Del reportaje al filósofo Pierre Rosanvallon publicado por “Ñ”, seleccionamos algunos párrafos interesantes de la misma.Mayo del 68 entra totalmente en mi recorrido porque yo era estudiante en aquella época: tenía 20 años. Tener 20 años en 1968 es algo que no se puede olvidar, es el descubrimiento de que la emancipación es tanto individual como colectiva. La emancipación es aprender nuevos modos de funcionamiento en la sociedad y además, reconocer que la vida de cada individuo tiene que tener su singularidad, que la particularidad es una calidad de nuestra sociedad. Antes de Mayo del 68 se pensaba en la emancipación de la clase obrera, la emancipación de la masa, de los grupos; había que pensar la emancipación en términos de grandes batallones. Mayo del 68 indujo la dimensión libertaria con un gran movimiento que consiste en hacer del individuo un valor y a mostrar que el cambio no es sólo el de las estructuras económicas y sociales sino también el de las mentalidades.
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Siempre me interesó esa “disociación” que existe en América Latina entre un mundo de enorme desigualdad económica y un mundo de fe democrática, cómo los dos pueden convivir, porque la democracia no solamente es un régimen político, el sufragio universal, los derechos humanos o el estado de derecho, tampoco es solamente la actividad ciudadana o de las asociaciones ni la democracia participativa. La democracia –eso lo sabemos desde Alexis de Tocqueville–, es también una forma de sociedad, implica formar una sociedad común o sea vivir en el mismo mundo. América Latina es el prototipo de la parte del mundo en la cual ricos y pobres viven en dos planetas distintos.
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…también nosotros en Europa asistimos al divorcio entre una democracia política que, si bien criticada, funciona y una democracia como forma de sociedad que se deterioró notablemente. En este contexto aparece una fe populista y compensadora que trata de hacer olvidar la desigualdad económica celebrando la unión del pueblo, haciendo prevalecer el romanticismo de la unidad, de la identidad y de la homogeneidad para esconder la división social. Hoy triunfan en toda Europa los partidos populistas. Estos partidos dicen que la respuesta a la cuestión social reside en un principio de homogeneidad e identitario, piensan, para mí, de manera fantasmagórica, que se resolvería la cuestión social si se expulsaran a los inmigrados por un lado y a las elites por otro. Además, estos movimientos populistas critican la democracia como régimen y denuncian la casta de políticos que tomo el poder contra el pueblo. A estos “dueños” de la representación, a estos profesionales que confiscan lo político, los populistas oponen el enfrentamiento del jefe con el país: para limitar el desencantamiento de la representatividad se hace la apología del líder como encarnación del país.
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…la democracia se vuelve vulgar cuando ya no es la democracia de la extensión de la vida de cada uno, ya no es una democracia de la construcción de sí mismo, es una democracia de la repetición, una democracia arrugada…
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Hay dos modelos del intelectual que no acepto, que me niego a seguir. El primero vendría a ser el modelo del intelectual generalista. Es el intelectual que utiliza su fama para opinar sobre todos los temas. Porque uno es escritor puede opinar sobre las injusticias, la guerra, todos los temas...
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El segundo modelo de intelectual que rechazo, es el de consejero del príncipe. Es el fabricante de discurso, el que fabrica conceptos, el que de cierta manera se encuentra al lado del príncipe.
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Para mí, el verdadero intelectual es aquel que proporciona herramientas de inteligibilidad, de comprensión. Porque, muy seguido, los ciudadanos tienen el sentimiento de que la realidad se les escapa, que hay elementos exteriores que ignoran y que pesan sobre ellos.
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El papel del intelectual no consiste solamente en dar confianza, sino de darle al individuo la posibilidad de controlar su vida al permitirle entender mejor lo que pasa alrededor suyo. Volver el mundo más inteligible. Un mundo más inteligible supone un mundo más maleable. Se proporciona a su vez instrumentos tanto de comprensión, como de acción.
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Queremos formar una sociedad, vivir como iguales y, en mi libro, trato de mostrar por qué la gran utopía de vivir como iguales, que estaba en el centro de las revoluciones americanas y francesa, se deterioró en el siglo XX. Desde hace treinta años, lo que caracteriza Europa es un movimiento continuo de reducción de las desigualdades, un movimiento continuo con instituciones como el impuesto progresivo sobre las ganancias, la creación del seguro social, del subsidio de desempleo, el Estado providencial, la toma en cuenta de los accidentes vinculados al riesgo en el trabajo, las convenciones laborales, un conjunto de instituciones que permitieron la disminución considerable en las diferencias de ganancia y de patrimonio durante este período. Si bien la imagen de la riqueza en el siglo XIX está asociada al rentista, en el siglo XX desaparece del paisaje. Aparecen entonces corporaciones de trabajo, es la época del llamado capitalismo de organización donde la riqueza de la producción depende de la calidad de la organización, el trabajo en cadena está bien organizado, se produce en masa, las empresas son como máquinas perfectamente aceitadas. Y en esas empresas cada cual aporta su granito de arena a la máquina y el resultado es un reparto de la torta bastante justo. En los años 70 y 80, Peter Drucker era el consejero de todos los directores de las grandes empresas americanas, escribía en el Wall Street Journal, en Fortune y le aconsejaba a las grandes empresas a no superar una brecha de 1 a 20 entre el sueldo del obrero que cobra menos y el sueldo del director. Esta es la situación de los años 70. En treinta años, pasamos a una brecha de 1 a 400 y hasta de 1 a 1.000 en ciertos casos. Escribí este libro para entender este cambio que califico de verdadera contrarrevolución. Es un análisis de este cambio y una reflexión sobre las condiciones que permitirían detener este retroceso y reconstruir nuevas formas de igualdad que quedan por definir.
“La utopía de ser iguales”
Reportaje de ALEJANDRO DE NUÑEZ a PIERRE ROSANVALLON
(ñ, 27.11.12)