Revista Opinión

Pobre Europa pobre

Publicado el 09 mayo 2013 por Carmentxu
CartelDiaEuropa

Unida en la diversidad, dividida en la adversidad

Hoy es el Día de Europa. Poco, apenas nada que celebrar, al menos para la inmensa mayoría. Europa entró oficialmente en recesión a finales del año pasado, después de dos trimestres seguidos en números rojos. Pero eso no fue lo peor: lo peor es la carencia de expectativas, la desesperanza, la convicción enraizada en el subconsciente de que la situación revierta. La falta de pasos en ese sentido determina el desencanto. La austeridad, la gran apuesta alemana para consolidar una Europa saneada la está enfermando. La sangría no funciona, no está dando los frutos esperados, pese al largo período de pruebas. Al contrario, los recortes en la inversión pública han traído más penuria, más desconfianza de los mercados y las entidades financieras hacia los ciudadanos y empresas, más desigualdad entre el norte y el sur de Europa y también, reducido a microcosmos, entre los propios ciudadanos de cada país, de cada ciudad, de cada escalera de vecinos. En España, los datos de pobreza alarman, de la misma manera que lo hace el aumento de las grandes fortunas y sus escapatorias para defraudar a Hacienda.

Las instituciones europeas se han convertido en un animal marino casi mitológico, poco visto, pesado, que nada con dificultad; un mercante oxidado que navega a la deriva, con brechas en el casco y al que nadie quiere cerca de sus costas. Es fácil de imaginar que los mandos de tan penoso buque sean incapaces de modernizar la flota; ni siquiera de ilusionar a su propia tripulación.

Europa ha conseguido que los europeos vivan en un estado de alarma permanente y solo algunos se atreven a levantar la voz por encima del run-run con alternativas a los recortes y a una gestión nefasta de la crisis, también de la bonanza cuando la hubo. Son muchos, pero minoría al fin y al cabo. Los poderosos han conseguido atemorizar a todos los países europeos. El 82% de los ciudadanos menciona la recesión en los primeros puestos de sus temores, segun un informe realizado por la consultora GfK, y solo el 3% de los encuestados en 16 países confía en sus políticos. El paro, el colapso global, la bancarrota, la pérdida del estado del bienestar, la desaparición de las pensiones y el terrorismo (éste último en menor grado en los países del sur) centran los miedos de los europeos.

Las instituciones tampoco gozan de la confianza de los ciudadanos y, por ende, en caso de colapso o desastre, el 61% de los encuestados afirma que solo confiarían en ellos mismos, frente a un 36% que asegura que confiaría en la policía o en el ejército y un 24% que lo haría en organizaciones no gubernamentales. Sí, la pobreza puede despertar la solidaridad, pero también provoca monstruos: la xenofobia, de la mano de ese individualismo, ya empieza a enseñar sus orejas peludas. De la desafección y el desencanto al populismo barato y facilón hay una fina línea, también roja como las que se sobrepasan día tras día. Nada que celebrar hoy, por tanto, en la pobre Europa pobre.


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