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Pitos, pitidos, pitadas (Pasión furgolera XII)

Publicado el 28 junio 2010 por Manuelmarquez
Pitos, pitidos, pitadas (Pasión furgolera XII)
Y con ellos, llegó el escándalo. ¿Alguien dudaba de que no tardarían en llegar? Era una mera cuestión de tiempo. Y ya se cumplió: los árbitros, y sus errores garrafales, se han convertido en protagonistas del Mundial, y han conseguido desplazar a las andanzas de doña Sara Carbonero de las portadas de los especiales, además de conseguir despertar la un tanto aletargada marcha de un campeonato en el que está habiendo poco brillo o esplendor. ¿Resultado? Expectación mediática desaforada, hogueras en Internet y la caja registradora — consecuentemente...—, echando humo. ¿La FIFA? Naturalmente, contenta.
La institución que rige, de aquella particular manera, los destinos del fútbol mundial, parece aspirar a compartir con la Iglesia católica (todo un modelo a seguir...) no sólo la vocación de eternidad (algo en lo cual, visto lo visto, no parece andar por mal camino...), sino una voracidad monetaria que dejaría en ridículo al más bárbaro y despiadado de los tiburones de las finanzas. Y tiene muy claro que en el dilema entre justicia (siempre tan esquiva, tan sujeta a las cambiantes veleidades de los hombres...) y vil metal (algo tangible, sin trampa ni cartón...), ya hace tiempo que eligió, y sin ambigüedades. Lo primero es la bolsa, que, sobre lo demás, Dios proveerá...
No hay otra manera de entender que, en pleno siglo XXI, y disponiendo de una tecnología económicamente asequible que permite distinguir el aleteo de un mosquito a miles de millas de distancia, aún se siga dilucidando si un balón entra o no en la portería, o si un jugador se encuentra, o no, en posición de fuera de juego, en función de la mera apreciación ocular de una serie de señores, que, ni aún atiborrados de kryptonita, podrían dilucidar con claridad (dada la celeridad con que se desarrolla el juego) no sólo tales matices, sino otros de calibre mucho más grueso.
Pero si la FIFA optara por tales soluciones tecnológicas, estaría dilapidando un par de muslos  (y hasta parte de la pechuga) de esa gallina de los huevos de oro en que se han convertido las polémicas arbitrales. Tampoco nos deberíamos llamar a engaño: el Vaticano furgolero no se encuentra solo ni incomprendido en su posición, dado que de tal determinación obtiene no pocos beneficios todo un sector de la prensa (la deportiva), a la que estas historietas le vienen como agua de mayo en pleno junio, con lo cual todas sus proclamas acerca de la ética, la justicia y la deportividad se lanzan siempre con una ensordecera sordina (eso que en mi pueblo llamamos “con la boca chica”...). ¿Conclusión? Blanco y en botella. Esto no va a cambiar hasta la próxima bajada de Jesucristo, supongo. Y como la alegría, en última instancia, va rotando por los distintos barrios (hoy son ingleses y mexicanos los que penan; pero a cada cual le llegará su hora, que a nadie le quepa duda...), pues aquí, paz, y allá, gloria.
Aaaaaaaaaaameeeeeeeeeeeeeeeén....
La fotografía que ilustra el artículo proviene de la galería de Flickr de everywhereATonce, y se publica conforme a los términos de su licencia Creative Commons.

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