Revista Ciencia

Planificar un terreno

Publicado el 26 octubre 2017 por Oscar Ercilla Herrero @geologoentuvida

Llega el momento en el que preparas tu mochila y la cargas de todo lo necesario. Repasas una lista (ya sea mental o escrita) de todo lo que vas a necesitar y en cuanto cierras la última cremallera sientes un escalofrío por todo tu cuerpo. El día en el que vas a salir a trabajar al campo ha llegado.

Pero hasta alcanzar ese día existe mucha preparación. Para aquellos que pasamos por la universidad y pasamos por las prácticas de campo, conocemos esa sensación que supone el cierre de la mochila para al día siguiente trasladarse al lugar que patearemos para entender algún aspecto geológico. Lo que no nos cuentan, o no queremos saber, es todo lo que pasa antes de llegar a ese momento.

Ya he contado otras veces que los trabajos en terreno son, en la mayor parte de las ocasiones, la base fundamental del trabajo de un geólogo y el trabajo posterior en los siguientes meses e incluso años.

Para poner un poco de luz en todo esto, y ahora que he estado preparando mi siguiente salida, es fundamental entender el encaje de piezas que hay que hacer para que todo salga de la forma más satisfactoria.

Antes de que toda la maquinaria se ponga en marcha hay que conocer dos cosas primordiales. La primera puede denominarse como la parte de ilusión del proyecto que es el objetivo que esa salida a terreno tiene. La imaginación vuela pensando en lo que se quiere lograr a partir de todo lo que se obtenga durante y después de ir al campo. La segunda, la que denominaremos como la bofetada de la realidad, es el presupuesto, que nos hace ver que no podemos llevar un sondista, un todoterreno de última generación y que nos alojaremos en un hotel cinco estrellas a cien metros del afloramiento.

Con esta perspectiva es como debe encajarse todo lo que vendrá posteriormente.

Lo ideal es que se comience la planificación de la salida con meses de antelación. Lo primero de todo es saber lo que nos vamos a encontrar allí consultando toda la bibliografía que podamos sobre el objetivo que vamos a tratar. Por supuesto, esperamos que lo que vamos a estudiar no lo haya estudiado nadie antes o que al menos lo que vamos a hacer sea una contribución que permita avanzar en el conocimiento del área o de algún aspecto en particular.

Con todo esto definido y el presupuesto aceptado (siempre hay que esperar algún recorte), queda preparar el equipo humano con el que se va a trabajar. Es posible que la situación solo requiera la participación de un equipo humano de una misma área, departamento o cualquier otra división. Esto simplifica bastante el asunto. Pero en cuanto entran varios grupos entonces hay que emplear un tono conciliador, negociador y hasta político (pero sin la parte de mentir ni la de los sobornos). Es necesario presentar con claridad el proyecto y escuchar (mucho), porque surgirán ideas, propuestas, objeciones y entonces el que este dirigiendo todo acabará por volverse loco. Los psicólogos prácticamente viven por las sesiones con esta gente.

Por supuesto los objetivos evolucionarán para contentar a todos, pero nuestra idea central continuará ahí, tal vez algo más empequeñecida, pero siendo el alma de todo.

Alcanzado este punto nos llega el aspecto logístico de todo. Esto puede llevar al traste todo el trabajo anterior en tan solo un pestañeo y casi siempre depende más de terceros que de nosotros mismos.

Lo fundamental es donde acabaremos durmiendo durante los días que dure esa campaña. Este no es un aspecto menor, porque si vamos a estar durante varios días (incluso semanas) trabajando de seguido, que cuando llegue la noche acabemos recostados en un colchón con sus sábanas y manta o hacerlo metidos en una tienda de campaña con una piedra clavándose en la espalda bajo la esterilla, existe una gran diferencia. El tener uno u otro escenario no siempre lo marca la posibilidad económica sino el propio lugar donde vamos a realizar nuestro estudio. En España resulta impensable realizar acampada libre (que además es ilegal), porque se puede acceder a cualquier lugar con facilidad, pero cuando se trabaja en la cordillera de los Andes, donde la población más cercana puede estar a más de dos horas en vehículo, puede marcar la diferencia poder hacer un campamento.

Todo esto condiciona la comida. Aunque el bocadillo será el aliado fiel cuando el león que habita en el estómago empiece a rugir, desayuno y cena serán las comidas fundamentales (yo me he llegado a comer tres platos de espaguetis para cenar y sin inmutarme), por lo que es necesario cubrir esto con fuertes índices de calorías.

Con la cama y la comida queda definir el transporte. Ahora hay caminos para todos lados y las camionetas 4×4 son aliados del geólogo para atravesar el terreno a mayor velocidad. Lejos parece quedar cuando se iba a todos los lados a pata o incluso a caballo. Lo cierto es que no es una media verdad. Los caballos a veces siguen siendo necesarios en áreas muy recónditas (con lo que esto supone para mantener a los sufridos animales) y las botas son una herramienta más en el trabajo para recorrer el terreno sin sufrir las temibles ampollas, junto con la ropa adecuada, otro de esos materiales que tienen que encajar dentro de todo el puzle.

Bien cubiertas a las personas ahora tenemos que pensar en el trabajo. Además de los conocidos martillo y brújula, que podrían servir como personajes de dibujos animados, se necesitan materiales adaptados a los objetivos. Los petrólogos llevaran sus bolsas para muestras (bueno, casi todos), los hidrogeólogos sus botes para llevar el agua, los geofísicos las marañas de cables y sus aparatos para medir, los cartógrafos sus lapiceros de colores…

Ya tenemos al personal contento, con su colchón, su estómago reabastecido de manera puntual, un modo de desplazarlos, con ropa y materiales de trabajo, pero queda algo terrible, truculento, capaz de hacer saltar las lágrimas de desesperación hasta a la mismísima Montaña de Juego de Tronos. Pronunciar estas palabras puede llevar a los pocos preparados administradores de los terrenos a jurar en arameo y moverse rítmicamente en una silla hablando con un idioma inteligible. Se trata de “los trámites administrativos”. En cada país, en cada circunstancia de estudio, incluso en donde trabajemos, tener el papel oportuno y con todo en regla será indispensable para recibir la última firma que nos autorice coger esa mochila y ponernos a estudiar el terreno.

Por todo esto y por cada cosa en particular, ese escalofrió que recorre el cuerpo tras cerrar la última cremallera no es solo satisfacción sino también descanso al unir todas las piezas, a veces recortando un poco el borde, pero quedando bonito.

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