Revista Cultura y Ocio
Hay ocupaciones banales que incomodan la ejecución de algunas tareas más elevadas, pero habrá quien prefiera poner el lavavajillas o tender la ropa antes que meterse en la faena de la Maga por las calles de París. Luego está aclarar qué es elevado y qué no. Si no hay también un cierto nivel de excelencia, del tipo de la que despacha el arte, en la ejecución de esas empresas menos nobles, pero inevitables. Barrer mi casa puede parecerse, en cierto sentido, a acomodarse en el sofá y abrir Rayuela por cualquier parte, ya saben que se puede, y acometer la lectura de su trama. Vivir es tener siempre a mano un plan de evasión. Cada uno formula en su cabeza el que más le conforta. Quien se extasía en la contemplación de una bandada de pájaros sobre unos árboles o quien pasea tozudamente las calles en la creencia de que el amor le robará el corazón y volverá a casa prendado de un rostro o de una manera de andar. Quien se esmera elaborando un arroz caldoso o se viste de forma admirable. Quien sabe de qué forma coger la cámara y qué mirar por su lente y hacer fotos brillantes. Tengo algunos amigos (Joaquín, Rafa P., Rafa R., Fernando) que hacen fotografías estupendas. Poseen algo de lo que yo carezco: saben mirar y extraen de lo mirado algo único, que yo no comprendo y que me hace feliz al contemplarlo.
No tengo ningún argumento que haga de la escritura un oficio de más fuste y nombradía que otros comúnmente rebajados, declarados universalmente de un rango menor; oficios que pueden llevarse a término chapuceramente o con absoluta maestría. Ayer vi a un carnicero despachar una pieza en su mostrador y quedé hechizado por la soberbia habilidad con la que apartaba los trozos inservibles, extraía los útiles y mimaba el vuelco de la pieza, procurando no malograr un ángulo sobre el que el cuchillo entrara más limpiamente, concentrado en no cometer error alguno, como un bailarín ocupado en no perder una nota de la música, mágicamente izado sobre el suelo. No solo está la literatura o la escultura o la música: al arte le concierne cualquier disciplina. Se puede lograr un grado absoluto de brillantez en casi cualquier cosa que podamos pensar. El modo en que anoche Marlon Brando movía las manos o arrugaba el gesto interpretando al Don Corleone de Mario Puzo y Francis Ford Coppola o el modo en que mi amigo K., en los ratos en que está sociable o incluso dicharachero, mueve en el aire las manos emulando el punteo final de Prince en Purple rain. Solo son planes de evasión, maneras de vivir, que diría Rosendo.