Revista Libros
Arturo Pérez Reverte.El italiano.Alfaguara. Madrid, 2021.
El perro lo descubrió primero. Corrió hacia la orilla y se quedó olfateando y moviendo el rabo mientras gruñía con suavidad junto al bulto negro, inmóvil entre la arena y el agua color de nácar que reflejaba la primera claridad del día. El sol no sobrepasaba aún la sombra oscura del Peñón, proyectándola en la superficie de la bahía silenciosa y quieta como un espejo, salpicada por los barcos fondeados que apuntaban sus proas hacia el sur. El cielo era azul pálido, sin una nube, sólo marcado por la columna de humo que ascendía cerca de la embocadura del puerto; allí donde un barco, alcanzado durante la noche por un submarino o un ataque aéreo, había estado ardiendo toda la madrugada. —¡Argos!… ¡Ven aquí, Argos! Era un hombre. Lo comprobó mientras se acercaba, con el perro correteando ahora entre ella y el bulto inmóvil, como si la invitase gozoso a compartir el hallazgo. Un hombre vestido de caucho negro mojado y reluciente. Estaba tumbado de bruces en la orilla, el rostro y el torso en la arena y las piernas todavía en el agua, cual si se hubiera arrastrado hasta allí o lo hubiera depositado la marea. En la cintura llevaba sujeto con correas un cuchillo, en la muñeca izquierda, dos extraños y grandes relojes, y en la derecha un tercero. Las agujas de uno de ellos marcaban las 7 y 43.
Ese es el punto de partida de El italiano, la última novela de Arturo Pérez Reverte que acaba de publicar Alfaguara. Ese náufrago que aparece al amanecer en la orilla del mar en Puente Mayorga, en la bahía de Algeciras, junto a La Línea y muy cerca de Gibraltar, se llama Teseo Lombardo y pertenece a la “Marina de guerra italiana, sin duda. Venido del mar, seguramente de un submarino, para atacar los barcos anclados en el puerto de Gibraltar y en la parte norte de la bahía. Un hombre rana. Un buceador de combate.”
Porque, como explica la nota inicial, “entre 1942 y 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, buzos de combate italianos hundieron o dañaron catorce barcos aliados en Gibraltar y la bahía de Algeciras. Esta novela está inspirada en esos hechos reales. Sólo los personajes y algunas situaciones son imaginarios.”
El origen de la novela, como recuerda el narrador, está en un enigma que le sale al paso en la librería veneciana Olterra, en 1981:
Por entonces no era novelista, ni pretendía serlo. Sólo un periodista joven, reportero entre continuos viajes, al que le gustaban las historias del mar y los marinos. Y me hallaba de vacaciones. No sospeché que lo que entonces leía era el principio de otros muchos libros y largas conversaciones. El comienzo de una compleja indagación sobre personajes y sucesos dramáticos, la resolución de un misterio y el germen de una novela que tardaría cuarenta años en escribir.
Elena Arbués es la dueña de esa librería veneciana cuyo nombre -Olterra- homenajea al buque desde el que partían en el puerto de Algeciras aquellos buceadores de combate italianos. Formaban parte de la Decima Flottiglia MAS, la unidad de buzos italianos que entre 1942 y 1943 atacaron y destruyeron en misiones nocturnas con sus torpedos tripulados con cabezas explosivas, los maiali, más de una docena de buques de guerra y petroleros anclados en la base naval británica en el Peñón.
Elena Arbués, uno de los mejores personajes femeninos creados por Pérez Reverte, es la misma mujer que, como Nausícaa con el náufrago Ulises en la playa de los feacios, rescata al italiano en esa escena inicial. No es el único guiño a la Odisea: también el perro de Ulises se llama Argos, también es el primero que lo descubre a su regreso a Ítaca. Y la librería que Elena Arbués, viuda joven de un oficial de la marina mercante muerto en un ataque inglés, tiene en la calle Real de La Línea se llama Circe, como la diosa que se enamora de Ulises. Y así como Circe transformaba a los hombres, Elena transforma con su mirada a Teseo, un humilde artesano, constructor de góndolas, en un héroe sobre el que proyecta tres milenios de memoria cultural del Mediterráneo y el mundo clásico, aquel “extraño Ulises salido del mar, vestido de caucho negro, sangrando por la nariz y los oídos: cuerpo duro y musculoso, pelo mojado, perfil masculino clásico, bien cortado, sobre el que encajaría con naturalidad el bronce de un antiguo yelmo griego.” Ya sus nombres evocadores -Elena, Teseo- remiten de forma explícita a ese territorio mitológico y clásico de la guerra de Troya y del laberinto del minotauro.
Crónica y novela, investigación e imaginación, ficción y realidad se dan cita en esta historia de amor y guerra, de espionaje y sabotaje, cuyo personaje principal es una mujer. Como en otras obras del autor, valores como el honor y la amistad, la camaradería y el valor individual, el heroísmo, la audacia y el instinto de supervivencia guían una acción trepidante que en su conjunto constituye una nueva variación sobre el tema del héroe, tan ambiguo y complejo como en el resto de sus novelas.
En su memorable final se reúnen en una escena casi cinematográfica los tres personajes centrales de la trama: Elena Arbués, Teseo Lombardo y el contradictorio policía gibraltareño Harry Campello que investiga los sabotajes:
En ese momento, liberándose con brusco desafío de la mano que le sujeta un brazo, Elena Arbués va al encuentro de Teseo Lombardo, se detiene ante él, y oprimiendo el mecanismo del encendedor le ofrece fuego para el cigarrillo que lleva colgando de los labios. Y Harry Campello, apretados los puños con tanta fuerza que le duelen los nudillos, ve impotente cómo el italiano inclina el rostro, acerca el cigarrillo a la llama que ilumina y aclara sus iris verdes, aspira la primera bocanada de humo y sigue adelante impasible, inexpresivo, sin dar las gracias ni mirar en ningún momento a la mujer. Dejándola a salvo con su silencio.
Es una nueva demostración de la solvencia narrativa de Pérez Reverte, de su talento para tejer tramas novelísticas, de su gusto a la hora de contar historias y de su capacidad para crear personajes inolvidables y creíbles en torno a un triángulo de temas -la guerra, el mar, el amor- en los que ha basado algunas de sus mejores novelas, desde El oro del rey a El asedio, desde La carta esférica a la reciente Línea de fuego.
Santos Domínguez