La otra noche salimos a hacer unas
fotos al matadero iluminado desde el otro lado del río y decidimos
volver dando un paseo por la orilla.
Estaba prácticamente desierto, solo
nos cruzamos con una pareja de mediana edad, un ciclista que volvía
seguramente de la casa de campo y una persona que paseaba su perro con
una luz parpadeante al cuello.
Allí estaba también ella, sola, parada y llamándome a gritos. Desde la
primera vez que la ví quería hacerlo, envidiaba a las chicos que reían
alegres cuando jugaban con ella y yo no lo hacía por vergüenza, soy
demasiado mayor....
Pero era de noche y no me iba a ver casi nadie.
- ¡Esta es la mía! Hoy no me quedo con las ganas.
Cariño sujétame la cámara, ¡por fin voy a tirarme por la tirolina!
Que maravilla, disfruté como una niña.
Y es que Madrid Río tiene un montón de artilugios para los peques que muchos niños grandes echamos de menos, entre
ellos las divertidas tirolinas.