En horas de soledad mi mente viaja a rincones donde la memoria aguarda con traicioneros recuerdos, y es ahí en esas horas débiles donde mi corazón se deja abofetear por el recuerdo. Hace tiempo que no le plantaba cara, hace tiempo que sangraba a pesar de las sonrisas pero ya no más, pido perdón a mi corazón por dejar que el recuerdo lo maltratara tantas veces.
Te pido perdón a ti, por desconfiar desde mi subconsciente, me arrodillo abrazando tus tobillos y empapándote los pies de lagrimas, levanto el rostro roto con la mirada vacía del llanto, imploro clemencia por mi desconfianza, imploro el perdón que no merezco, mírame esta es mi penitencia.
Ahora ya sé cuán fiel eres, ahora ya sé cuánto me amas, ahora ya sé que no habría sido en balde si hubiera dado la vida por ti como sentía que tenía que hacer…. Mírame, acaricia este rostro roto, cura las heridas que mi mente sádica ha hecho, sana con tu don ese mal incurable del corazón, cósemelo y guárdalo, tu fidelidad y amor son los únicos fármacos que curaran mí dolor.
Te quiero, a pesar de todo te amo, te deseo y me rompo de quererte, ahora ya no hay nada, me tienes desnuda y desprotegida.
Como la guerrera o el dragón, sin armas ni magia o fuego, así estoy, acurrucada en un rincón temerosa de tu ausencia, helada por el olvido y ciega del llanto, si no estás a mi lado, cuídame del mundo.
Y sobretodo...cuídame de mi sádico recuerdo…
Te adoro.