
Con la barrera de las verdades, altísima, puesta frente a hombres y mujeres decepcionados con lo que han llegado a convertirse, ese muro común para tantos dramas y melodramas, huye por el desierto "The trap", a la zaga de "Bad day at Black Rock" pero no muy lejos de "The river's edge", recorriendo ese trayecto que hicieron en paralelo Elmore Leonard y Borden Chase, con los que parece inevitable relacionar el film.

Expeditiva carta de presentación, pero no hay que llevarse a engaño.
Lo moderno (los medios de transporte más rápidos, la extorsión masiva, el dinero sucio, etc.) poco impresiona a lo antiguo, que fue más libre y más salvaje.
Así, este capo cansado y ansioso por largarse de una vez por todas, Massonetti (Lee J Cobb), es mucho menos duro y resulta la mitad de peligroso que otro villano al que dio vida este actor ese mismo año, el viejo ladrón de "Man of the west", que nada sabía del capitalismo y de cómo subvertirlo, el gran avance - o la gran falla - entre los dos géneros americanos por excelencia.
Massonetti ha medrado para amasar su montaña de billetes y gregarios pero poco sabe hacer por sí mismo; compra todo, hasta las palabras.
Ya no hay un Liberty Valance para imponer el terror - como mucho llegaría a ser un primer esbirro -, pero tampoco un idealista que crea que se conseguirá cambiar algo con libros.
Como ni siquiera la derrota es verdadera, Panama, inteligentemente, no resalta si al final Massonetti vive o muere. Anderson puede emprender una nueva vida y es lo fundamental, ya que Massonetti nunca se sabe si podrá comprar al juez de turno y salir indemne.

De cuanto sucedió y sucede ahora con su padre, su hermano y su cuñada, emerge otra película incluso más interesante y más compleja - casi inimaginable en el cine de Norman Panama -, de una emotividad abrupta, excéntrica a los ojos de quienes no la viven.
Ninguna frase, ningún golpe ni disparo será tan elocuente como las miradas que se profesan los personajes.
Está tan bien construido - en ochenta y tres minutos - ese andamiaje, que una vez más cunde la sensación habitual que distingue a esta gran época del cine americano: en cualquier recodo, siguiendo cualquiera de los caminos abiertos por el film, sabemos que estaremos a gusto, nos interesará lo que va suceder, no nos importaría que continuase aún perdiendo de vista otros asuntos importantes.