Revista Cultura y Ocio
No sé el tiempo que he estado leyendo esta novela de Pedro Ugarte. Semanas. En todo caso, mucho más de lo habitual en mí, que soy lector de avance rotundo. Pero en las páginas de Perros en el camino he preferido caminar con lentitud, saboreando cada capítulo, cada párrafo, cada frase. Y ahora, enfrentándome a la pantalla del ordenador y con los dedos acariciando el teclado, siento que no puedo hacer una reseña como la que sería esperable de un profesor de literatura (oh) y de un crítico que lleva veinticinco años elaborándolas en prensa (oh, de nuevo). No puedo. No me va a salir. Así que desisto antes de adentrarme en ese manglar aséptico y elijo una ruta más pasional: decir, con tanta rotundidad como sencillez, que la novela es magnífica. Y es magnífica por lo que tienen que ser magníficos los libros: por el modo en que están escritos, no por la filigrana de sus argumentos, la arrogancia airosa de su construcción o el final explosivo que las corona.Perros en el camino me ha mostrado a un prosista superlativo, indesmayable, áureo, que atiende a la sintaxis y a la semántica con igual vigor, esforzándose por localizar los sustantivos más elegantes, los adjetivos más oportunos, el ritmo más envolvente. Y lo consigue cervantinamente: esto es, como si se tratase de una emanación natural de su espíritu, en lugar de fruto de un trabajo tenaz y lleno de esfuerzo. A Pedro Ugarte, maravilla absoluta, no se le ve sudar; y esa virtud es privilegio que pocos narradores alcanzan. Pongo un ejemplo (uno entre docenas posibles) de la página 374: “La tarde experimentó un modo particularmente gentil de anochecer”. A mí me resulta imposible transitar por encima de esa frase sin detenerme a admirar su belleza y su precisión: su verbo, su adverbio, su adjetivo. Por eso he querido pasear, más que correr, por el laberinto narrativo de esta obra.¿Es una novela sobre la amistad y las traiciones? Sin duda. ¿Es un trabajo donde se reflexiona sobre el mundillo literario actual, tan mercantilizado y lleno de estrategias comerciales? También, claro que sí. ¿Constituye una profundización sobre la culpa, el remordimiento y las cuentas pendientes? Evidentemente. ¿Es un largo poema de amor, que se prolonga en el tiempo y que se aquilata con el paso de los años? Por supuesto… Perros en el camino es mil cosas, pero sobre todo una: un espléndido monumento narrativo, que aconsejo con la mayor y más sincera de las vivezas. Emociona, convence, embriaga, seduce, inunda. Una novela, sin adornos sea dicho, inolvidable.