He leído acerca de numerosas parejas artísticas, especialmente guionistas, cuya afinidad y carácter aportaba un determinado toque de estilo a sus historias, pero nunca había conocido un tándem madre-hijo. Si uno lo piensa detenidamente, resulta que todo son ventajas: la brecha generacional permite retratos verosímiles y actuales de jóvenes y adultos, el nexo genético aporta un punto de vista consolidado de antemano, y el anecdotario familiar suministra numerosos detalles y momentos definitorios que hacen humanos y creíbles a los personajes. Danièle y Christopher Thompson --de sobra conocidos en su país por Cena de Navidad (1999), Jet lag (décalage horaire) (2002) y, sobre todo, Patio de butacas (2005)-- han escrito su tercer guión juntos y la cosa va de éxito en éxito, consolidando un tándem creativo claramente orientado a la comedia.
Además, los Thompson parecían preferir argumentos con unidad de espacio y tiempo, así que esta vez han decidido dinamitar la linealidad narrativa, aunque sin abandonar las ventajas que proporciona mantener un único suceso como centro de gravedad de todas las historias. Sin embargo, Cena de amigos (2009) es un mal título que puede hacer creer que se trata de la clásica comedia de tópicos sociales que intenta dar la vuelta a uno de los momentos que más suele sacralizar el cine francés: las reuniones de amigos con comida y bebida interpuesta. El título original, en cambio, Le code a changé da la medida de las auténticas intenciones del filme: destripar el convencionalismo que preside la mayoría de encuentros en todo grupo de amigos (acomodados en lo económico y apoltronados en lo sentimental: un requisito imprescindible impuesto por el género), pero no para ridiculizarlo o denunciar su banalidad o estupidez, sino para revelar su auténtico valor a pesar del peaje incómodo que nos supone muchas veces: el lubricante que engrasa las relaciones humanas. El humor tópico, las risas corteses, forzadas y/o falsas, la obligación de explicar la propia vida siempre en clave positiva... recursos que facilitan la suspensión de prejuicios y miedos a la hora de conocer gente nueva o fijarse en detalles inéditos de la que conoces. Ya se encargará el día a día de rebajar las expectativas y volver a activar el deseo de un nuevo objeto de deseo. Pero eso es otra guerra en la que cada cual saldrá por donde pueda; de entrada, gracias a la combinación de tópicos y alcohol, habremos conocido a alguien nuevo.
Cena de amigos mezcla con habilidad una serie de embrollos sentimentales menores que acaban modificando la vida de un grupo de amigos durante el año exacto que transcurre entre dos cenas. La primera y principal --montada de forma muy dinámica mediante diálogos paralelos superpuestos casi imposibles de seguir, reflejando con bastante acierto el caos verbal en que suelen convertirse estos encuentros a partir del segundo plato-- presenta a los protagonistas y nos muestra sus intenciones inmediatas respecto a sus parejas y/o deseos, para luego matizar o sorprender al espectador añadiendo momentos previos y posteriores de esa noche. Un año después, los mismos protagonistas planean sentarse de nuevo a la mesa, y descubrimos con naturalidad y un punto de sorpresa el recorrido --siempre sentimental-- que cada cual ha realizado en ese tiempo. El desorden resultante evita que la película se convierta en un previsible relato lineal; si hubiera respetado escrupulosamente la causalidad y la temporalidad clásicas tendríamos una especie de mezcla entre La cena de los idiotas (1998) y Pequeñas mentiras sin importancia (2010). Así que bravo por los Thompson y su ingenio al cambiar el envase a una historia vista demasiadas veces.
Si a estas virtudes sumamos la capacidad del guión para componer unos personajes que evitan caer en la parodia, diálogos ocurrentes y divertidos, una calculada mezcla entre humor e intensidad --sin duda el mérito principal de toda la película-- y un final imprevisto que no sólo cierra las historias con verosimilitud imperfecta sino que compone un relato cerrado sobre las relaciones humanas, pues te darás cuenta de que acaba la película y has pasado un muy buen rato de cine (francés, claro).