La pasión por Outrun llevó incluso a convertir la máquina
en una 'scooter' con motor de verdad. ¡Gulp!
Personalmente me encantaBA la saga Burnout. Los dos primeros juegos de los de Criterion supieron combinar estupendamente las carreras con ese pequeño aliciente del riesgo y los accidentes que nos ponía a mil con tan sólo tocar el mando. Volver de un pesado día de trabajo y coger la pista del aeropuerto de Burnout 2 para batir un nuevo récord de velocidad es sinónimo de desatar el caudal de adrenalina y luego dormir como un bebé soñando con coches en dirección contraria. Luego Criterion se volvió algo tarumba, el señor Ward decidió darle una vuelta a la mecánica y arruinar gran parte de su componente desenfadado. En fin, designios del mercado supongo.
Algo parecido sucedió con Need for Speed. La irregularidad de la franquicia de EA es lo nunca visto. El primero de la serie, auspiciado por la famosa 'Track & Field' sorprendió a propios y extraños por su calidad ténica y sobre todo los diseños de los circuitos y la jugabilidad. Vale, también molaba conducir aquellos 'bicharracos' de tropecientos caballos, pero lo que importaba realmente era llegar el primero, evitar a la poli y disfrutar del viaje como nunca antes habíamos hecho. La secuela, e incluso la tercera parte si me apuráis, también gustaban, y las partidas en red con NFS 2 quedarán grabadas en mi cerebro durante muchos años. También nos podemos remontar a un poco antes, con aquellos juegos arcade de la escuela Outrun, con aquellos efectos pixelados de scaling para proporcionar sensación de velocidad. Sublime, ¿verdad? No necesitábamos más que a una tipa rubia sentada de copiloto y pisar a fondo el acelerador mientras la música machachona resonaba en nuestros oídos... Ah... 'Splash Wave', como te recuerdo.... No fue el único, ahí estaba la maestra SEGA demostrando como dominaba el medio con cada placa arcade que fabricaba y conversionando algunos de sus juegos en las máquinas domésticas. Velocidad y habilidad al volante. Ya está.
Ahhhh... demasiado bueno
Todo explotó con la llegada de Dayona USA y Ridge Racer. Sega y Namco enfrentadas por el poder de los recreativos por un lado mientras se libraba la batalla consolera por el otro. Los imitadores no tardaron en llegar, y aún hoy en día disfrutamos mucho con Screamer para PC, de los italianos Graffiti y que supo concentrar como nadie las cualidades de la conducción despiadada y la sensación de no llegar a la meta antes de que se agote el tiempo. Ahora todo es más difuso. Los coches brillan pero no corren, los escenarios son preciosistas pero hay que concentrarse en bajar de marcha, frenar y seguir la trazada correcta. Los DLC están a la orden del día y los pocos arcade comerciales actuales como Blur, Split Second el mismísimo Outrun 2006 o Pure apenas consiguen ventas para sobrevivir. Ni siquiera Ridge Racer es lo mismo, y no hablemos ya de la serie Need for Speed, o el coñazo de exploración tipo 'sandbox' en que se ha convertido Burnout (¿mande?). Por supuesto los coches no fueron los únicos representantes del género a finales de los 80, los 90 y parte de la década de 2000 en adelante. Hang-On, Moto Racer, Redline Racer, Wave Race de Nintendo, el escandaloso Hydro Thunder... Todos basaban la misma premisa de sencillez de manejo y carreras directas y divertidas.
Hydro Thunder. La recreativa espectacular. Las conversiones de Eurocom también.
Hablando de Midway, durante los 90 aprovechó como nunca su aún cierto poder en el mercado de los arcade. La horrible saga Cruis'n (¿en qué narices estaba pensando Nintendo?) dio para bastantes juegos y para un estilo propio de carreras totalmente fuera de control que llegaron el culmen con San Francisco Rush 2049, posiblemente el mejor (o al menos más completo) juego de carreras de Midway. Es verdad que también existía un componente explorador, pero lo importante era la velocidad, pegar saltos y llegar el primero a meta, además de contar con un buen número de modos de juego a cual más gamberro. Por eso nos congratula enormemente que Distance, la secuela espiritual de Nitronic Rush, haya conseguido el dinero necesario a partir de la campaña Kickstarter iniciada hace unas semanas y lo veamos pronto convertido en una realidad.
El juego es una mezcla de carreras futuristas tipo Rush 2049 (de hecho cuenta con la bendición de sus creadores), con la velocidad de Xtreme G, el neón de Nitronic Rush y las piruetas de ese gran desconocido para Nintendo 64 de Boss Games Stunt Racer 64. Es un arcade de carreras, ni más ni menos. Veloz, furioso, sencillo de manejar (imaginamos que no de dominar) y con mucho potencial para los que estamos hartos de simuladores y derivados podamos echarnos unas partidillas de 10 minutos cuando nos apetezca liberar la frustración del día de trabajo. ¿Es que acaso estoy en contra de los otros juegos de coches tipo simuladores? Ni mucho menos, por supuesto que tienen que existir ya que hay están las cifras que demuestran como hay un gran número de seguidores que apuestan por la última parte de Forza (espectacular), los GT de Sony o el último engrendro Burnout (por ahí si que no paso).
El aspecto futurista le va perfecto al estilo de juego
En fin, que una vez más recurrimos a los creadores indie para encontrar lo que buscamos y demos gracias por ello. También hay otros títulos minoritarios mejor situados en el mercado como la serie Flatout o el reciente Gas Guzzlers localizado por FX Interactive, no lo olvidemos, pero no son exactamente carreras como las entendíamos hace unos años. Es una suerte que nos haya tocado vivir esta época tan de cerca. No nos cansamos de decirlo pero es cierto, la enorme oferta lúdica actual, en la que los juegos aparecen casi literalmente de debajo de las piedras, provoca que títulos como Distance tengan una oportunidad, y que recién licenciados de la DigiPen puedan ver su primer proyecto comercial hecho realidad. Al menos algo bueno tenía que haber, ¿no?