Revista Sexo
Tendemos a creernos mejores de lo que creemos, pecando de exceso de confianza, aunque los hechos nos hagan poner los pies en el suelo mostrándonos que no somos tan excepcionales como creemos. Poner a prueba nuestras habilidades implica el descubrimiento de que los resultados obtenidos no sean todo lo buenos que nos gustaría. ¿A qué puede deberse este error de valoración: a un exceso de autoestima o a problemas de percepción de la realidad?
En este caso, vamos a ahondar no sobre el tema de la autoestima sino sobre la percepción de la realidad. Sobrevalorar nuestras capacidades y toparnos con el muro de la realidad no es un trago grato pero, en cierta medida, es necesario. Olvidamos con frecuencia que no somos seres todopoderosos capaces de actuar sobre la realidad o la totalidad del entorno en que nos movemos. Simplemente tenemos la capacidad de intervenir y actuar sobre la representación que cada uno de nosotros hace de la realidad que vive y del entorno en el que se desarrolla. Nuestra forma de percibir puede provocar que cometamos errores o hagamos representaciones de la realidad que vivimos que, a ojos de los demás, pueden resultar discutibles. La respuesta a este problema es sencilla: cada uno vemos una imagen diferente de la realidad por lo que no somos objetivos.
El pecado del exceso de confianza puede ser corregido si somos capaces de reconocer qué clase de sesgos están interviniendo en el momento en el que observamos e interpretamos la realidad y nuestra relación con ella. Podemos estar condicionados por el estado de ánimo, por experiencias anteriores, por la influencia de prejuicios y estereotipos… Pensemos en cualquier situación cotidiana en la que dos personas que contemplan la misma escena pueden hacer interpretaciones distintas de ellas: pensemos en la valoración que harán de una jugada polémica dos aficionados, cada uno de ellos de un equipo diferente, cuyos equipos se enfrentan entre sí. Juzgarán la acción desde representaciones sensoriales de la realidad diferentes puesto que atenderán a estímulos diferentes. De igual manera se me ocurren otros ejemplos como qué tendrán en común la representación que una persona adulta puede hacer de una película es similar a la que hará su hijo, y en el caso de que ambos acudan a la Cabalgata de Reyes que tenga lugar en su ciudad…
De estas diferencias de representación de la realidad sobre la que creemos actuar surgen la mayoría de los problemas de comunicación. Dos personas pueden estar hablando de lo mismo y, sin embargo, al utilizar fuentes de información diferentes y referencias a elementos de la realidad distintos, no lograr ponerse de acuerdo, Este tipos de conflictos son comunes en las relaciones de pareja, en los casos de desengaño amoroso, con el desencanto dela ciudadanía con la clase política… Todo porque caemos en el error de creer que el otro utiliza las mismas referencias y patrones de pensamiento que nosotros y que, por ello, sabe lo que queremos decir.
Un caso flagrante de cómo realizamos interpretaciones diferentes de la realidad lo encontramos al comprar un mueble de la multinacional sueca Ikea. El distribuidor sueco delega en sus clientes el montaje del mueble para así poder amueblar su casa a un precio económico. Para facilitar la tarea con cada mueble se acompaña una hoja de instrucciones en las que, paso a paso, se desgrana lo que debemos hacer para lograr el resultado deseado. Antes de montarlo, visualizamos el resultado final y trazamos un mapa de acción: esto es lo que hay que hacer para tener el mueble tal y como lo vimos expuesto en la tienda. Sin embargo, como seres humanos que somos, carecemos, en numerosas ocasiones, del rigor necesario para cumplir con lo indicado en las instrucciones. Conseguimos de esta manera personalizar el resultado porque al salirnos de lo marcado dejamos que el azar intervenga más de lo debido.
Dejamos que aparezca la espontaneidad y, junto a ella, gran cantidad de nuestros sesgos perceptivos. Sabemos que estamos cometiendo un error al dejar que en el proceso de montaje aparezcan nuestras propias representaciones mentales del mueble y aún así, no cejamos en la tarea. Nos creemos expertos y, aun a sabiendas de que no lo somos, montamos un mueble a partir de nuestra propia interpretación de la realidad que libremente hacemos. Como escribe José Saramago para cerrar su libre Ensayo sobre la Ceguera y que ilustra nítidamente esta forma de comportamiento humano: “Creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo, no ven”.
FUENTES CONSULTADAS
CATHERINE CUDICIO "Cómo comprender la PNL" Ediciones Juan Granica. 1991. Barcelona
JOSEPH T. HALLIMAN "Las trampas de la mente. Por qué miramos sin ver, olvidamos las cosas y creemos estar por encima de los demás" Kairós. 2010
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