En la larguísima poesía Lluvia oblicua, hay un movimiento, el VI, que trata sobre los recuerdos de la infancia.
Muchos son los grandes poemas de Fernando Pessoa. Innumerables. Pero hay tres o cuatro que siempre rebotan entre las redes refritas de mi telaraña neural. Hay una que me retrotrae a la infancia como ninguna otra poesía de ningún otro escritor. Es un poema falsamente sencillo, bello, llano y lleno que túneles que, de resbalar por ellos, puedes alcanzar otro tiempo, regado de saudades.
VI (Lluvia Oblicua)
El maestro sacude la batuta
Y lánguida y triste la música empieza...
Me recuerda mi infancia, aquel día
En que yo jugaba al pie del muro de una quinta
Arrojándole una pelota que tenía de un lado
El deslizar de un perro verde, y del otro lado
Un caballo azul que corría con un jockey amarillo...
Prosigue la música, y estás en mi infancia
De repente entro yo y el maestro, muro blanco,
Va y viene la pelota, ora un perro verde,
Ora un caballo azul con un jockey amarillo...
Todo el teatro es mi quinta, mi infancia
Está en todos los lugares, y la pelota viene a tocar música,
Una música triste y vaga que pasea por mi quinta
Vestida de perro verde que se vuelve jockey amarillo...
(Tan rápida gira la pelota entre los músicos y yo...)
La arrojo de vuelta a mi infancia y ella
Atraviesa el teatro todo que está a mis pies
Saltando con un jockey amarillo y un perro verde
Y un caballo azul que aparece por encima del muro
De mi quinta... Y la música arroja pelotas
A mi infancia... Y el muro de la quinta está hecho degestos
De batuta y rotaciones confusas de perros verdes
Y caballos azules y jockeys amarillos...
Todo el teatro es un muro blanco de música
Por donde un perro verde corre detrás de mi nostalgia
De mi infancia, caballo azul con un jockey amarillo...
Y de un lado para otro, de derecha a izquierda,
Donde hay árboles y entre las ramas, al pie de la copa,
Con orquestas que tocan música,
Donde hay filas de pelotas en la tienda donde las compré
Y el hombre de la tienda sonríe entre los recuerdos de mi infancia...
Y la música cesa como un muro que se derrumba,
La pelota rueda por el despeñadero de mis sueños interrumpidos,
Y de lo alto de un caballo azul, el maestro, jockey
amarillo que se vuelve negro,
Da las gracias, posando la batuta encima de la fuga de un muro,
Y se inclina, sonriendo, con una pelota blanca encima de la cabeza,
Pelota blanca que le desaparece por las costillas abajo...