Michelle, muy joven y delgado aún, en la fiesta de fin de residentado médico en anestesia
El (la) anestesiólogo(a) peruano(a) radicado(a) -disculpen la indefinición- en el país de Valones y Flamencos nació en el barrio del Tercer Sexo, distrito de Mariquitas, provincia de La Mariposa. Vino a este mundo en la sala de partos de la clínica Elano Dill' Attado, la que queda frente al club social "The Happy Gay".
No bien salido(a) del vientre materno, muy nene(a) aún, demostraría su posición contestataria en contra de las formas establecidas (la relación de pareja héterosexual).
-Es un varón- gritó efusivamente el ginecólogo, a la par que le daba de nalgadas para que llore fuerte.
-Eso es lo que tú crees (y qué rico que me agarras las nalgas)- manifestó Michelle, a través de sus primeros sonidos guturales.
Decepcionado del sistema educativo nacional (en la secundaria, la dirección del colegio no aprobaba su romance con el jardinero), decidió realizar sus estudios médicos en la Unión Soviética, un lugar donde tendría mayor facilidad para disfrutar de sus romance con su pareja el Sr. Viacheslav Penev.
Años después retornó a trabajar a su país toda una "european lady" anestesista. Pero sus colegas no podían creer que tras sus estudios de la especialidad en una prestigiosa universidad ucraniana tuviera conceptos tan insólitos como "la ketamina más diazepam intramusculares son de elección en la operación cesárea" o "hay que atar al paciente a la cama durante la cirugía para que no se mueva y deje operar tranquilo al cirujano".

Fotografía reciente de Michelle, un poco más viejo y gordo.
Decepcionado por la incomprensión de sus colegas tercermundistas y la escasez de "amigos" del tipo cosaco ruso (que tanto le gustaba, optó por regresar al viejo continente para enrolarse en la organización de ayuda humanitaria internacional "Médicos Sin Tranqueras", que tan necesitada estaba de anestesistas que no le importó contratar a semejante esperpento.
Ya nuevamente en Europa, se vengó del por el desprecio del que fue objeto en el Tercer Mundo Sudamericano contratando a cirujanos alemanes, discípulos del Dr. Mengele, a operar sin anestesia a niños somalíes y enviando anestesiólogos peruanos a trabajar en hospitales fantasmas en Afganistán.
Corren los runores de que a través de un blogger andino, los Talibanes se enteraron del poco (por no decir nulo) interés del Dr. Téllez en que se administre una anestesia digna a pacientes afganos. Luego de un juicio sumario in absentia, la gente de Bin Laden condenó a muerte a Michelle.
Un día Michelle recibió una carta del Medio Oriente donde le comunicaban que moriría fusilado.
-Ay, qué pena- sollozó desilusionado. Me hubiera gustado morir empalado.