Revista Cultura y Ocio
Soy maestro de rebote. Yo apunté la pelota del futuro hacia el periodismo, pero el objetivo estaba fuera del alcance del joven tirador y finalmente la pelota rebotó contra la pared de la pobreza, yendo a caer finalmente en un patio escolar. Con todo logré arrancar al destino algunos jirones de mis sueños periodísticos. En cuanto tuve ocasión me lancé a la publicación de un periódico escolar.
Al principio hube de contentarme con leer detenidamente y coleccionar números editados en los diferentes colegios a mi alcance. Luego, en cuanto pude, realicé algún curso de formación. Más tarde me ofrecí a dirigir un periódico escolar en el colegio del que publicamos tres números de calidad notable. En ocasiones, llevé la actividad editora a la clase y elaboramos algún numero monográfico en la asignatura de Ética cuyo contenido se adaptaba muy bien a este formato. Con unos cuantos años más de experiencia coordiné un curso de edición en Word para profesores, que enfocamos precisamente a la edición de un periódico escolar; a trancas y barrancas logramos elaboramos un ejemplar aceptable. Finalmente aprovechando las facilidades de edición en la red, editamos un blog con actualizaciones frecuentes y pretensiones de periódico on line. Este último con el reto añadido de ser elaborado por alumnos con necesidades educativas especiales.
De la puesta en marcha de todas estas iniciativas rescato muchos recuerdos agradables: el uso de las planchas de gelatina, las míticas "vietnamitas", el pringue de la tinta, la elaboración de los clichés de cera mediante punzones, máquinas de escribir sin cinta o impresora de matriz de puntos... Recuerdo el olor del papel y de la tinta, el ambiente de la sala de máquinas con el run-run continuo de la multicopista, los paquetes de las hojas impresas alineados para confeccionar el ejemplar, la fila de alumnos recogiendo por orden las hojas, el grapado, la distribución... Mi cariño por este trabajo me llevó a conservar aún un ejemplar de cada número. Ahora serían piezas de un potencial museo escolar en cada centro.
Con la llegada de las nuevas tecnologías y aprovechando el rebufo de la web amateur que inicié en el centro impliqué a mis alumnos en la edición del blog-periódico. Para concretar en algo físico los ejemplares cada trimestre realizábamos una recopilación en papel de las noticias más relevantes del blog. La experiencia resultó muy interesante. Hoy en día aún pueden descargarse de internet los tres ejemplares de aquellas ediciones del año 2007.
Sin embargo no fue un camino de rosas (o sí, ¡por las espinas!). A la frágil voluntad de colaboración de los alumnos se añadía la falta de interés del resto de la comunidad escolar que apenas participó. Pese a ello, el último número lo vendimos (los anteriores se regalaban) y con el dinero resultante nos pagamos una merienda en el burguer. Los chicos del Periodicole (así se llamaba el periódico) disfrutaron de su merecido sueldo de colaboradores. Para ellos compuse unas letrillas mostrándoles mi agradecimiento por su participación y esfuerzo:
"Ole, con ole, con ole:los chicos de Periodicole·"
Si no creyera en la importancia de la prensa en la vida de los ciudadanos y, por supuesto, en la escuela no escribiría estas líneas henchidas de nostalgia. Me causa pena (e indignación) el desprecio de muchas personas por la prensa seria. Muchas veces escuchamos en los bares: "Sólo tengo prensa deportiva, los periódicos no interesan" o "solo dicen mentiras"... Esa superficialidad asusta. El espíritu crítico brilla por su ausencia. Y así nos va.