*Advertencia al lector: este texto repite el concepto rock nacional en reiteradas oportunidades.
Facebook está lleno de páginas, amigos, desconocidos, solicitudes y desde hace unos días, iconos para describir tu sentimiento más exacto hacia el mundo. Entre tanto bombardeo hay uno improcedente, no tan lógico y detectable como los otros: el de los llamados "Grupos". Pueden agregarte a un grupo sin que te enteres y de golpe lloverán notificaciones de esos congresos de idiotas donde se comparten fotos graciosas, se debaten pavadas sobre los partidos de Racing o se descifran (mal) los acordes imposibles de Spinetta.
Pero hay un grupo al que, no sé por qué, de vez en cuando entro. Se llama Pez Apesta y en él, fanáticos desquiciados del otra vez cuarteto comparten sentimientos y postales sobre la banda de Ariel Minimal, Franco Salvador y Fósforo García (más quien se sume a esa columna vertebral, hoy el gran Juan Ravioli, jugador de toda la cancha). Desde ahí avisaron hace un par de semanas que Pez estaba en la Rock and Pop y, entre los comentarios, uno citaba a Minimal: "el disco nuevo ya está en internet si se lo busca". Así era, nomás: el grupo dijo que subiría la novedad el viernes 26 de febrero y en su sitio, pero el día anterior, Jetong.xyz albergaba el supuesto enlace a la felicidad. Un par de clics y allí el acceso a Rock Nacional. Lo encontré antes de que lo pusieran en Pez Apesta.
(Párrafo aparte: se armó un debate picante al respecto, entre allegados al grupo y el público impaciente que no supo esperar unas horas la versión más fiel del álbum; al otro día se bajó el disco en mejor calidad desde el link oficial).
El título debe asustar a unos cuantos fans radicales (duplico) que ven en la apuesta cancionera de Sanzo y los suyos una amenaza al progresivismo que Pez tan bien exhibió aquí y allá en veintipico de años de álbumes notables. ¿Rock nacional? Cancioncitas, bah. Si es rock nacional no va a ser tan distorsionado, supongo que se piensa. La oreja nos dirige hacía una tímbrica, un volumen, una vaga idea de canción que se nos hace propia y que trascendió décadas, desde fines de los 60 hasta hoy. Es una marca, no los culpo. Recuerdo a mi amigo el Mono señalando una canción del disco By the way -"On Mercury"- y diciéndome "¡suena a rock nacional!". Sin ser un erudito, algo de razón tenía.
Los links son instantáneos si buscamos primos dentro de la vasta discografía de Pez. Rock Nacional es altamente emparentable a Hoy o aquel sol detrás de otro sol: contemplación ("Lo nuevo" es casi para meditar), canciones brillantes y limpias, santanismos (la plegaria de "Más música", que ya habían adelantado y venían tocando, una delicia), pulsos cercanos al candombe y más percusión que nunca (algo parecido a la clave 3:2 en "Cuidate, Monito"). Cuando un grupo tiene tantos discos, lo primero que se hace es buscar los parecidos y los diferentes, ¿cierto?
Hay más voces cantantes, también, como en la preciosa coda de "Disparado". Ravioli se hace notar con sus teclas y su garganta, en aportes esporádicos y distintivos dentro de un grupo poco acostumbrado a los coros.
Pero volvamos al concepto. Rock Nacional no es un disco sino un lugar de refugio. Desde su portada -recuerda la de Instituciones de Sui Generis, aunque es todavía más apocalíptica- y su enunciado se autodelata. Nos mete de cabeza en la historia del rock argentino: un intento de salvataje del estado de ánimo ante la evidencia de lo que presagia el canto. ¿Qué se presagia? Tiempos difíciles. ¿Cuándo? Hoy, mañana. ¿Por qué? Lo que estaba no está más (estúpida y sensual pérdida). ¿Alguna vez el rock nacional dejó de ser ese ente salvador? Quizá un rato durante el kirchnerismo.
Desde sus orígenes, o con la dictadura atroz que vino luego, o en los 90 de Menem, incluso en el destapado retorno a la democracia, el rock vernáculo siempre estuvo atento al gesto político. Llámese Charly García o Los Violadores, Fito Paez o La Renga, ya fuera rozando las boletas o metiendo la cuchara hasta el fondo. Indudablemente, para el rock local este no es un ítem que se pueda pasar por alto, aunque todavía queden gansos que desde su rol de artistas no quieran, porque no deben, descender a la arena política.
Y si la política hiende, de la euforia a la poca memoria hay un solo paso, todo pasa rápido y concluye al fin, ahí está (el) Rock Nacional. Setentista desde la evocación hasta el sonido, de ese rock nacional es este RN. Pero también de los otros: es evidente el parecido -agárrense, talibanes- entre el pasaje de cierre de "Tan deprisa ya" y la introducción de "Loco un poco" de Turf, por caso. Leído en la red de redes: Minimal dijo que esa canción le sonaba a Man Ray.
En el fondo, y aunque siga fuera de la etiqueta, posiblemente porque para ello hay que contar con una mayor legitimación popular, como Las Pastillas del Abuelo o No Te Va Gustar -¡uruguayos que suenan en la Mega!-, Pez siempre usó con orgullo esta remera: más allá de las citas a Miguel Mateos o a la revista Pelo, esa presencia está en su música. Pez no es rock nacional desde Rock Nacional, mucho menos por apropiarse de una frase del exlider de Zas. Es lo que es por derecho propio, por historia, por hermandad sonora.
***
¿Más música? Vaya si es necesaria, mucha, otra vez compañía ante la desesperación y la soledad (¿qué se puede hacer salvo escuchar Rock Nacional?). Canciones tan llanas como "Cerezas" o la mencionada "Tan deprisa ya" son eso, algo así como mensajes humanistas bajados por la antena del imparable cantor quemero. En la vida Pez llegó a estos niveles de desnudez, por lo que habrá varios horrorizados que miren con mejores ojos al Minimal místico y guerrero que vocifera en "De la vieja escuela del amor".
El cierre del disco es una canción noble y breve, "Calabacita", que venía sonando en los shows. La festejada aquí es nada menos que Cristina Fernández de Kirchner, expresidenta de la Nación. Difícil encontrar tanto afecto, explícito, desde el rock y para un político. Se canta:
Me dicen que te vas, no lo puedo creer
Postales de lo que vendrá y el miedo a no poder
Seguir acá sin vos, saber que los otros ni dan
Todo lo que pasó no desaparecerá, ya lo vas a ver
Me dicen que te vas, no lo quiero creer
Y no soy el único que espera que vuelvas por acá
En el video que la banda subió a YouTube, sobre el final se proyecta una Cristina radiante, triunfal, saludando a la multitud. Se entendía sin la foto, pero este pez por la boca no pensaba morir; Pablo Dacal diría que es superficial porque "no esconde nada" (la postal de lo que vendrá está en la tapa).
De Pez al pueblo, en la cara.
Al fan: No tengas miedo/ sólo es lo nuevo.
Al novel: Te doy la bienvenida.
Si entienden los dos, vamos a volver.