Revista Opinión

Podemos, el tropiezo y la piedra

Publicado el 16 febrero 2015 por Jcromero

Hasta la aparición de Podemos, lo teníamos claro. Cuando alguien afirmaba que no era de izquierdas ni de derechas, no había dudas; nuestro interlocutor era de derechas. Ahora todo se complica. Si al plantear el dilema, se recurre al circunloquio para delimitar los conceptos antes de responder, estamos delante de alguien que, en su día, no dudaba en definirse de izquierda.

Antes de la Revolución francesa no se trataba de derecha e izquierda sino de arriba y abajo. Arriba Dios, el rey, la nobleza y el clero; abajo, los súbditos. Los revolucionarios franceses cambiaron lo vertical por lo horizontal. Arriba se convirtió en derecha, abajo en izquierda —simple ubicación en la Asamblea Legislativa—. Así, la derecha era religiosa, monárquica y contaba con el favor la nobleza; la izquierda era republicana, laica, partidaria del sufragio universal y apoyada por las clases populares.

Podemos rechaza la disyuntiva izquierda derecha para regresar al arriba y abajo, acaso porque el concepto de izquierda y derecha no es el que era. Dicen que la realidad ya no responde a ese etiquetaje, que la dicotomía se entiende superada. Si Marx nunca dijo ser de izquierda, ¿dónde está el problema?

Aunque las ideologías cada vez se muestran más difusas —siempre han sido formas de ver el mundo y afrontar sus problemas— aún conservan cierta entidad por mucho interés que haya en cantarle un réquiem. Más allá de la nostalgia, hay diferencias. La izquierda rechaza la caridad en nombre de la solidaridad y la justicia social, la derecha apela a la caridad y compasión como paliativo de las injusticias que provocan sus políticas. La izquierda defiende la igualdad, las políticas públicas y la protección de los más desfavorecidos; la derecha opta por la libertad de iniciativa, el elitismo y el éxito individual. En teoría, el objetivo del neoliberalismo es conseguir que cada individuo sea empresario de sí mismo para que, si fracasa, asuma el fracaso como propio y no cuestione al sistema.

Me declaro de izquierdas; pero, quizá porque lo fui hace un tiempo, ahora no soy devoto de ninguna cofradía. Aún así, conforme pasan los días, me siento más sorprendido. No considero la Transición como una traición y derrota de la izquierda. Ni fue tan modélica ni tan funesta como nos la presentan ahora. Habría que recordar el permanente ruido y hedor que llegaba desde los cuarteles de la derecha más intransigente, reaccionaria y justiciera. Una cosa es no compartir el ensalzamiento bobalicón de un tránsito a la democracia ya superado y cosa bien distinta es no valorar la sustitución de aquel régimen depredador del franquismo por un sistema democrático por muy deficiente que fuera y sea. Tan absurdo resulta el elogio encendido de aquel periodo como el desprecio más absoluto del mismo. Cuando oigo ensalzar al pueblo como único protagonista de aquellas fechas, recuerdo la imagen del dictador sedado y entubado en la cama de un hospital. Cuando algunos reivindican el 2 de mayo de 1808 como símbolo de futuro, dignidad y valor, recuerdo que el nacionalismo español más rancio siempre ha enarbolado aquella fecha.

Más que de abajo me declaro de izquierdas, valoro la Transición como un paso hacia esta democracia imperfecta, me provoca arcadas la reivindicación patriotera y considero inapropiada la respuesta ofrecida a los artificios fiscales de uno de los líderes de Podemos. Está claro, hay cosas que no me gustan de Podemos como hay cosas que desapruebo del PSOE o IU. No, aunque tenga mi voto, yo no soy de Podemos. Fui del PSOE pero me cansé de comulgar con ruedas de molino y otras hostias; me cansé de mirar para otro lado, de cerrar fila y justificar lo injustificable. Prefiero la reflexión, aunque sea equivocada, y escribir que no me gusta la centralidad del tablero por muchos votos que allí se concentren. Percibo que Podemos inicia el mismo camino del PSOE; abandonar su espacio ideológico para confluir en el centro. Se puede repetir la misma situación, alcanzar el poder a costa de abandonar principios y fomentar desafectos. Es lo de siempre; el hombre que tropieza dos veces en la misma piedra.

Es lunes, escucho a Mary Stallings:

Ni izquierdas, ni derechas, La mafia que nos gobierna, Podemos. A vueltas con los conflictos, ¿La generación perdida?, PODEMOS y el deseo de cambio, El reto es mucho más importante que los nombres, PODEMOS no CAGARLA, Arrasar con todo, #GOLPE DE #EFECTO, Monedero no debe dimitir, Ahora que de verdad te necesito. ¿Dónde estás IU?Ideólogos de cartón piedra, Trébol de vanidades, El curioso caso de Alberto Garzón, El silencio de los poderosos, Aquí también PODEMOS.

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