La historia comienza en 1906 con una caza en la que Fawcett, un valiente militar británico con amplia experiencia, logra la mejor pieza. La tradición obliga a que sea el cazador el que presente al dueño de la finca la presa y sea invitado a cenar en la mesa de honor. Fawcett ve la oportunidad de conseguir entablar relaciones que le lleven al sueño que persigue: conseguir una medalla. El coronel, pese a sus éxitos, no ha logrado nunca tal distinción. Este deseo no es un simple capricho ya que el padre de Fawcett, alcohólico y fracasado, había enlodado el buen nombre de la familia y este desprestigio persigue a nuestro protagonista y a sus descendientes de tal manera que el tener unos “antepasados poco adecuados” le excluye de la mesa de honor.
Días después, Fawcett acude al requerimiento de la Royal Geographical Society que le encarga cartografiar la frontera entre Brasil y Bolivia. Los geógrafos le advierten que será un viaje de varios años, que se adentrará en lugares inexplorados y vivirá muchos peligros. A cambio le prometen que si consigue el éxito, le otorgarán la ansiada condecoración y el reconocimiento que limpiara su apellido. Percy Fawcett acepta la misión y se despide con pesar de su mujer, Nina (que le confiesa que está embarazada) y de su pequeño hijo Jack.Con la inestimable ayuda de Henry Costin, Fawcett lleva a cabo su cometido. Al principio de su viaje se topan con caciques, escenarios de ópera en mitad de la selva y enfrentamientos. Después se internan en la tierra ignota, en lugares donde nadie ha logrado salir con vida, cruzan ríos plagados de peligros, pierden víveres y huyen de indígenas belicosos. Fawcett y Costin logran cartografiar la zona, pero se topan con algo más. En las regiones inexploradas, Fawcett encuentra vestigios de antiguas civilizaciones, cerámicas, piedras talladas y la idea de una ciudad perdida se va formando en su cabeza. Está convencido de que existió una gran civilización adelantada a su tiempo, una urbe grande pavimentada en oro y perfectamente organizada que esconde sus misterios entre la espesa vegetación. La bautiza como la ciudad perdida de Z y decide dedicar su vida a buscarla.De regreso a Inglaterra, 18 meses después, todos celebran el éxito de la misión de la Royal Geographical Society, pero cuando Fawcett expone sus hallazgos, explica sus ideas sobre Z y su intención de volver al Amazonas a buscarla, cae en el descrédito y la burla de la comunidad científica. Esto no desanima al militar que deja de nuevo a su mujer (que vuelve a estar embarazada) y se marcha en busca de Z, la ciudad perdida. Hará siete viajes y siempre se negará a que Nina le acompañe, pues considera que la selva no es sitio para una mujer. Serán veinte años empeñados en encontrar la cuna de la civilización. En una de las ocasiones, su viaje se verá interrumpido por el estallido de la Primera Guerra Mundial y Fawcett tiene que regresar para servir en el frente. Allí asistimos al sin sentido de la guerra, a las trincheras y los confusos uniformes llenos de barro. Pero es aquí donde Fawcett conoce a una adivina que puede ver el sueño que persigue y le anuncia que está llamado a hacer grandes cosas y descubrimos que nuestro protagonista cree en la videncia. Una herida de guerra le dejará ciego durante un tiempo y los médicos le asegurarán que, aunque recuperará la vista, no podrá volver a sus aventuras en América. Un ascenso insuficiente y su insistencia en regresar a la selva, harán que su hijo Jack, convertido en un muchacho, le eche en cara haber descuidado a su familia durante todos esos años y haber crecido sin padre. Pero la enfermedad de Fawcett hace que su hijo comience a comprenderle y a compartir su sueño. Es tal el convencimiento inquebrantable de Percy y el apoyo incondicional de su mujer (en la película afirman que es ella la que encuentra el antiguo manuscrito con la pista definitiva de Z) que Jack decide acompañar a su padre en el próximo viaje y se preparan concienzudamente para ello. Antes de partir, Fawcett le muestra a Nina su brújula y le promete que cuando encuentre Z se la enviará para hacérselo saber.Esta cinta de aventuras al estilo clásico la firma el director James Gray. Durante su largo metraje no solo nos encontramos con la historia de viajes al Amazonas y búsquedas arqueológicas que cabría esperar del argumento, sino también con la descripción psicológica del protagonista y su complicada relación con unos hijos a los que apenas conoce. La película puede resultar muy lenta para el gusto actual donde todo está plagado de rápidas escenas de acción, pero al mismo tiempo adelanta acontecimientos, porque hasta los espectadores que desconocen la historia de Fawcett, intuyen el desenlace con bastante antelación. La cinta está filmada con dedicación, perfectamente planificada, posee una espléndida fotografía y buenas interpretaciones. No solo te acerca al personaje histórico, sino que trata también del valor de la amistad y de la necesidad de ser fiel a uno mismo. Personalmente, me hizo reflexionar sobre la dura tarea de los cartógrafos que, en tiempos pasados, tenían que poner en peligro sus propias vidas para lograr darle forma a un mapa, trazar el curso de un río, dibujar unas montañas en su sitio exacto, y conseguir que todo aquel espacio en blanco, aquella tierra ignota, se convirtiera en un lugar perfectamente definido y delimitado. También hay lugar para la guerra en la película. El horror se nos muestra entre intentos fracasados de comunicarse, avisarse y animarse a gritos confusos bajo el ruido ensordecedor de las bombas; la obligación de seguir avanzando, arma en mano, entre un barullo de hombres con los uniformes embarrados a los que apenas se les distingue el color, sin saber a ciencia cierta si el desconocido que camina a tu lado es un camarada o un enemigo. A pesar de los pocos minutos dedicados a la Gran Guerra, esas imágenes te dicen más que horas de películas bélicas. Hay un público que considera Z, la ciudad perdida una gran obra, pero lo cierto es que en el cine se veían demasiados espectadores consultando sus redes sociales con la luz de la pantalla del móvil reflejada en su rostro y no hubo un solo aplauso al final del film.Parece ser que Z es una suerte de El Dorado que Fawcett tenía en su imaginación, un mito perseguido desde el descubrimiento de América por conquistadores como Francisco de Orellana, Hernán Cortés o Francisco de Pizarro. En sus viajes vive peligrosas aventuras que narra en sus cartas a Arthur Conan-Doyle inspirándolo para escribir El mundo perdido (1912). Una gran amistad le une al también escritor H.R. Haggard quien, posiblemente, lo tomó como referente para crear al protagonista de su novela Las minas del rey Salomon (1885), Allan Quatermain, prototipo de arqueólogo aventurero que Spielberg y Lucas utilizarían más tarde para crear a su célebre personaje Indiana Jones.