Revista Arte

Plegaria de una vida desatenta, inconexa, irónica y melancólica; o el fulgor del Arte.

Por Artepoesia
Plegaria de una vida desatenta, inconexa, irónica y melancólica; o el fulgor del Arte. Plegaria de una vida desatenta, inconexa, irónica y melancólica; o el fulgor del Arte.
¿Qué más decir sobre la extraordinaria forma de describir las cosas más importantes de la vida que tiene el Arte? Los creadores han tenido ocasión de hacerlo en todas las tendencias, estilos, formas y gustos particulares. Pero en la azarosa manera que, a veces, se tiene de encontrar una obra justificadora es, ahora,  Edward Hopper (1882-1967) el autor que consigo traer, con estas dos creaciones, para acercarme lo más posible al sentido de la entrada.
Titulada Soir Bleu, la primera obra de Hopper utilizará una expresión ya manejada por el poeta Rimbaud: En las tardes azules (soir bleu) de verano, iré por los senderos; con ella, quizá, quiso el pintor tanto describir el fondo de su obra -toda azul- como la sensación poética de aquél. Pero, sobre todo, es la representación más acertada de la comedia humana y que todos ejecutaremos en algunos de nuestros diferentes, solitarios, ridículos y desentonados momentos que tenemos para hacerlo. 
Qué extraño grupo de personas, que nada tienen que ver, se sitúan juntos en un escenario sin embargo propicio a la uniformidad, a la alegre distensión y el divertimento. Pero, la figura enigmática y solitaria del payaso, del pierrot, nos dejará pasmados, incluso alarmados, por un gesto tan duro y tan desgarrador. Simbolizará, acaso, la risa y la agonía, la triste alegría pasajera pero compartida aquí con los demás, con los que nada tienen que ver con él. Porque personajes marginados se retratarán, además, en un sentido opuesto, pero inevitable. Prostitutas, galones atrabiliarios, artistas, obreros y caballeros se emplazarán aquí en un collage sorprendente.
Es como la vida, del todo inconexa. Es como la vida, irónica y melancólica. Y el pintor norteamericano alcanzará a conseguir magistralmente algo que, ¿cómo se puede expresar mejor ya que con esta imagen? Y en tan poco tiempo de visión, de dedicación a entender lo que se quiere expresar: la absurdidad de la vida y de sus cosas. El propio creador, al final de la suya, volvería a utilizar los personajes cómicos para representar otra obra más enigmática aún: Dos cómicos, 1966. Qué otra cosa mejor que tratar de decir, ¡a gritos! (como hace el Arte), que la vida no se puede siquiera ya de tomar en serio.
(Óleo Soir Bleu, 1914, Edward Hopper, Nueva York; Cuadro Dos cómicos, 1966, Edward Hopper, colección privada.)


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