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Especial. Cobertura BAFICI 2012
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El director también sueco se inspira en hechos reales para da vuelta la tortilla que Sylvain George o Fernand Melgar fríen con sus documentales. Aquí, los okupas se transforman en verdugos de los nacidos y criados, aunque de una manera mucho menos violenta y sistemática que en la situación inversa.
De hecho, la última escena del film prueba que el daño causado por la patota púber es menor, insignificante a largo plazo. Tanto como los inconvenientes que causa una cuna de madera abandonada en el pasillo de un tren de alta velocidad, o como la ligera incomodidad que provoca el mini-recital callejero a cargo de un grupo folklórico de músicos latinoamericanos.
Östlund mecha el relato principal con postales de una Suecia cuyos habitantes se muestran indiferentes al semejante en general y a los niños en particular. El fresco también señala otras características de la sociedad de consumo, por ejemplo la obsesión por los objetos reveladores de pertenencia social (celulares, zapatillas, ropa de marca) y el fenómeno de “no lugar” que suponen los grandes centros comerciales o shoppings.
De manera atípica, Play aborda un tema preocupante para la Europa desarrollada. De este lado de la pantalla, algunos espectadores creerán percibir en esta producción sueco-danesa-francesa una invitación a tomar distancia de la posición política claramente asumida por cineastas solidarios con los inmigrantes. Otros, en cambio, entendemos que éste es simplemente un ejercicio cinematográfico con más preguntas que respuestas.