Hacía tiempo que me rondaba la idea de escribir sobre Internet, piratería, y demás, pero lo tedioso y sobado del asunto siempre me había echado hacia atrás. Qué ha cambiado desde entonces? Probablemente ciertos movimientos que ha habido al respecto en los últimos días. En cualquiera de los casos, este ladrillazo está redactado no con objetividad, pues eso no existe en este blog, pero sí con sinceridad. Así que ahí vamos.
Supongamos que estáis en un bar de copas. No se trata de un bar de barrio, o de ese lugar donde conoces al tipo de la barra, sino de ese típico bar de moda donde las copas son más caras de lo que se consideraría normal. Os habéis tomado 8 copas. Cuando traen la cuenta, resulta que se han equivocado y sólo os reflejan 4 en la nota. Qué hacéis? Pagáis las 4 y marcháis, contentos de haberos ahorrado un dinero, o tal vez avisáis al camarero de que ha habido un error y la cuenta es, en realidad, más elevada?
Supongamos ahora que estáis en un parking. Uno de esos parkings enormes del centro de la ciudad. Antes de salir, os dais cuenta de que la barrera está estropeada y se ha quedado arriba permanentemente. Qué hacéis? Salís directamente sin pagar o bien avisáis al responsable de la taquilla y le dais el ticket para que os cobre?
Y ahora supongamos que hay un festival de música en la ciudad. El Primavera Sound, por ejemplo, festival que no se caracteriza por ser muy barato, precisamente. Estáis en la puerta, dispuestos a comprar entradas. Pero en la valla divisáis un hueco considerable. Alguien, por ejemplo, el servicio de limpieza, se ha dejado la valla abierta. Nadie pasa por ahí, nadie vigila, de manera que es insultantemente fácil entrar sin pagar. Qué hacéis? Colaros por esa entrada descuidada o bien pasar igualmente por taquilla?
Ok, probablemente algunos de los lectores de estas líneas hayan escogido, en cada ejemplo, la opción dos. Pero me juego, y con riesgo mínimo, lo que queráis, a que un alto porcentaje hubiera escogido la primera opción. Aún a sabiendas de que es ilegal. Aún a sabiendas de que moralmente es más o menos reprochable. Aún a sabiendas de que no deja de ser “robar”.
Lo es. Lo sé.
Sirvan estos ejemplos a modo de reflexión para todos aquellos que se rasgan las vestiduras amparándose en el supuesto acto delictivo, inmoral y totalmente reprochable que es el bajarse música (o películas, o series, o videojuegos, aunque no lo mencione específicamente, vale para todo) de Internet. No, las personas que se bajan música de Internet no son unos delincuentes, ni unos desalmados, ni unos piratas. La mayoría de las personas que se postulan frontal y radicalmente en contra de las descargas ilegales, también hubieran escogido la opción uno, en una pirueta del despropósito y la contradicción.
Y sin embargo, lo normal, lo razonable, es que tarde o temprano se establezcan mecanismos legales para evitar, prohibir, controlar y, si procede, y siempre de un modo razonable, sancionar las descargas ilegales. Y enfadarse, o tomarlo como una injusticia, resulta ridículo. Todos los que descargamos música sabemos que no está bien. Sabemos que es ilegal. Y personalmente creo que esa idea generalizada de que ya no hay vuelta atrás y que lo de pagar por la música grabada se ha acabado es algo totalmente equivocado.
Por supuesto, en esta historia ha habido muchos errores, mucho aprovechamiento y mucha pose. Pongamos por ejemplo la famosa y peripatética SGAE. Su cruzada ciega enmascara y daña un fondo razonable: los autores deben cobrar por su trabajo. Sus actos ridículos, su pobreza institucional y algunas de sus protestas les dejan en muy bajo escalafón. Quién puede respetar a esos tipos?? O por ejemplo lo del cánon digital, injusticia flagrante y una muestra de ignorancia total. Y finalmente, lo de esta Ministra de Cultura, que deja a lumbreras como alguno de sus predecesores en gestores exquisitos.
Por otra parte, sabemos que durante muchos años, probablemente desde que existe, la industria musical de la grabación y distribución ha sido un negocio de aprovechados y ruines. Lo sigue siendo, en gran medida, a pesar de los serios varapalos sufridos. Podríamos comenzar con la sustitución del vinilo por el CD, a finales de los 80’s, cuando de repente, y a pesar de que la materia prima resultaba más barata, una grabación en CD resultaba ser más cara en el punto de venta que una en vinilo. Pero para qué remontarse tanto en el tiempo. CDs a precios indecentes, aún incluso hoy en día, 17 o 18€, sirven de justificación bastante común. Y ahora, como se le ven las orejas al lobo, se hacen “esfuerzos” por bajar precios. ¿Demasiado tarde? Tal vez. El caso es que conozco a muchos tipos que consideran que lo que llevan gastado en CD justifica que ya no compren nada más.
La postura de algunos artistas es controvertida. Por todos es conocida la guerra que Metallica mantuvieron contra Napster, como si la estabilidad contractual y/o económica de los Metallica se pudiera ver en peligro. La postura de Radiohead no puede sino ser considerada como un genial golpe de efecto. Genial, pero a niveles de marketing, estoy convencido que no les saldría tan rentable una segunda vez. Gene Simmons de Kiss declaraba no hace mucho que ya no volverían a grabar, porque no querían “regalar su trabajo” (Simmons dixit), claro que luego se retractarían y editarían su maravilloso “Sonic Boom”. Y por ejemplo, “The Cult” se pegaron un gran castañazo en USA con las ventas de su último disco. Por supuesto, el nivel de vida de Astbury y Duffy no está en peligro, queda claro, no obstante, el mercado ha cambiado.
Y es que siempre hubieron copias. Al principio eran las cutres pero utilísimas cintas de cassette. Y más adelante, cuando se popularizaron los precios de las grabadoras de CD, llegó un momento en que poca diferencia había entre un CD grabado y uno original. Aunque algo bueno se puede extraer de ello: si la calidad musical no se veía resentida, los discos originales tenían que ofrecer valores añadidos. Adiós ediciones roñosas, hola ediciones con libreto de calidad y detalles para mitómanos. Una vez más, me permito volver a la primera reflexión que hacía. Las copias en cassette jamás fueron demonizadas del mismo modo, y sin embargo, qué diferencia, a nivel conceptual, hay entre el típico tío que se compra un CD y se lo graba a un compañero de clase, y esa cinta va rondando hasta que toda la chavalería de la clase tiene su cinta grabada, y que esa chavalería se descargue el disco de Internet? La difusión. El dinero que se deja de ganar.
Y ahora viene cuando me mojo. Aunque antes, os explicaré mi experiencia. Que comenzó a finales de los 90’s con una conexión de 56k y una grabadora que me costó 20000 pesetazas de entonces. Por un lado, me dediqué a grabarme muchos discos de un compañero de universidad que tenía una colección brutal. Por otro, ahí tenía mi Napster, un programa infame, más si se combinaba con esas conexiones lentísimas. Bajarse un disco entero era una utopía. Pero sí me bajé muchas canciones sueltas. Y jamás dejé de tenerlo claro. Cuando mi economía estudiantil me lo permitía, disco original siempre. Si el grupo en cuestión me gustaba especialmente, original. Si lo queremos mirar por un lado positivo, y esta es una argumentación común, Internet me permitió conocer docenas de grupos a los que jamás me hubiera acercado, y en los que acabé invirtiendo mi dinero, ya sea en discos o en conciertos. El caso es que con el pasar de los años, cuando uno ya consigue un trabajo y un cierto desahogo económico, impensable en mi época universitaria, le da valor al disco comprado. Y en la actualidad, apenas bajo más que algunas canciones sueltas. Entre otras, porque tengo un disco duro lleno de archivos que no escucho. Ya no le encuentro mucho atractivo a una carpeta de Windows con un disco de Willy De Ville. Prefiero comprarme su disco cuando tenga oportunidad. Pero claro, yo soy un antiguo. Y además, no soy un chaval que depende de trabajillos eventuales o de la paga de sus padres.
Si un día realmente alguien acaba con las descargas ilegales, bueno, no será para mí una tragedia. Del mismo modo que si el camarero me trae la cuenta con las ocho copas, pues la tendré que pagar. Tal vez otro día, en lugar de ocho, nos tomemos cinco. Insisto, sin aspavientos, y sin dejar de reconocer que el mercado se merecía una pequeña rebelión por parte de unos consumidores, el melómano sufrido. Pero lo cierto es que hoy en día, con la bajada de precios que se ha aplicado a una gran parte de los discos, aunque no lo suficiente, todavía hay mucho atraco, especialmente en lo que a novedades se refiere, pero bajada en definitiva, y con el acceso a las compras de discos por Internet, y otros canales, estoy convencido de una cosa: el que no compra discos es porque no quiere. Sí, seguramente mi vecino de 16 años no se acercaría nunca a la discografía de Neil Young, que se bajó el otro día en quince minutos. Pero esa es otra reflexión que la Industria debería hacerse.
Canciones:
Nirvana: "Breed"
Jamie Cullum: "Grand Torino"
Radiohead: "Airbag"