La ciudad de Jerusalén ha sido, desde hace muchos años, motivo de guerras y derramamiento de sangre entre fanatismos religiosos y, como es costumbre cuando de religiones se trata, la intolerancia siempre venció a la razón. Durante siglos, esa ciudad ha sido disputada por muchos y de muchas formas, pero hoy en día, no muy lejos de allí, no son espadas ni catapultas las que pugnan por los alrededores de la Tierra Santa, sino balas y bombas.
Los judíos fueron siempre perseguidos allá donde fueron, obligados a dispersarse. El “pueblo elegido de Dios” ha llevado siempre el cartel de víctimas, y en muchas ocasiones no sin razón; tras todas las persecuciones sufridas, el holocausto fue el episodio más trágico para este pueblo (aproximadamente 6 millones de judíos fueron asesinados).
El ansia por retornar a la tierra de donde fueron expulsados en la época romana hizo surgir el sionismo, un movimiento político que reclamaba la formación de un estado judío en la Tierra de Israel. Pero no fue hasta la Primera Guerra Mundial, cuando el Gobierno Británico, tras conquistar la tierra de Palestina, prometió a los árabes Estados independientes y a los judíos su tan demandado Estado judío en Israel (Tratado de Balfour). Tras esto, la situación era tensa en Palestina, ya que sus habitantes árabes estaban siendo expulsados de sus casas por la presión de la gran inmigración de judíos.
Finalmente, tras la Segunda Guerra Mundial y con el apoyo de EEUU conseguido por los sionistas, las Naciones Unidas determinaron dividir el territorio de Palestina en dos estados, uno para los árabes y otro para los judíos. El Estado de Israel fue haciéndose cada vez más fuerte en el territorio, prohibiendo el regreso a los palestinos que se vieron obligados a exiliarse y aplacando con facilidad las revueltas árabes denominadas “intifadas”, la primera de ellas, llamada “la Guerra de las Piedras”, comenzó con el arrojo de piedras por parte de los palestinos al ejército israelí, el cuál respondió con fuego, algo que resume bastante bien lo que está siendo el conflicto.
En 1987 se creó el gobierno de Hamás, actual gobierno de la Franja de Gaza, el cual es considerado tanto por EEUU y la UE como por otros países como una organización terrorista. Lo cierto es que Hamás tiene un brazo armado (las Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam) con el objetivo de destruir el estado de Israel, pero no cuentan ni con la tecnología ni con el armamento necesario para hacer frente a uno de los ejércitos mejor preparados del mundo como el israelí.
Precisamente es la excusa de combatir el terrorismo de Hamás la que ha llevado a Israel a bombardear, sin ningún criterio a la hora de elegir objetivos, la Franja de Gaza. Acusando de anti-semita a todo aquel que critique sus actos, Israel cuenta con el apoyo incondicional de EEUU para tener total impunidad en sus acciones, catalogadas en los últimos días como crímenes de guerra.
En numerosas ocasiones se han entablado conversaciones para lograr la paz, pero el hecho de que Israel controle puntos importantes tales como fuentes de agua o carreteras que no tiene intención de ceder, dificulta cualquier progreso. Otro de los principales problemas es la emblemática ciudad con la que abríamos el artículo, ambos quieren como capital a Jerusalén.
De este conflicto, los peor parados son sin duda los palestinos; según datos sacados de un trabajo realizado por Tarek Jaziri : “El 47% de la población palestina residente en Cisjordania y Gaza (3,5 millones) viven por debajo del nivel de pobreza y 600 ́000 no pueden cubrir sus necesidades básicas de alimentación. Pero en Gaza todo es peor; en el lugar más densamente poblado de la tierra, más de 4000 habitantes por km2, un 13% de la población sufre malnutrición.” Todo esto es en gran parte debido a que la Franja de Gaza sufre un bloqueo permanente por parte de Israel, algo que los condena inevitablemente a la pobreza. El último episodio de este conflicto es la reciente operación que está llevando a cabo Israel estos últimos días, “Operación Margen Protector”, en la que ya son más de 1000 los palestinos muertos, muchos de ellos niños, y en la que se ha bombardeado tanto ambulancias, escuelas, hospitales, domicilios personales como a niños jugando en la playa.
Miles de personas se están manifestando en todo el mundo en contra de lo que se considera ya un genocidio en toda regla. Las concentraciones pidiendo el alto el fuego en Gaza son cada vez más frecuentes ante la mirada indiferente de los gobiernos de occidente, que siguen un guión claro. Como ha dicho recientemente en una carta el actor Javier Bardem: “Me avergüenza una comunidad que dice representarme con su silencio.”
Para concluir, es necesario resaltar que es en situaciones como ésta cuando se ve de verdad qué es lo que importa en este mundo. Se nos vende democracia y libertad, pero luego son las mismas personas las que justifican asesinatos en masa en pro de sus intereses. Muchos esperamos que la situación que viven los ciudadanos de Gaza cambie, pero mientras Israel cuente con el apoyo del Tío Sam, el destino de los palestinos es muy sombrío.