con gente como Ramón Barea o Álex Angulo, capaces de cumplir con su trabajo como el primero, de mantener una conversación divertida sobre cualquier asunto y de remangarse cuando viene mala mar y si no aseguras una barca en una cala de piedras puedes dejar al pescador que te la ha dejado sin medio de vida.
Manquiña y Carlos Lucas se encargaban de amenizar las noches con duetos de zarzuela. Fausto exigía que le subieran el desayuno a la habitación a las seis de la mañana porque si no él no podía estar en maquillaje a las siete. Víctor se dedicó a hacer un cuaderno de apuntes que refleja mejor que ningún reportaje fotográfico aquel ambiente. Rodamos en un puerto dedicado a la descarga de bauxita donde el encargado nos explicó cuál era un coste de que un operario se subiera a una grúa sin haber meado antes… Lecciones de vida todas de valor imperecedero.
Ascendéis a Carlos de Gabriel a protagonista. Un acierto con esa impagable cara de palo que tiene, un gran cómico. Por cierto, que esto de promocionar secundarios a protagonistas es una constante.
Hacía Buenafuente entonces un programa en la SER de Cataluña que se llamaba “El terrat” y cuando estrenamos la película en Barcelona nos preguntó que si éramos hermanitas de la caridad. Como anticlericales practicantes y materialistas convencidos, comprenderás que la respuesta fue negativa entonces lo mismo que hoy. No siempre la mejor elección para un papel es la del rostro más popular. Carlos de Gabriel aportó a este Matías un modo de hacer personal para el que nosotros le habíamos marcado simplemente la referencia de El héroe del río, de Keaton. También tuvo la humildad de compartir protagonismo con nuestro reparto más voluntariosamente coral.
Incorporáis un puñado de actores nuevos, todos estupendos, todos “tipos” perfectos. Me quedo con el rescate de Paco Algora, un actor que ha merecido mucha mejor suerte, con Ramón Barea que me parece uno de los mejores intérpretes de España y con Alicia Sánchez, una presencia que impresiona.
Algora y Josele Román son dos totems de una determinada comedia española. Pero Algora, como Alicia Sánchez, provienen de la escuela del teatro independiente de los primeros 70 y son intérpretes que todavía tienen ganas de buscar y arriesgar.
Alicia ha estado en nuestras tres películas y en Matías fue dónde más pudo brillar su talento.
Ramón Barea es un caso aparte porque su generosidad y su sentido de la amistad están por encima de cualquier consideración profesional. Siempre nos hemos puesto en sus manos cuando le hemos dado un papel.
Victor Coyote: hombre orquesta
Entre los fieles aparece un Víctor Coyote, del que ya has hablado, multiplicando su presencia y responsabilidades
La relación con Víctor viene de nuestra época de cortometrajistas, cuando nos empeñamos en hacer un corto a partir de la cara B del single “300 kilos”, una canción peckimpahiana titulada “Aquí estoy de nuevo”. No pudo ser porque entonces los sorteos del servicio militar decidían por nosotros qué íbamos a hacer durante quince meses.
A Víctor siempre le hemos pedido que colaborara y nos hemos aprovechado de sus múltiples talentos como diseñador, cartelista, músico, actor aficionado… En De Reparto debería de tener crédito de coautor, como todos los demás que han participado.
Con él he estado preparando un musical expresionista, así, en plan brechtiano, que espero que podamos rodar en algún momento.
Decía lo del film-Ealing para Matías ¿pudiera ser Atilano en film-Bruguera? Incluso Manquiña aparece durmiendo con un Mortadelo encima, como subrayando al naturaleza de tebeo de todo el film.Es posible que lo del “Mortadelo” fuera cosa de Manqui y nosotros le hubiéramos pedido que leyese un “Marca”. Al menos, así lo recuerdo ahora. Pero la historia se escribe a partir de estos pequeños malentendidos.
Eso sí, de la película desapareció un rótulo que iba al principio de todas las versiones del guión. Decía: “En un reino imaginario del sur de Europa…”. Habría sido mejor dejarlo.
Pues si que hubiera sido una buena idea, si.
En los comentarios de ¡Vivan los novios!, tras la muerte de Berlanga, un comentarista habitual decía algo así como que a España la explican Berlanga y Bruguera. Quizás podría añadirse la Codorniz a la ecuación.
Con la diferencia de que las historietas de Bruguera más corrosivas son precisamente las de los años cuarenta, los de la hambruna, el racionamiento y el oscurantismo. La Codorniz ha estado muy presente en el tipo de humor que yo he cultivado conscientemente. Soy tan fanático que le pedí a Felipe Cabrerizo, experto en las coproducciones hispano-italianas del ocaso del fascismo, que me echara una mano y terminamos escribiendo a cuatro (como siempre) un estudio sobre las relaciones entre La Codorniz y la comedia cinematográfica española. Es un tomaco considerable que reposa en algún cajón de la Filmoteca desde hace ya dos años y pico esperando que pase la crisis y pueda salir a la luz.
La portada será un dibujo de Cebrián en el que se ve a dos señores con chistera ante un primitivo proyector. Le dice uno al otro: “No te esfuerces Felipe, que esto del cine español no hay modo de inventarlo”.
Pues es una lástima que algo así coja polvo. Volviendo a Atilano en si… ¿la escribisteis con Manquiña en mente?
¿Me he ido por las ramas, no? Ya bajo.
A Manquiña lo conocimos en Sitges. Presentaba él con el llorado Antoñito Blanco La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos. Nosotros íbamos con Justino y anduvimos por allí haciendo el berzas con ellos. Ya teníamos en mente la idea de Matías y queríamos rodarla en Galicia. Sellamos el pacto con un gin-tonic. O varios. Luego, cuando fuimos a localizar y buscábamos actores locales también contamos con él. Manquiña es lo que los italianos llaman un mattatore, de la estirpe del Gasmann de los primeros sesenta, si se me quiere entender.
La producción de Atilano se demoró cosa de año y medio cuando Andrés Vicente Gómez se desmarcó del proyecto y Flavio y Txepe decidieron retomarlo. Había que buscar la financiación de cero. Entretanto, Manquiña se convirtió en una estrella gracias a su creación del Pazos de Airbag. No somos tan integristas como para prescindir de él por eso.
Los Isbert
El rodaje se presentó a la prensa con un mitin que le escribimos a Manquiña y que él también hizo un poco suyo. El decálogo que desarrollaba era, en realidad, un ramillete de codornicismos adaptados a nuestros días. Proponía la crionización de los terroristas para que pudiesen cumplir íntegras las condenas de mil doscientos años y otras lindezas por el estilo. Son cosas que Manqui puede decir sin despeinarse.
Siguiendo con los actores, todos ellos lo mejor del invento, toca detenerse en a las presencias gloriosas de Luis Prendes, María Isbert y Florentino Soria, que no exactamente un actor sino una personalidad cinematográfica de primer orden en lo profesional (fue guionista en Calabuch, por ejemplo), lo académico y lo divulgativo, y encima de Gijón.
Fue la última película de Prendes. Me tocó escribir el obituario para Fotogramas y creo que la única película que mencioné de toda su carrera fue Carne de horca precisamente. En el rodaje, era fuente continua de historietas del viejo cine español. Estaba a otras cosas y no pude disfrutar de ellas como me hubiera gustado, pero recuerdo especialmente una sobre los refinamientos eróticos de don Pepe Isbert, que era para no creérselo. El sonido de la escena de la iglesia no estaba muy fino y le llamamos para ver si se podía doblar. Ya estaba enfermo y preferimos pulir el sonido directo que doblarle.
María Isbert es una fuerza de la naturaleza. Siempre nos hemos reído mucho con ella y con su modo de hacer, mucho más excéntrico que el de su padre. Es una delicia trabajar con ella y mantiene el pabellón de su ilustre apellido en lo más alto.
Florentino es otra cosa. Cuando yo empecé a trabajar intermitentemente en la Filmoteca -y de esto hace ya más de un cuarto de siglo- él acababa de dejar la dirección. Una de las primeras tareas que tuve allí fue ordenar su correspondencia oficial. La productividad bajaba por momentos porque te quedabas embobado con el estilo irónico con el que solicitaba a la superioridad que se procediera al nuevo tapizado del tresillo de su despacho. Fue compañero de quinta en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Bardem y Berlanga, con el que ha mantenido durante toda su vida una gran complicidad. Fue por estas colaboraciones como actor que decidimos llamarlo para que hiciera de banquero, papel que llevó adelante como un niño grande. Las mayores maldades encomendadas a su personaje las hacía como si fueran una travesura. Y, sí, ejerce de gijonés.
Fenando Vivanco y Patricia Adriani en "7 Calles" (Juán Ortuoste y Javier Rebollo, 1981)
No me preguntas por Fernando Vivanco, otro “actor natural” por el que sentimos devoción. Ya había hecho villanos de tomo y lomo en La mano negra, de Colomo, y en Soldados de plomo, de Sacristán. Es una persona excepcional y sus “vivancadas” elevan la “morcilla” a la categoría de hallazgo surreal.
Imperdonable olvido por mi parte el de Vivanco, esa voz y esa cara son superiores. Actores aparte, que creo que en gran medida la sostiene, tengo que decirte que la encuentro poco lograda, muy dispersa. La mala hostia y el desencanto campean libres, pero los objetivos son poco claros. Aunque se puede decir eso de que, de manera bastante en bruto, fuisteis proféticos.
Lo que nunca quisimos -y espero que no se vea así- es caer en el qualunquismo. A lo mejor quisimos tocar demasiados palos. O no supimos encontrar el tono justo a la negrura de la historia. Creo que es la mejor rodada de las tres.
Tampoco pretendíamos profetizar nada. El atentado contra Aznar, que lo legitimó como candidato ante parte del electorado, fue el hecho real que nos sirvió de punto de partida. Las palabras del personaje de Barea, al final, están fusiladas de las que pronunció Felipe González en 1982. El cartel de Atilano es una interpretación del que utilizó Suárez en su último intento con el CDS. El candidato sacado de la manga proviene de lo que en su día se
Guridi, Manquiña y Aguilar: la pegada de carteles.
denominó “Operación Roca”. La endogamia de la banca y su intervención en la cosa pública no creo que coja a nadie de sorpresa. Pero seguramente tenía razón Andrés Vicente cuando nos dijo que nos estábamos metiendo en un jardín del que era difícil salir y que la realidad siempre iba a superar a la ficción.
Esto dijeron también muchos críticos. Ahí estará nuestra equivocación, porque pensamos que la ficción siempre superará a la realidad.
Atilano no fue un éxito precisamente ¿provocó eso la retirada a los cuarteles de invierno o, sencillamente, os cansasteis o quizás ya habías dicho lo que queríais decir?
Alguien escribió también por entonces que la principal característica de las películas de La Cuadrilla es que cada una era peor que la anterior. Llevamos desde entonces intentando hacer otra película que haga buena a Atilano. Es broma.
No quisimos nunca profesionalizarnos. Creo que colaboramos a inventar un modo de hacer cine modesto con presupuestos distintos. Siempre nos mantuvimos en esa franja. Lo que cambió con El día de la bestia, con Torrente y con Airbag fue el modelo de distribución. Se podía hacer aquí comedia gamberra que conectara con la chavalada y compitiera de tú a tú con el blockbuster del fin de semana. Nunca fue nuestro camino. Ni somos Segura ni somos Medem. Ni tenemos un mundo interior riquísimo que compartir con un público selecto ni somos capaces de reírnos de cualquier cosa. Ni somos autores ni nos dedicamos a fabricar éxitos. Siempre hemos sido artesanos que creaban prototipos, así que La Cuadrilla está en hibernación. Simplemente.
¿Habrá Cuadrilla resurrecta? En una entrevista con Luis Guridi que leí hace poco hablaba de un abortado proyecto sobe Anacleto, agente secreto con el gran Cesar Sarachu que finalmente no llegó a anda concreto.Anacleto es un proyecto que Luis acaricia desde hace mucho tiempo en el que quería mezclar a las criaturas de Vázquez en aquellos desiertos metafísicos que dibujaba con la estética de Faster Pussycat Kill Kill, de Russ Meyer. Los gestores de los derechos de Bruguera no estaban interesados en ello y la cosa quedó, efectivamente en agua de borrajas y nunca pasó de la fase de proyecto.
Hay un par de guiones terminados que hemos escrito más o menos juntos. El más susceptible de convertirse en una película de La Cuadrilla está basado en una novela de Santiago Rusiñol titulada “La niña gorda”, una historia de explotación de fenómenos en el mundo de las barracas de feria del periodo de entreguerras que nosotros hemos situado en 1930.
Hay otra adaptación de un cuento de Oscar Wilde que hemos titulado “El crimen de Arturo Sevilla”. Y varias ideas propias en diversos estados de gestación. Lo que no perdonamos es nuestra cena semanal.
¿Quieres hablar algo de la tele? ¿Cómo se trabaja por allí?
Mi trabajo en televisión ha sido siempre periférico. He sido únicamente guionista en series promovidas por Luis y en las que los libretistas titulares eran [Pepón] Montero & [Juanito] Maidagán. Nunca he trabajado en un estudio ni en una productora ni en una redacción.
En cambio colaboré con Sogecable en una serie de programas sobre cine español en los que sí que tenían cierto peso mis gustos. Escribí un especial sobre López Vázquez a cuenta del Goya honorífico, sendos programas dedicados a Neville y a Mihura con motivo de los centenarios, entrevisté a Conrado San Martín y a Arturo Fernández, lo que me dió la oportunidad de acercarme al policiaco catalán desde dentro, y perpetré una serie de piezas cortas que se titulaba “Estrellas de reparto” en la que tuvieron cabida Antonio Riquelme, Manuel Alexandre, las hermanas Caba Alba… En fin, que molaba.
Luego, lo único español que interesaba allí era Banderas y Pe. Hay gente más dotada que yo para escribir sobre ellos.
Supongo que las experiencias con CanalOne en Lo+plus y con Camera Café en Telecinco son muy, muy distintas?
Hice muy pocos guione
s para CanalOne y, en cambio, tuve una mayor implicación en la primera y, sobre todo, la segunda temporada de Camera Café. Hacíamos 370 episodios al año. Después de 750 le hice ver a Luis que nuestra amistad estaba por encima de aquella condena a galeras.Pues sí, esclavismo absoluto.
En Cámera Café el reparto vuelve a ser apoteósico. El éxito, para mi, radicó en ellos.
33% intérpretes, 33% los guiones de Montero & Maidagán, que le dieron la vuelta como un calcetín a la versión italiana de partida, 33% para Luis, que se hizo cargo personalmente del reparto y escogió a los guionistas. El 1% restante nos lo repartimos entre los demás.
La pareja Valls-Chamarro funcionó como un rodillo. Sarachu y Luis mantienen una complicidad de largo, de la época de CanalOne. Las dos Esperanzas -Elipe y Pedreño- aportaban un hacer muy “del escenario”, con registros sorprendentes. O’Dogherty y Carolina Cerezuela son dos máquinas para la comedia. Y, sobre todo, el regreso de Varela a los platós es algo de lo que todos nos felicitamos.
Dejemos los cátodos tranquilos y entremos en las letras puras y duras: Edgar Neville: tres sainetes criminales. Un libro superior, cuya minuciosidad no entorpece una escritura ágil y divertida, riquísima en digresiones y brillante en interpretaciones. Cómo nace este libro y como fue una elaboración que se adivina extraordinariamente laboriosa?
No soy historiador, siempre lo digo. He procurado que lo poco que aprendí en la Universidad quedara en el desván. No tengo método y abomino de la metodología. Y, sin embargo, soy metódico. También escrupuloso, riguroso. Y me dejo llevar por mis gustos.
Pues así me enfrento a los textos de historia del cine que he escrito.
¿Prefieres al Neville guionista, al escritor o al director? ¿O son “uno y trino”?
Prefiero al Neville glotón, al que se comía las uñas, al amante de Conchita Montes, al conversador brillante… No lo conocí, pero supongo que todas las demás facetas que mencionas no dejan de ser migajas desparramadas de un talento natural para disfrutar de la vida que siempre fue lo primero para él. No me despierta ninguna simpatía en cambio el Neville cazador ni el “inventor” de la Costa del Sol.
Los de su quinta todos se decantaron en los años cincuenta por el teatro, porque les salía muy fácil y se ganaba más dinero. Creo que el Neville cineasta podría haber dado mucho de sí en una década en la que apenas se prodigó.
Hace poco escribí aquí unas cosillas sobre La vida en un hilo. La vi un par de veces y todavía estoy embobado con Conchita Montes, igual que Neville. Una actriz y una mujer insólita en la España de su época.
Insólita porque se enfrentó a la podredumbre de aquella España con una dignidad increíble. También porque no sólo fue intérprete a la sombra de Neville sino que se dedicaba a traducir las obras de teatro que le interesaban del extranjero, montó su propia compañía teatral, escribía relatos, promovió el rodaje de Nada, según la novela de Carmen Laforet, de la que ella misma escribió la adaptación… Como actriz, su registro fue la alta comedia, pero como mujer de cultura tocó muchos más palos.
Pero, además, poseía una belleza excepcional y una dicción endiablada, que la convirtieron en una actriz fuera de norma.
La Codorniztenía trabajando a artistas verdaderamente fenomenales, de Jardiel y Mihura a Tono y Herreros, pero Neville me parece superior a todo ellos. Era a la vez el más europeo y sofisticado y el más castizo y popular.
Cuando escribimos el libro sobre La Codorniz decidimos dividirlo en dos partes. La primera es el núcleo que confluye en la creación de La Codorniz: Mihura, Tono, López Rubio, Jardiel, Neville, Herreros, el falangista Jacinto Miquelarena y, el maestro reconocido de todos, Wenceslao Fernández Flórez. En la segunda están todos los que pasaron por la redacción y luego tuvieron alguna conexión con el cine: Gila, Azcona, Mingote, los hermanos Ozores, Regueiro, Chumy, Summers…
Quiero decir con esto que La Codorniz fue escuela de prácticamente todos los que han hecho cine de humor en España.
Los de la primera quinta pasaron por Hollywood y Neville fue el imán que los atrajo allí, quien les escribía diciéndoles que se matricularan en la Academia Berlitz porque aquello era Jauja. De vuelta a España recibía a Douglas Fairbanks, a Frank Capara o a Leslie Howard cuando pasaban por aquí. Hay un No-Do de la llegada a Madrid de Tyrone Power, dándose un baño en una piscina y, de repente, descubrimos allí la inmensa panza de Neville, haciendo el muerto en el agua. Es la piscina de su chalet.
Y al mismo tiempo siente ese amor por el sainete, por los tipos del “Madrid Cómico” y por esa belle epoque que fue siempre motivo al tiempo de burla y nostalgia en La Codorniz.
¿Dónde están las ediciones dignas de estas películas de Neville y las de otros autores olvidados o ninguneados? ¿Por qué en España el cine sigue sin verse como un bien cultural de primer orden?
¿Por qué el patrimonio cinematográfico español está en manos de Enrique Cerezo y de algunos herederos más preocupados por rentabilizar inmediatamente la herencia familiar que por la conservación y difusión de las obras?
Touché.
Otra cosilla que he leído tuya es un pequeño texto sobre José Santugini ¿Quién era este (otro) talento oculto del cine Español?
Este es un estudio que tengo a medias. Y van… Santugini es el guionista de La torre de los siete jorobados y de casi toda la obra de Vajda de los años cincuenta. O sea, la más consistente. Sólo por el trabajo de adaptación de Doña Francisquita, ya merecería un lugar en el olimpo de los guionistas españoles, pero es que se inventó el solito Carne de horca, escribió Viaje sin destino, Séptima página y el argumento de Brigada Criminal.
Dirigió al filo de 1936 una comedia fantástica de caserones encantados: Una mujer en peligro, para la misma productora para la que Neville rodaba en aquellos mismos momentos La señorita de Trevélez.
Escribió, sobre todo, cuentos. Cuentos de ese humor próximo a la vanguardia que se practicaba en los años veinte y treinta y que él llevó de la revista Buen Humor al sacrosanto Blanco y Negro. Mientras Neville o López Rubio recopilaban estos cuentos y debutaban como autores serios, Santugini nunca lo hizo. Siguió escribiendo para Cinegramas, por ejemplo, unos cuentos de tema cinematográfico en los que un mago de la caracterización, un Lon Chaney cualquiera, terminaba seduciendo a su esposa como si fuera otro y atormentadísimo por los celos.
Prometo retomarlo un día de estos. Y prologar una antología que ya tengo preparada de sus relatos. ¿Algún editor por aquí?
El tema que permitió este encuentro fue aquella saga sobre el thriller español que, al parecer te pisé (involuntariamente, claro). Todo ese periodo es un ejemplo perfecto de otro cine español totalmente olvidado, ninguneado y paupérrimamente difundido. Algo que, e
n mi opinión, ha colaborado de forma decisiva a la penosa imagen que la gente tiene del cine del país.Y, sin embargo, cuando el público más o menos cinéfilo se decide a acercarse a estas películas se llevan unas sorpresas morrocotudas. “¿Cómo? ¿Que aquí se han hecho policiales que no desmerecen a la mayoría de los polars franceses? ¿Que tenemos comedias de los años cuarenta que hubieran querido firmar René Clair o Frank Capra? ¿Que hay tragedias grotescas de los sesenta que pueden compararse con la comedia a la italiana del periodo dorado y, además, con sello propio? ¿Que si las cinco o seis primeras películas de Summers las hubiera hecho un francés estaría enterrado en el panteón de ilustres de las artes y las letras?” Pues así es.
Desde luego la política de ediciones de clásicos españoles en DVD es, además de inexistente, lamentable. Formatos mutilados, ediciones ramplonas… Y la televisión pública tiene demasiada oferta actual para dedicar un hueco a los clásicos.
Vuelvo a tus labores: ¿en que consiste ese proyecto de digitalización de la Filmoteca Española?
Yo soy sólo un colaborador externo en un proyecto que va mucho más allá de la digitalización de algunas colecciones, pues se trata de sentar las bases de cómo podría funcionar un archivo cinematográfico en el momento en el que la conversión digital sea plena. Los problemas de estandarización y conservación son muy amplios y yo tampoco tengo ninguna varita mágica. Se trata, simplemente, de intentar que las inversiones que se hagan ahora no nos lleven a un callejón sin salida.
¿Podría ser Internet una vía para que la Filmoteca pudiera poner en circulación fácilmente todo ese otro cine del que hablábamos antes?
No. Eso ya lo está haciendo teóricamente Egeda, la asociación de gestión de derechos de los productores, en un portal de descargas de pago que se llama filmotech.com.
La Filmoteca podrá poner a disposición de todos, espero, únicamente fondos de patrimonio público.
Además de todo esto tienes una existencia bloguera paralela, principalmente como segundo de a bordo de Javier Jiménez en el estupendo Circo Mèliés.
Eso son las cosas del Sr. Feliú, personaje surgido también de las revistas italianas de humor de los años treinta y fusilado sin ningún miramiento en las páginas de La Codorniz.
A Javier le conozco desde hace más de treinta años. Él se dedica a sus cosas del circo y de la Asociación de Malabaristas. Nunca me ha atraído especialmente el mundo del circo, con esa cosa sentimentalona del payaso triste y demás parafernalia. Pero, en cambio, todo lo que tenga que ver con las variedades, con los autómatas, los fenómenos de feria, siempre me ha interesado. Empecé a colaborar con él escribiendo, creo, que sobre una película de Jirí Menzel. Luego me fui enganchando y creo que entre los dos hemos abierto bastante el abanico. En Circo Méliès, amparados en la impunidad temática, nos acercamos con la misma falta de prejuicios a la vanguardia soviética y que a los intentos de neorrealismo a la española, a los seriales que a los mil y un cómicos que salieron del music-hall para inventar la comedia cinematográfica. No sé cuántas películas habremos revisado ya. Cada tantos meses nos liamos la manta a la cabeza y hacemos una integral de W.C. Fields, de Tati o la del mismísimo Méliès, en la que andamos metidos ahora mismo.
Siamo uomini o caporali?
¿Vienen (o venimos, que algo me toca) los blogs a cubrir huecos desde la iniciativa amateur y entusiasta?
Supongo que sí. Los que yo frecuento (Lady Filstrup, El desván del Abuelito, La Abadía de Berzano, el tuyo…), desde luego. Son un poco como la novela por entregas, con la que tienes una cita periódica y siempre esperas la sorpresa de lo inesperado y, al mismo tiempo, el encuentro con lo conocido.
Lady Filstrup ha echado el cierre y no es una pérdida menor, aunque su legado enciclopédico permanezca. En ese blog hay un gran libro metido.
Muchas veces he animado al buen Burgomestre a que se anime a hacerlo. Hay cien libros publicados con menos información y, sobre todo, con menos rigor. Lo malo es que me comprometí a buscarle un editor y no lo encuentro ni para mí mismo. Así que eso le sirve de excusa para su vagancia. Pero, sí, la Gran Enciclopedia de los Actores Españoles Menos Conocidos de Lady Filstrup es un artículo de primera necesidad editorial.
¿Damos por concluido el tormento?. Mil gracias por la asistencia, por la paciencia y por otras cosas.
Hasta el rabo todo es toro.
Rubricado y todo