Revista Filosofía
La importancia de la teoría de las Ideas de Platón radica en que plantea la naturaleza misma de lo que es una teoría. La teoría de las Ideas es, por tanto, la primera teoría que tiene por objeto la teoría misma. Sin embargo, las Ideas platónicas constituyen el primer fracaso de construir una entidades, aquellas de las que trata la misma teoría. En definitiva, la teoría es, desde el principio de la Filosofía, Metafísica. La ontología, frente a la metafísica, como teoría que no construye una imagen definitva de lo que hay, es una línea menor que recorre toda la Filosofía y por supuesto está en el mismo Platón. La construcción de las Ideas sólo puede hacerse siguiendo el método más claro posible que ha sido empleado hasta ese momento, la geometría, como conocimiento discursivo claro que construye entidades perfectamente manejables al margen de lo que representen en la realidad. Sin embargo, la geometría antes de ser clara en su expresión, es una técnica que permite distinguir, la geografía, medirla en un sentido muy preciso, distinguir una parte de terreno del resto. Un trozo de terreno que vuelve a ser medido después de la crecida y posterior retirada del Nilo. La distinción del terreno es numérica y formal en menor medida, solamente en la representación de cálculos y dibujos llevados a cabo por el agrimensor, pero la distinción real está en las operaciones mismas del agrimensor, en su conocimiento que es más amplio que lo que ha demostrado en su hacer efectivo. En este sentido los griegos seguirán las posibilidades que de la distinción formal muestra.
La medida de ese trozo de terreno no es una cuestión de conocimiento discursivo, sigue siendo, un conocimiento perteneciente a las creencias. Sin embargo, no es un conocimiento poético, mera conjetura, un tipo de conocimiento éste,que distingue algo pero sin distinguirse de la oscuridad que alumbra, conocimiento distinto pero oscuro. El conocimiento, por tanto, de un agrimensor es ciertamente más claro que el de un poeta, pero no puede compararse con el conocimiento que iba fraguando con nombres como Tales, Pitágoras, Eudoxo de Cnido, Euclides... Platón sabe que este conocimiento aporta claridad, sin embargo, lo que no puede reducir la geometría como conocimiento es la distinción efectuada en la tierra por el agrimensor (que distingue numéricamente), esto es una práctica que no puede reducirse a geometría más que de una manera aproximada. La geometría teórica, misma remite a sus distinciones internas, a sus precisiones, muchas veces oscurecidas por la cantidad de procesos implicados en su demostración. El agrimensor no es un poeta en la medida que la distinción formal que implica la distinción numérica de su terreno es más fácilmente manejable, puede ser más fácilmente manipulable, en la medida que el individuo aprenda a saber escribir, contar y dibujar. Sin embargo, la medida precisa que ha hecho no puede explicarse completamente en términos de distinción numérica o formal, la distinción real sigue perteneciendo al conocimiento poético, en sentido estricto de poiesis o producción, solamente en este sentido se diferencian los agrimensores, por su "productividad".
Esta distinción (real) que se opera en la tarea del agrimensor o en el geómetra, no puede ser reducida a proporción alguna, a razón alguna, pero no porque sea irracional, sino porque cualquier comprensión racional es repetir la producción misma de tal distinción. La univocidad siempre se supone en la producción, la univocidad es poiética, la analogía es geométrica. Por eso, la Idea según Platón no puede caer en este error de creer que es posible la reducción infinta del proceso indefinido de producción, de imágenes, de objetos naturales o artificiales, o de entidades matemáticas según el método geométrico.
Platón sabe que la distinción real no puede ser reducida a la claridad geométrica, a ésta le falta la impronta del conocimiento distinto aunque oscuro. La dialéctica por tanto, sólo utiliza las matemáticas como esclarecedoras de la oscuridad que todo conocimiento poético muestra, pero no el conocimiento poético de los poetas, sino de los artesanos, de los que tienen un oficio, y que se juntan para hablar de sus tareas, de sus negocios (pero estos artesanos también son ciudadanos), y que se ven cada vez más obligados a saber qué es lo que dice el otro. La irrupción de los sofistas en este espacio en ejercicio que hay entre claridad y distinción y que ninguna autoridad viene a colmar (a diferencia de egipicos), parece una consecuencia lógica, pero se hace más difícil entender la figura de Sócrates (más raro es lo de Platón que retrata a Sócrates), pidiendo claridad a los discursos de los sofistas. Y es que los sofistas saben que lo que demanda el ciudadano ateniense es ser capaz de causar el efecto en su interlocutor de que aquello que él dice puede distinguirse, sin confundirse con un poeta, porque al fin y al cabo, las tareas que llevan a cabo los ciudadanos sus negocios no son tan oscuras como las del poeta, principalmente porque el medio de intercambio remite a una demanda cada vez mayor de claridad, la de saber cuál es el precio de lo que se está intercambiando.
De este modo la univocidad es el enemigo de la analogía porque ésta demanda claridad a áquella, pero aquella reina sabiendo que ésta al final lo confunde todo. La dialéctica apoyándose en la claridad de la geometría, lidia constantemente con la falta de claridad de las creencias que los ciudadanos se ven obligados a esgrimir sobre sus asuntos, y con la oscuridad de las conjeturas que sin embargo son las certezas que eventualmente adquieren los ciudadanos sobre tal o tal cosa. Los sofistas ejercitan una dialéctica que lejos de apoyarse en la claridad de la geometría, se manejan en los claroscuros que las creencias que los ciudadanos esgrimen, para provocar efectos distintivos y sacarlos de toda confusión sobre sus asuntos.
Por tanto la dialéctica debe batallar con la falsa dialéctica de los sofistas, con las creencias de los ciudadanos, con las certezas poéticas de todo ser humano, e incluso no confundir su tarea con la geometría que construye verdades, pero sin mucho sentido.