Revista Creaciones

Piedras en el camino

Por Patriciaderosas @derosasybaobabs

Esta semana volví al gimnasio, que lo tenía un poco abandonado. Cualquier entrenamiento acaba siempre con una buena sensación, la del trabajo cumplido y la endorfina desatada. Parece que nada puede estropear ese instante de satisfacción de sumergirte en agua caliente y continuar tu día. Nada, salvo descubrir que te has olvidado las chanclas cuando vas camino de tu relajante y merecida ducha y tienes claro que no tocarás el suelo de otra manera. Eso me dejó durante unos minutos  parada en el vestuario, como si una pequeña espera fuese a facilitar que apareciesen unas por arte de magia.

Mi madre decía que yo tenía la habilidad de recorrer media playa sin tocar el suelo cuando era pequeña. Durante algún tiempo, veraneamos en una localidad con una bonita playa pero que, en lugar de arena, tenía piedras, muchas piedras. Sigo teniendo cierta torpeza caminando por este tipo de playas. Siempre avanzo tratando de mostrar confianza y paso firme pero con la esperanza de que nadie me esté mirando porque mis pasos transcurren entre algún que otro “ay” y ligeros gestos de dolor que no me esfuerzo en disimular. Así que me imagino en una situación así siendo niña, visualizando todo un largo camino de peregrinaje desde la entrada de la playa hasta la orilla. Recuerda mi madre que, sin ningún tipo de pudor, desobedeciendo sus indicaciones y aumentando su vergüenza, yo avanzaba pisando las toallas de cualquier veraneante que se cruzara en mi camino. Como la rana que salta en un estanque de piedra en piedra. Imagino que, por suerte para mí, aquella playa estaba llena. Y la orilla no muy lejana.

Hay un momento en el que ya no puedes seguir evitando tocar las piedras. No a costa de pisar toallas o piernas o incluso cabezas. Y tienes que empezar a apoyar la planta del pie sobre esa superficie irregular, a veces muy caliente, otras, aristada. Casi siempre molesta. Y a buscar el equilibrio.

Me duché en el vestuario y no tuve que tocar el suelo. Sin detalles, que los magos no enseñan sus trucos.

Al final, siempre hay alguna forma de llegar hasta el agua. Cómo llegar es cada vez más importante.


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