Típicas bodegas excavadas en la colina, en
Jiménez de Jamuz (León).
(JMBigas, Marzo 2013)
Lo que distingue a este lugar de cualquier otro en el que se sirva carne de vacuno es el pedigrí de lo que acaba en la mesa. José Gordón persigue los bueyes que quedan por Asturias, por León, por Galicia, los compra, a menudo los mima en su vejez hasta que los sacrifica, y le brinda a la carne el nivel de maduración en cámara que requieran. Todo para conseguir que en la mesa acabe estando lo que muchos llaman la mejor carne del mundo.
Su restaurante, la Bodega El Capricho, está situada en una pequeña pedanía del sur de la provincia de León, muy cerquita de La Bañeza, llamado Jiménez de Jamuz (pop. 879), que pertenece administrativamente al municipio de Santa Elena de Jamuz, en las tierras bañadas por el río Jamuz.
La Catedral del Barro, taller y tienda de productos de
alfarería, en Jiménez de Jamuz (León).
(JMBigas, Marzo 2013)
Con estos antecedentes, varios amigos amantes de la carne habíamos hablado de hacer una visita gastronómica a tan singular lugar, pero resultaba complicado encontrar una fecha adecuada. Además, la distancia desde Madrid (algo más de 300 Km) desaconsejaba realizar una excursión de ida y vuelta en el día, por lo que habría que hacer noche en algún lugar cercano, y volver a Madrid el día siguiente.
Uno de los amigos, J., se nos adelantó, y aprovechó la ocasión para visitar El Capricho en el curso de un fin de semana por tierras de Zamora y León. Su impresión fue muy positiva.
Finalmente otros tres amigos (L., G. y yo mismo) encontramos una fecha conveniente, en los días 11 y 12 de Marzo (lunes y martes). L. volvía ese lunes desde Santiago de Compostela, con su mujer, tras haber andado las últimas etapas del Camino, y G. y yo podíamos ir desde Madrid a Jiménez de Jamuz, para encontrarnos allí a la hora de la comida.
Entrada a la Bodega "El Capricho" en la zona de bodegas
de Jiménez de Jamuz (León).
(JMBigas, Marzo 2013)
Salimos de Madrid a las nueve de la mañana, con la idea de parar en Rueda para tomar allí un tentempié. Visitamos el Bar Leonés Casa Lola, del que ya he hablado alguna vez. Constituye una etapa ideal, pues está a pie de la antigua carretera que cruza el pueblo y, aparte de ofrecer excelentes bocadillos (siempre hay un jamón abierto del que cortar un poco para construir una pulguita, un medio bocata o uno king size), tiene una excelente bodega, especialmente de vinos de Valladolid (Ribera de Duero, blancos de Rueda y rosados de Cigales). También es posible comprar sus vinos por Internet.
Pasadas las once y media, con el estómago calentito, seguimos camino hacia nuestro destino. Llegamos a Jiménez de Jamuz en torno a la una de la tarde. Esa zona, la vega del río Jamuz, es tradicionalmente conocida por su alfarería del barro. Actualmente existe allí el llamado Alfar-Museo (cerrado justamente los lunes y martes, por descanso semanal) y hay muchos artesanos e industrias de la alfarería que tienen talleres y tiendas donde ofrecen sus productos al público. Con G. hicimos una visita al que nos quedaba más a mano (a la derecha entrando al pueblo) que es La Catedral del Barro. En una tienda-exposición muy grande (junto a la zona del taller de alfarería), tienen a la venta toda clase de productos de alfarería, utensilios para la cocina y la mesa (jarras, vasos, ceniceros, conjuntos para el servicio de la queimada, de pequeños a enormes,...) así como recipientes para jardinería de todas las formas y tamaños o azulejos con inscripciones graciosas. En conjunto una visita que mereció la pena, con la que hicimos tiempo para esperar la llegada de nuestros colegas que venían desde Santiago.
Del costillar de la derecha salió la chuleta que nos
comimos luego.
(JMBigas, Marzo 2013)
Un excelente tinto crianza de Prieto Picudo, para
acompañar la comida.
(JMBigas, Marzo 2013)
Así pintaba la chuleta tras pasar por la parrilla.
(JMBigas, Marzo 2013)
Nuestra camarera, Silvia, nos acompañó a nuestra mesa, y allí nos aposentamos, esperando que se manifestara el milagro.
Esta es una de las hornacinas, con mesa y bancos
corridos, preparada para cuatro comensales.
(JMBigas, Marzo 2013)
Cecina de buey para compartir de entrante, cuando el
ansia viva me dejó pensar en la cámara.
(JMBigas, Marzo 2013)
A los postres, un plato de frutas primorosamente
presentado para el postre.
(JMBigas, Marzo 2013)
Para los postres, otra sinfonía, en forma de una leche frita servida tibia (en la foto que conseguí ya le faltaba un trocito; pura impaciencia), o un plato de frutas primorosamente presentadas.
El Hotel Villegas, en Valencia de Don Juan.
(JMBigas, Marzo 2013)
Terminamos la comida con café y unos chupitos de diversos orujos caseros (blanco, de hierbas o licor café). A petición nuestra, Silvia se enteró con el parrillero y nos informó a continuación de la filiación de la chuleta que nos habíamos comido: procedía de un buey rubio gallego de 7 años, sacrificado en Enero, y la carne había pasado unos 50 días de maduración. Lógicamente, la cuenta no resultó económica, pero el precio responde muy ajustadamente a la excelencia de las viandas que nos sirvieron.
Cuando terminamos de comer (y de fumar uno o dos cigarritos en el exterior; la Ley Antitabaco así lo impone) eran ya cerca de las seis de la tarde. Si bien la mañana se había mantenido el tiempo más o menos estable, por la tarde ya arrancó a lloviznar y a soplar un viento molesto, que con una temperatura por debajo de los diez grados generaba una sensación térmica próxima a los 0ºC.
El tradicional Bar Casino, en la Calle Mayor de
Valencia de Don Juan.
(JMBigas, Marzo 2013)
Para pasar la noche habíamos escogido el Hotel Villegas en Valencia de Don Juan (de donde es oriundo L.), a unos cuarenta o cincuenta kilómetros de Jiménez de Jamuz, en la zona de la vega media del río Esla. Valencia de Don Juan (antiguamente conocida como Coyanza) es una pequeña población (pop. 5.184), situada en una elevación junto al río Esla, que es el centro de servicios (administrativos, comerciales, financieros,...) de todos los pueblos de la comarca. En esta época y con la sensación de frío y llovizna, muy poca gente se veía por las calles, pero durante los cuatro meses estivales, se llena de veraneantes, principalmente asturianos, que bajan a Coyanza para secarse (los preciosos y verdes prados asturianos pagan el peaje de las lluvias muy frecuentes).
Castillo de Valencia de Don Juan.
(JMBigas, Marzo 2013)
Al fondo se puede ver la mansión inacabada, de vaga
inspiración en Gaudí.
(JMBigas, Marzo 2013)
A la mañana siguiente amanecimos a una hora prudente. A las nueve aproveché para pasear un poco (y fumar un par de cigarrillos, claro) por los alrededores del hotel, y hacer algunas fotografías con la luz de la gélida mañana (de nuevo, baja temperatura y viento). Tomamos un desayuno sencillo en el hotel, recogimos el equipaje y nos pusimos en manos de L., que pasó a ser nuestro guía local para ese día. Los cuatro en un solo coche (recogimos el otro por la tarde, para la vuelta a Madrid) hicimos una ruta por los pueblos de la zona, visitando alguna de las tiendas de que disponen las cooperativas agrícolas de la comarca, donde se pueden comprar toda clase de productos de la tierra. Una de mis sorpresas fue ver hasta ocho o diez sacos de diferentes tipos de legumbres (yo, que me pierdo más allá de los garbanzos, las judías y las lentejas). Había verdinas asturianas, alubias, judías pintas de diversos tipos, etc. etc.
Como era martes, había mercado en el pueblo de Mansilla de las Mulas (pop. 1.922), a donde nos dirigimos a continuación. Alguno compró las maravillosas nueces del Bierzo y otras exquisiteces. De allí nos echó la lluvia, que volvió por sus fueros. Mansilla de las Mulas se ubica cerca de León capital, junto al río Esla. Una de sus características principales son las murallas de cal y canto, de las que todavía pueden verse importantes fragmentos, así como el puente sobre el río Esla, que data del siglo XII, y que es paso obligado para los peregrinos que abandonan Mansilla camino de León.
En Valdevimbre, más bodegas excavadas en la colina.
(JMBigas, Marzo 2013)
Nos dirigimos luego hacia Valdevimbre, donde L. nos había preparado la visita a una de las varias bodegas de la localidad (una de las subzonas más importantes de la D.O. Tierra de León) y una comida en una de las tradicionales bodegas excavadas en las colinas.
A la una, la hora concertada, llegamos frente a Bodegas Tampesta, donde nos esperaba Noelia, la hija de uno de los socios fundadores, para acompañarnos en la visita y en la posterior degustación. Aunque relativamente reciente (se fundó en el año 2000) esta Bodega recoge la sabiduría vitivinícola centenaria de la zona. Produce vinos tintos y rosados 100% Prieto Picudo, así como blancos de Albarín y algunos tintos roble con mezcla de Tempranillo.
Pudimos ver la tonelería de roble, así como los depósitos de acero inoxidable para la fermentación, y luego degustamos los diversos vinos de la Bodega en la sala de la planta superior, muy bien habilitada para ello, donde Noelia nos había preparado algún bocadín para acompañar. Pudimos probar diversos vinos, como el Golán tinto (excelente), un vino 100% Prieto Picudo de crianza, el Golán rosado (que me encantó), de Prieto Picudo fermentado sobre lías (un rosado con cuerpo de tinto; o quizá un tinto con espíritu de rosado), o el Maneki blanco, 100% Albarín.
En la sala de degustación y cata de Bodegas Tampesta,
tintos y rosados de Prieto Picudo, y blanco de Albarín.
Y un tinto Mencía de una bodega amiga de la
Ribeira Sacra.
(JMBigas, Marzo 2013)
Compramos al final algunas botellas (cada cual de los vinos que mejor había apreciado) y Noelia se brindó a enviárnoslas a Madrid sin sobrecoste. Cabe decir que al mediodía del miércoles (menos de 24 horas después), el pedido llegaba a mi casa en Madrid. Me brindarán un placer duradero y el recuerdo de esas Tierras de León que recorrimos.
Comimos a continuación en la Cueva San Simón, muy próxima, otra de esas bodegas excavadas en la colina, reconvertida en restaurante. Un almuerzo correcto y abundante, donde pedimos algunas cosillas para picar (no faltó la cecina, por supuesto, ni el chorizo asado) y luego carne a la brasa (en mi caso, un solomillo excelente y tierno), todo ello regado con un maravilloso tinto Pardevalles (una de las bodegas más conocidas de Valdevimbre) Carroleón, 100% Prieto Picudo con 15 meses de crianza en barrica. Al final lo completamos con algo más de media botella de Golán tinto que había sobrado de la degustación y que Noelia nos había regalado.
Bajo la lluvia persistente, volvimos por la tarde hacia Valencia de Don Juan, para recoger el segundo coche, y seguir camino de vuelta hacia Madrid. Una rápida parada en Rueda me dio de botín (previo pago de su importe, se entiende) unas cuantas botellas de Carredueñas (de Concejo Bodegas, en Valoria la Buena, provincia de Valladolid), un rosado fermentado en barrica de la D.O. Cigales, y a G. alguna botella de blanco verdejo de Rueda.
Acabé llegando a mi casa en Madrid justo a tiempo de ver completa la segunda parte del maravilloso partido de fútbol de vuelta de Octavos de Final de la Champions League entre el F.C. Barcelona y el Milan, que acabó con un esforzado y merecido 4-0, eliminando al Milan, que había ganado en San Siro por 2-0, unas semanas antes.
En resumen, consumimos un par de días por las Tierras del sur de León, y cedimos a (casi) todos los placeres hedonistas a los que nos vimos tentados. Con ganas de volver en cualquier otro momento.
Aparte de las fotografías que he utilizado para ilustrar este artículo, podéis acceder a una colección más completa de 52 fotografías de todo el recorrido, pinchando en la portada de El Capricho.
Placeres Hedonistas en Tierras de León
JMBA