Revista América Latina
Néstor Francia
Foto: Malva Suárez Silva
En Venezuela, se aproximan las elecciones primarias tanto de la MUD (entente derechista) como del PSUV (principal partido revolucionario). Nosotros nos saltaremos esas instancias, donde todo en realidad parece básicamente resuelto (aunque con un poco más de ruido del lado opositor). Nos inquietan más las parlamentarias generales, que aun no tienen fecha, aunque difícilmente sean antes de noviembre de este año.
En este momento, comienzan a pesar cada vez más las percepciones, que es el verdadero caldero de la política, en una época en la que la impronta mediática lo marca todo. Hoy haremos un ejercicio que nos parece interesante y necesario: ¿Cómo se están moviendo las principales matrices mediáticas (incluir aquí el rumor, el corrillo y Radio Bemba, por supuesto)? Ojo: señalaremos por un lado las principales percepciones que parecen instalarse, trataremos de compararlas con la “realidad real” (en contraposición a la realidad virtual) y nos complicaremos la vida, como nos gusta. Claro, aquí no estamos para cumplir deseos, satisfacer necesidades emotivas ni repetir cantaletas de ningún tipo. Es un riesgo, pero tenemos que correrlo.
Finalmente, lo que llamamos percepciones parten desde las matrices que trata de imponer la oposición: las percepciones negativas, las que deberíamos tratar de revertir (y no en todos los casos podremos, al menos no del todo)
Percepción 1: “En Venezuela gobierna un cogollo, una élite, la boliburguesía”. La realidad real: nunca antes en nuestro país habían surgido tantas y tan variadas formas de participación popular, aunque no siempre está participación es protagónica, en el sentido del poder político. El pueblo tiene poco poder real, en cuanto a las grandes decisiones, salvo en el caso de las electorales. Las relaciones de trabajo en las instituciones públicas en general reproducen los esquemas verticalistas propios del modo de producción capitalista: los patronos por un lado y los trabajadores por otro, en una relación de sometimiento que a veces no excluye distintas formas de despotismo y acoso laboral. Sin embargo, insistimos, aun así los niveles de organización y participación popular son inéditos.
A la percepción señalada abona la matriz de que el Gobierno no tiene caras nuevas, son los mismos que gobiernan desde el principio. Tampoco es verdad: muchos jóvenes y caras nuevas se han incorporado a altos niveles del poder del Estado. Por supuesto, el Gobierno tiene que ser una combinación de experiencia y juventud. Tal vez esta matriz de cogollo podría ser combatida si se logra mayor variedad en las vocerías, en el sentido del tiempo de exposición. Entendemos la carga que pesa sobre sus hombros, pero creemos que hay algunos voceros sobreexpuestos: el propio Presidente, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez son ejemplo de ello. Tampoco ayudan los constantes enroques de ministros y jefes de instituciones.
En todo caso, hay que tener cuidado, pues la percepción de que está gobernando una élite la ha ido instaurando la derecha con algún nivel de éxito.
Percepción 2: “Venezuela es el país más corrupto del mundo”. Una de las matrices más injustas que trata de sembrar la derecha. Hay corrupción, sí, y el Gobierno la está combatiendo. Pero estamos muy lejos de lo que fue la desenfrenada corrupción en la Cuarta República. En todo caso, para el pueblo, según todos los estudios, esta nunca ha sido una de sus principales preocupaciones, sobre todo porque desde hace tiempo se ha instalado una máxima que se basa en el hecho, no fácil de discutir, de que el poder siempre acarrea algún grado de corrupción administrativa: “que roben, pero que hagan”. Si hay soluciones, no serían tan importantes los ladrones. Esto es lo que piensa el común de la gente, al margen de las valoraciones éticas y culturales que ello implica.
Percepción 3: “En Venezuela hay una profunda crisis económica y el pueblo está sufriendo hambre, escasez e imparable inflación”. Bien, aquí hemos llegado a profundidades, al meollo de la cuestión en lo que atañe al tema electoral: el descontento popular por la situación económica nos puede fregar. Esto es una preocupación seria de muchos. Así lo señalaba el periodista de izquierda Eleazar Díaz Rangel en su columna dominical: “Muchos me preguntan por qué hago tantas referencias a las colas. He explicado que vivo cerca de un Bicentenario y todos los días del mundo paso al frente y veo las colas, algunas interminables, incluidas las de la tercera edad… Uno se pregunta en cuál porcentaje de quienes hacen colas todos los días, con las incomodidades que supone y el tiempo que se pierde, no serán afectados en sus conductas político-electorales, que generen abstención y hasta votos en contra del chavismo”.
Por supuesto, es falso que en Venezuela haya hambre. Muy por el contrario, nunca antes este pueblo se había alimentado mejor, de esto dan fe todos los estudios serios, incluidos los de organismos autorizados como la FAO. Pero colas e inflación desbordada hay, a qué negarlo.
Ahora bien, el problema más difícil en ese sentido es que está creciendo la sensación de que el Gobierno no está haciendo lo suficiente para superar estas dificultades y algunos piensan que está como paralizado, así no sea cierto. Recordemos: estamos hablando de percepciones.
El pasado domingo hicimos nuestra caminata terapéutica mañanera. Este paseo nos lleva invariablemente al mercado de Quinta Crespo, donde solemos compartir con la gente para palpar el ambiente ¿Guerra económica? Ayer un chavista que nos abordó nos hacía señalamientos que no son del todo descabellados: “Si hay una guerra económica, la estamos perdiendo. Y si es cierto que hay tal guerra ¿por qué no actuamos en consecuencia? ¡Guerra es guerra! Y en estado de guerra hace rato que deberíamos haber decretado una emergencia nacional y lanzado al ejército masivamente a la calle, a acabar por la fuerza con el bachaqueo, la especulación, el acaparamiento, la usura y el contrabando. Es lo que hubiera hecho Chávez”.
Bien, no vamos a discutir aquí la justeza de este planteamiento, pero es claro el espíritu que transmite, la frustración, los atisbos de cansancio y desesperanza que refleja.
¿Guerra económica? Sí, pero no solo eso. Nosotros no somos duchos en economía, pero nos gusta leer a quienes han estudiado con más profundidad ese complejísimo tema. El otro día leíamos un artículo del camarada Víctor Alvarez (“Romper la inercia”). No vamos a suscribir todas sus opiniones, con algunas estamos en desacuerdo, pero en algo tendrá razón, vale la pena escucharlo: “La coyuntura económica por la que atraviesa Venezuela es compleja y de alto riesgo, pero no puede explicarse por la sola caída de los precios del petróleo… La baja del ingreso petrolero vendría a ser un catalizador de la contracción económica, mas no su causa. La verdadera razón está en los desequilibrios macroeconómicos, la falta de políticas agrícolas, industriales y tecnológicas y la conformación de un clima cada vez más adverso a la inversión productiva. Las verdaderas causas de la caída de la producción hay que buscarlas en el agotamiento de las políticas económicas que el Gobierno se empeña en mantener. En lugar de corregir las distorsiones fiscales, monetarias, cambiarias y de precios, la política económica en lo que va de 2015 ha sido de contingencia, enfocada en combatir los problemas de escasez, acaparamiento y especulación a través de operativos de controles, multas y penas de cárcel, sin mayores actuaciones en materia de políticas macroeconómicas y sectoriales… En su afán de derrotar la llamada guerra económica, el Gobierno lanzó una ofensiva plagada de regulaciones y controles que propician la corrupción, sin comprender que la escasez, el acaparamiento, la especulación y el contrabando son la consecuencia inevitable de los incentivos perversos que ofrece el régimen de cambios múltiples, los ineficientes subsidios y los rígidos controles de precios… mientras siga atacando los síntomas en lugar de erradicar las causas de la enfermedad, los problemas económicos persistirán y el malestar seguirá creciendo en el seno de la población. Si el Gobierno no ayuda y mantiene su inacción, el inevitable costo político puede llegar a comprometer el logro de la mayoría socialista en la nueva Asamblea Nacional” ¿Inercia? Quizá sí, quizá no. Pero esa es una peligrosísima percepción que tiende a imponerse.
Percepción 4: “El Gobierno es un cementerio creativo, repetitivo y sin ideas”. Como dijimos, Víctor Alvarez habla de “inercia” en el plano económico. Eso quizá sea solo una percepción, probablemente lo sea, no estamos seguros. Pero la matriz opositora de que el Gobierno no tiene ideas y que no hace sino repetirse (y por lo tanto repetir los “errores del modelo”) es ayudada en algún modo por nosotros. Parecieran ser necesarios una renovación del discurso, una apertura en lo ideológico, un refrescamiento conceptual. Es justo e ineludible, por ejemplo, mantener vivos el pensamiento y el espíritu de Chávez. Pero no podemos vivir solo de eso. Todos los seres vivos sufrimos el aserto de la conocida canción de Pablo Milanés: “el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos”. También la sociedad y sus distintos sectores, que son seres vivos, sin duda (ya que están conformados por nosotros, los humanos). Solo la mente abierta es capaz de sobrevivir dignamente a los estragos inevitables del tiempo. Una mente cerrada, aferrada a cualquier tipo de dogma, envejece más rápido. Pero hay dos tipos de rejuvenecimiento. Uno es superficial: te maquillas, te inyectas botox, te haces la cirugía, te enmascaras. El otro es profundo, espiritual. Esa renovación espiritual es la que estamos necesitando. No hay que tenerle miedo. Se trata de uno de los debates más importantes que debería dar la Revolución en este momento, ya que estamos hablando de percepciones. Basta, por ejemplo, de la imitación gestual, lingüística y estilística de Chávez. Inspirémonos en el pensamiento de Chávez, pero desarrollémoslo, con un estilo propio, una oratoria nueva, un conjunto de ideas que aborde con coraje las nuevas realidades. La sociedad no se detiene. Si no actuamos según ese inevitable carácter, simplemente nos dejará atrás. La Revolución pide a gritos renovación.
Percepción 5: “Este es un Gobierno mentiroso”. Una de las grandes fortalezas de Hugo Chávez era su credibilidad. El pueblo sabía que podía equivocarse, pero jamás mentir. El era la verdad encarnada. De muchas maneras el imperialismo y la derecha trataron de derribar ese muro de credibilidad, pero no pudieron. Además, Chávez era único, auténtico, como él mismo dijera tantas veces de sí mismo: genio y figura hasta la sepultura. Claro, no estamos hablando de quienes lo odiaban. Pero eso el mismo Chávez lo explicaba con su estilo inconfundible: “No soy monedita de oro pa caerle bien a todos” ¿Heredó este halo Maduro? En principio sí, él es un hombre que refleja honestidad y bonhomía ¿Es esto transferible al Gobierno? No necesariamente. Ni siquiera cuando Chávez vivía en el plano físico lo era. En el caso del Gobierno la credibilidad debe ser construida, ganada. Pero a veces se actúa en dirección contraria. Un buen ejemplo de ello son las reiteradas denuncias y ofrecimientos de pruebas que después no aparecen, al estilo de Ramos Allup ¿Quiénes son los autores intelectuales del asesinato de Robert Serra, dónde están? No nos digan que son el jefe de sus escoltas o “El Colombia”, unos simples malandros. Nos han ofrecido ir “hasta el fondo” en la investigación, pero hasta ahora no nos han satisfecho ¿Lo harán algún día? Ojalá. Porque la verdad es que se han quedado sobre todo en la superficie. Algo parecido ocurrió con el asesinato de Otaiza ¿Y el tema del complot con los tucanos? Nos hablaron de varias horas de videos y hasta el momento solo hemos visto un par de minutos y escuchado unos audios. Peor, todavía: metieron preso a Ledezma por su supuesta vinculación con este caso, ofrecieron igualmente pruebas, y nada. Hasta el partido español Podemos pidió evidencias y se ha quedado esperando ¡No nos vengan a decir que un gráfico con una flechas, unas fotos, unos nombres y unos números de teléfonos son prueba de nada! ¿Estamos diciendo que el Gobierno ha mentido en estos casos? Para nada, pero recordemos una vez más que estamos hablando de percepciones. Si siguen apareciendo casos como los mencionados, podría explotarnos en la cara el dicho de que “tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe”. Tal vez necesitamos ser más discretos, menos escandalosos, y no dar razones a la derecha para poner en duda la veracidad de nuestro Gobierno. El pueblo es sabio y paciente, pero también zamarro ¡Mucho cuidado!
Percepción 6: “El país está en estado de anarquía y caos”. Esta es una de las matrices preferidas del imperialismo y de la derecha. Claro, el “caos” y la “anarquía” son buenos argumentos para la intervención. La verdad es que las instituciones funcionan en general de manera normal, la gente ha respondido con paciencia y bastante orden a la contingencia económica, las intenciones de generar violencia han fracasado estrepitosamente. No hay ningún caos ni ninguna anarquía. Pero (¡qué baile que siempre hay un bendito “pero”, como dice mi dilecto amigo Perucho Conde!) cosas pasan que son aprovechadas por los enemigos para tratar de ahondar en esa percepción inducida, y que son responsabilidad nuestra. El tema del tráfico en la ciudad capital, con motorizados y buseteros violando todas las leyes, individuos escandalizando en las calles y bebiendo a las puertas mismas de escuelas (caso de la Unidad Educativa Luis Razzetti, en Santa Rosalía), desórdenes y atropellamientos en algunas colas (no hablamos de protestas, sino de indisciplina social), los bachaqueros pululando y especulando en las calles ante la vista gorda (y se sospecha también de la complicidad) de funcionarios y autoridades policiales. Son casos puntuales, pero que aprovecha la derecha para referir la “falta de gobierno”. No podemos resolver todo de una sola vez, pero hay que ir remando, quizá con más fuerza y decisión.
Percepción 7: “Este es un Gobierno improvisado”. Si algún movimiento político-social de la Venezuela posterior a la independencia puede preciarse de tener un proyecto a largo plazo, es la Revolución Bolivariana: está plasmado, de manera general, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. En cuanto al momento actual, se cuenta con otro instrumento de ejecución prolongada: el Plan de la Patria. Sin embargo, esta planificación estratégica no siempre ha estado acompañada de una correcta planificación que solo por razones hermenéuticas llamaremos “circunstancial” o “táctica”. Culturalmente, el venezolano es reacio a la planificación. Es lo que plasmó de manera brillante Ibsen Martínez en aquel personaje Eudomar Santos, con su filosofía de “como vaya viniendo, vamos viendo”. Pero hay que trabajar (que incluye escuchar las voces que claman más allá de los tabiques de las oficinas) y luchar para superar esa rémora. Hay ejemplos que son clara muestra de improvisación: la permanente cambiadera y los enroques de ministros, y otros altos funcionarios, que comúnmente llegan a los cargos y cambian a su vez a los subalternos por otros cercanos a ellos, y a menudo implantan nuevos planes y proyectos, afectando severamente la necesaria continuidad administrativa. Ahora bien, la planificación no se basa en plasmar planes, sino en insertarlos dentro de una planificación estratégica, con herramientas específicas al servicio de objetivos al corto, mediano y largo plazo, medibles, evaluables
¿No ha sido acaso improvisado el proceso de estatización de la actividad productiva, que ha generado reconocidos fracasos en muchas empresas del Estado producto de expropiaciones hechas sin una adecuada planificación? Ha habido éxitos también, es verdad, pero muy parciales ¿Y si no, a qué se debe el hecho de que en 15 años no hemos podido alejarnos del modelo rentista, que más bien se ha profundizado? En parte al sabotaje económico, es verdad. Pero también a crasos errores de planificación que se ha cometido.
En el centro de Caracas hay un caso emblemático de la improvisación: el Nuevo Circo, un monumento histórico de la ciudad, un hito arquitectónico y cultural caraqueño (que hoy se ha convertido, precisamente, en un monumento a la improvisación). Fue reinaugurado por un alcalde de la Revolución después de una falsa restauración que estaba lejos de estar terminada. Si usted pasa frente al Nuevo Circo hoy, admirará la belleza de su cuidada fachada. Y es eso, pura fachada. Adentro abunda en escombros y ruinas, y en su parte trasera externa es un matorral impresentable, un basurero ¿Qué vamos a hacer los analistas revolucionarios? ¿Hacernos la vista gorda, ser complacientes, mentir? Eso sí sería una traición al pueblo y a la Revolución. Nuestro Gobierno ha hecho cosas bien hechas, no hay duda. Un buen ejemplo de ello es la restauración del casco histórico central de Caracas. Pero no nos solacemos en nuestra glorias, más bien demos relevancia a nuestros errores, no para “reconocerlos”, sino para corregirlos, que es el verdadero reconocimiento.
Percepción 8: “El Estado está sobredimensionado”. Esta es una de las matrices preferidas de los neoliberales, que sueñan con el mundo del Estado mínimo y el reino del “libre mercado”. Lo que realmente está sobredimensionado en Venezuela es el imperio del capital. Grandes ganancias para la banca privada, monopolización privada de la producción y distribución de importantes bienes de consumo masivo, acaparamiento, sabotaje, especulación comercial y cambiaria. En el aspecto productivo, lo errado no han sido las expropiaciones y estatizaciones, sino la forma improvisada en que se ha hecho buena parte de ellas y la ineficiencia en muchos aspectos de su administración. El Estado en Venezuela ha jugado un gran papel, en estos años de chavismo, en la elevación de la calidad de vida del pueblo y lo sigue jugando. Las misiones sociales, la superación significativa de la pobreza y la miseria, el buen poder adquisitivo de la mayoría de la población, los notables avances en educación y salud, son obras del Estado en revolución (con el apoyo y el acompañamiento del pueblo)
Nosotros, nuestros lectores lo saben, no somos fanáticos del Estado. Este de hoy sigue siendo el Estado burgués, lleno de vicios y lacras heredadas, y no fáciles de superar. Pero lo vamos a necesitar aun por mucho tiempo, con todo y sus carencias. Preferimos mil veces el poder de este Estado en revolución, con todos sus defectos y taras, que el salto al vacío (o más bien a la violencia) que representaría el regreso al camino del neoliberalismo que destruyó a nuestro país, entregó nuestras riquezas a las élites económicas criollas e imperiales, excluyó, empobreció y reprimió a nuestro pueblo. Nuestras críticas jamás dejarán de enarbolarse con la marca de la lealtad al proceso revolucionario y a su dirigencia. Para atrás ni para coger impulso. Con la Revolución siempre hay esperanzas, con el capitalismo solo engaño, desilusión, disolución y muerte.
Percepción 9: “Venezuela es el país más inseguro del mundo”. Primero que nada vamos a agradecer a nuestro dilecto amigo Luis Britto García el envió de su artículo “La verdad sobre la inseguridad”, pues nos ahorrará palabras (el lector puede hallar el trabajo completo en buscadores de Internet, es altamente recomendable).
Después de abundar en relevadoras cifras comparativas extraídas de distintos informes, Britto afirma: “A través de la masiva divulgación de una tasa de homicidios irreal y exagerada, parece que nuestro país hubiera sido víctima durante un quinquenio de una operación de Guerra Psicológica, cuyos lemas por cierto fueron esgrimidos por terroristas que se dedicaron a asesinar compatriotas y destruir bienes supuestamente reclamando Seguridad… Por falta de las medidas oportunas de divulgación de las cifras correctas, esta operación de Guerra Psicológica ha dado sus frutos. El 12 de febrero los opositores convocaron con el pretexto de la Inseguridad una manifestación contra la Fiscalía General de la República, que derivó paradójicamente en hechos violentos con saldo de dos muertos y unos sesenta heridos”.
Britto señala observaciones de Eleazar Díaz Rangel publicadas en Ultimas Noticias del 16/11/2011 según las cuales “ en Venezuela, 27% de los encuestados en 2010 dijo haber sido víctima de delitos, pero el 64% afirmó que la inseguridad es el primer problema: la percepción de la inseguridad superaba al número de delitos reales en 37%, y casi lo duplicaba, registrando la diferencia regional más alta entre percepción y victimización ”.
Y para terminar con las citas de Britto: “ La investigación para Latinobarómetro La seguridad ciudadana: el problema principal de América Latina , de Marta Lagos y Lucía Dammert en 2008 inquirió de una muestra de ciudadanos de 20 países que calificaran, en una escala de 10, el nivel de violencia de su propio país. El promedio fue de 5,6; los países percibidos como más violentos fueron respectivamente Guatemala con 7, El Salvador con 6,4, Brasil con 6,3 y México con 6,2. Los percibidos como menos violentos resultaron Venezuela, Nicaragua y Chile, empatados en un puntaje de 4,8; Paraguay con 4,7; Ecuador con 4,6; y Uruguay con 4. El nuestro estaría en el cuarto rango de menos violento de la región”.
Britto plantea en su trabajo que hay un déficit de divulgación de las cifras reales de inseguridad, lo cual apunta una vez más a las consabidas fallas de las políticas comunicacionales oficiales.
Nosotros hemos afirmado más de una vez que la inseguridad es un problema mundial, creado por las lacras sistémicas del capitalismo, una de las más nefastas consecuencias de las grandes desigualdades sociales, de la ignorancia a la cual se somete a grandes masas humanas, de la cultura de violencia y muerte que difunden los transmisores mediáticos y culturales de la sociedad decadente dominada por la burguesía y su expresión más acendrada, el imperialismo. Es, pues, un problema estructural que solo podrá superarse con el desarrollo de la sociedad igualitaria que promueven las tendencias socialistas y que no tiene solución definitiva en el mundo actual dominado por el capitalismo.
En cuanto a nuestro país, es falso que sea el más inseguro del mundo, ni siquiera está cerca de serlo el de América Latina. Pero además, es claro que buena parte de los delitos violentos que se cometen en Venezuela forman parte de las labores de sabotaje atribuibles a la guerra de baja intensidad y del golpe continuado a los cuales está sometida desde hace años la Revolución Bolivariana, a través de la infiltración paramilitar y de grupos entrenados para la violencia selectiva, que desarrollan acciones que son sobredimensionadas por la canalla mediática de la derecha.
Finalmente, hace rato que el señalamiento de la “inseguridad” como la preocupación principal de los venezolanos ha sido desplazado por los problemas económicos.
Percepción 10: “Maduro está aislado internacionalmente porque pelea con todo el mundo”. Esta matriz tiene años siendo manejada por la derecha, pero sin duda ha sufrido un golpe casi mortal después de la orden ejecutiva de Barack Obama y la extraordinaria reacción del Gobierno y del pueblo revolucionarios de Venezuela, y la extraordinaria ola de rechazo a la acción imperialista que recorrió el mundo. Los apoyos cayeron en cascada desde importantísimos organismos internacionales: la ALBA, Unasur, la CELAC, el Movimiento de Países No Alineados, el Grupo de los 77 + China. En cambio, el aislamiento del imperialismo fue patente y ni siquiera sus aliados más cercanos se plegaron a su despropósito, como en el caso de la Unión Europea.
Venezuela, a pesar de su gran riqueza petrolera, es un pequeño país suramericano que exhibe una política orientada hacia la paz (recordemos el importante papel que ha jugado en el proceso de paz en Colombia) y que, por supuesto, no es una amenaza ni militar ni económica para nadie. Sin embargo, es absolutamente justo, inevitable, necesario que nuestro país reaccione de inmediato de manera radical, inconfundible, ante cualquier intento de injerencia externa, sobre todo cuando hablamos de los poderes fácticos del mundo. Un ejemplo de ello es el reciente incidente con el Gobierno español. Hay que actuar como dice la canción: “Si lo ven que viene, palo al tiburón”. O la otra, de Carlos Puebla: “Al que asome la cabeza, duro con él, Fidel”
Por último y en ese sentido, es imposible no agradecer una vez más a Hugo Chávez por su impulso histórico imborrable a la integración y a la unidad latinoamericana y caribeña, y por su contribución estratégica, extraordinaria, a la conformación de un mundo multipolar, donde cedan finalmente los poderes hegemónicos y den paso a una sociedad humana donde el poder sea compartido desde distintos polos que trabajen coaligadamente para la superación de los graves problemas de la Humanidad.