Hoy empieza la campaña de las elecciones al Parlament de Catalunya. Desde hoy y hasta el 23 de noviembre (el 24, es para desintoxicarse y salir pitando hacia cualquier lugar físico o mental, lejos y opuesto al día a día), los partidos políticos pueden pedir explícitamente el voto. Hasta ahora, lo han hecho igualmente, eso sí implícitamente y no siempre.
Revista Opinión
Como en toda campaña electoral, voy a hacer zapping (tengo que cambiar las pilas del mando, que no me obedece a la primera) cada vez que vea un un torso impostado, unas palabras vacías, una mirada fija en el teleprompter. Cada vez que Tv3 anuncie la información del bloque electoral y advierta de que el minutaje que se da a cada partido viene impuesto desde arriba y no atiende ni a la importancia ni trascendencia de lo que se dice u ocurre, sino a los tiempos enladrillados que marca la ley para cada candidato. Lo hacen siempre. Es su manera de protestar por la censura de la que son víctimas y brazo ejecutor al tiempo. Y así durante 14 días en los que el partido gobernante intentará revalidar y aumentar su mayoría a pesar de haberse portado muy mal con los ciudadanos, recortando sin ton ni son, no pagando las facturas que amontona a las empresas que le prestan servicios y abocándolas al cierre y al despido de sus trabajadores, reprimiendo las protestas con las malas artes de porteros de discoteca armados hasta los dientes con porras y disparando pelotas de goma, infiltrados entre la muchedumbre para armar camorra y propiciar la carga de los compañeros. Menos mal que cuando seamos independientes se reducirán los casos de cáncer y habrá menos accidentes de tráfico. También lloverá cuando toca, nevará en las estaciones de esquí para que tengan una buena temporada, el mar respetará las arenas de playas alicatadas y aprisionadas entre puertos deportivos y Europa nos acogerá con los brazos abiertos, ya sin el yugo de la pérfida España, que nos expolia y oprime. Nos trataremos de tú a tú con los suecos, por ejemplo, e incluso creceremos en estatura hasta situarnos a nivel del norte de Europa. Eso sí, para que eso ocurra tenemos que cerrar los ojos y empezar a imaginar una realidad que no existe o abrirlos y leer con orejeras un programa electoral. No veo el momento de que llegue el día 25 de noviembre: de que ese día haga frío, salir por la mañana de casa, votar, botar, comprar El País tal y como lo he conocido hasta ahora sin echar en falta ninguna firma y volver a casa con un croisán, por aquello de hacer continente y muestra de buena fe.