Puesto porJCP on Jul 7, 2015 in Autores
Se nos dice que todos, o al menos los más importantes problemas de la sociedad, tienen remedio dentro del sistema, participando en las instituciones, votando, formando nuevos partidos y entrando en el parlamento. Se trata de “poner las instituciones al servicio del pueblo”. Esto no tiene nada de nuevo, es lo que siempre han preconizado desde la izquierda los partidos socialdemócratas y sus continuadores, los comunistas.
Más recientemente hemos tenido experiencias de participación muy esclarecedoras, por ejemplo, la del Partido Verde Alemán, que en unos decenios se ha convertido en un robusto pilar de la reacción germana desde su palabreo “radical” inicial. Su estrategia de “cambiar la sociedad” con “una larga marcha a través de las instituciones” ha llevado a que quien ha cambiado ha sido él mismo mientras que el poder se ha reafirmado y fortalecido con su actuar legicentrista…
En realidad, no hay ni un solo caso en la historia de Europa, a contar desde mediados del siglo XIX, en que la incorporación a las instituciones de fuerzas políticas más o menos “radicales” haya sido positiva para las clases trabajadoras, aunque sí muchos muy negativos. Lo que sucede periódicamente es que los partidos en activo se desgastan, se agotan, y es necesario para el statu quo renovar su oferta política, por lo que hay espacio, durante un tiempo, para nuevas formaciones pletóricas de oratoria “fuerte” y gestos “revolucionarios”. Una vez en el gobierno, hacen lo que los poderes fácticos, que son quienes les promueven y mantienen, les ordenen. Y eso es todo.
El caso griego con Syriza está permitiendo comprobar que, una vez más, se repite lo ya tantas veces acaecido. Inflamado de fácil demagogia, prometió a los griegos mantener su peculiar e inaceptable economía frente a las exigencias de la Troika y la UE, en manos del imperialismo alemán. Lo que está haciendo es servir de correa de transmisión a las demandas de aquéllos, para írselas paso a paso imponiendo al pueblo griego, todo ello con muchos gestos teatrales, desplantes variados, frases “fuertes”, ocurrencias melodramáticas y demás. Syriza es simplemente el “interlocutor válido” que necesitaba Ángela Merkel para manejar a Grecia.
¿Qué significa esto? Pues que vivimos no en una “democracia” sino en una dictadura. Más exactamente, en una dictadura constitucional, partitocrática y parlamentarista, en la que el pueblo carece de libertades reales. Todo lo importante que en ella acaece es de naturaleza dictatorial, no democrática. Si gana las elecciones un partido es porque los poderes de hecho así lo han decidido. Las elecciones, el parlamento y las grescas entre los partidos son sólo el espacio escénico donde se representa la habitual parodia de participación, libertades y democracia.
Ganar las elecciones, tener mayoría en el parlamento y formar gobierno nada significa porque el poder real no está ahí. Está en el Estado, en las instituciones del poder, en los altos cuerpos de funcionarios de los Ministerios (a día de hoy en España hay nada menos que trece Ministerios), las comunidades autónomas y los ayuntamientos, en el ejército, las policías, el poder judicial, los cuerpos de profesores y catedráticos, el poder mediático, etc. y por supuesto está en la gran patronal. Ninguno de los poderes verdaderos es elegible, ni tampoco es modificable en un sentido favorable al pueblo. Al mismo tiempo, ellos moldean, manejan y se sirven absolutamente de todo tipo de partidos políticos que se incorporen en las instituciones. Está además el sistema legal, una descomunal maraña que protege y perpetúa lo existente, cuya alteración desde el poder ejecutivo, caso de que haya voluntad de hacerlo, llevaría siglos.
La experiencia muestra que nadie cambia positivamente las instituciones mientras que las instituciones cambian negativamente a todos los que unen a ellas.
Los partidos políticos estatales, el parlamento, el gobierno y los ayuntamientos carecen de poder real y efectivo por sí mismos. En todo y no sólo en lo económico dependen del ente estatal. Son sus criaturas. Su función verdadera es trasladar al pueblo las necesidades del poder constituido, anular su autonomía, destruir su nivel de conciencia, grado de movilización y autoorganización. Para eso están, no para resolver ningún problema del pueblo. Por supuesto, cuando es necesario, se sirven de la función corruptora y envilecedora del dinero, repartiendo entre la plebe subsidios, ayudas y demás “regalos” envenados. Eso lo hacen todos los regímenes, incluido el franquismo, y más aún la izquierda, sobre todo en el aciago periodo de Zapatero.
Ahora en Grecia se ha pasado de la fase demagógica a la operativa, y Syriza tiene que manifestarse como es, una criatura del poder, un instrumento de la Troika. Eso es importante porque hace explotar la burbuja demagógica organizada en torno al nuevo campeón institucional del radicalismo de pega. Ahora se está viendo su verdadera función. Y eso está afectando a su “partido hermano” español. Por supuesto, las instituciones de la UE y el imperialismo alemán están haciendo diversas concesiones a Grecia, que Syriza presenta como “logros” cuando son simplemente parte de los mecanismos de dominación, que siempre incluyen sobornos, en la forma de asistencialismo, subsidios, beneficencia, etc. Tales no son “conquistas de los trabajadores” sino simplemente mecanismos de dominación.
Grecia fue un lujo que la UE se pudo permitir en los tiempos de prosperidad económica. Con la gran depresión de 2008-2014 eso ya no es posible, porque aquélla necesita hacerse más competitiva, de manera que ese país tiene que dejar de vivir dispendiosamente de las subvenciones (préstamos no devueltos) para pasar a producir algo más que servicios turísticos. Toda la UE tiene que ponerse a producir, en lo que es un proceso de reindustrialización a escala europea, y para eso el Jefe, Alemania, necesitaba en Grecia una fuerza política que condujera la transición desde la sociedad de consumo, del dinero fácil, pensiones y subsidios para todos, a la sociedad de producción, conforme al modelo chino. Para ese tránsito lo primero era realizar el empobrecimiento general de la población. Todo eso no puede hacerlo la derecha, ha de ser tarea de la izquierda, de una izquierda renovada, de Syriza en Grecia y Podemos en España.
Quienes pasan a formar parte de las instituciones, para “cambiarlas” dicen, se hacen parte de ellas, parte del poder, parte del régimen de dictadura. Son la nueva reacción. Cambian aquéllas sólo en el sentido de hacerlas más fuertes, más opresivas, más agobiantes. Ahora la situación es cada vez más tensa, debido a que Europa está en decadencia económica, de manera que quienes se suman al aparato de dominación haciéndose parte de él se están desenmascarando deprisa, en Grecia y en España. Por ejemplo, Ada Colau en Barcelona ha pasado de “luchar” contra los desahucios a admitirlos como alcaldesa en sólo unas semanas. Por eso es reverenciada por entidades tan implicadas en el negocio inmobiliario como el Banco Sabadell…
El tiempo de los subsidios y el “todo gratis” está terminando en Europa. Ahora el sistema de explotación puede hacer muchas menos concesiones. Se ha hecho rígido e irreformable, se ha fosilizado. Por eso las fuerzas políticas que se lancen a “transformarlo” se irán desacreditando cada vez más rápidamente, aunque eso no es problema para quienes lo que realmente buscan con su aventura política son buenos empleos estatales, dinero y más dinero…
El camino es estar fuera y en contra de las instituciones, también de las municipales, para establecer una neta diferenciación entre el Estado y el pueblo, único modo de que éste se regenere de populacho a pueblo, a realidad autónoma y autocreada capaz de erigirse en fuerza transformadora de un orden corrompido y putrefacto.
Así madurará la revolución, también porque las clases populares despreciarán las corruptelas y limosnas monetarias que le llegan del poder, comenzando por el descomunal tinglado del Estado de bienestar. No se hacen revoluciones desde las instituciones, de modo que quienes están en ellas son enemigos tajantes de cualquier transformación total, la novísima casta reaccionaria.
En Grecia la lucha por la revolución se concreta en la denuncia del Estado, el capital y el gobierno, con la meta de crear una sociedad renovada basada en el trabajo universal libre, no para mantener un sistema de subsidios que es envilecedor y que además ya no es posible. Syriza es la fuerza principal de la anti-revolución hoy, como representante político de la Troika, el imperialismo germano y la UE. Ahora la cosa va en serio. Dentro del sistema, efectivamente no podemos, no estamos en condiciones de hacer la revolución y ni siquiera de lograr algunas reformas. Fuera sí, claro que sí.
La experiencia muestra que lo que verdaderamente abre la mano del poder para conceder reformas es el miedo a la revolución. Por eso las fuerzas revolucionarias, además de la revolución, consiguen reformas mientras que las reformistas no logran nada, salvo frenar la revolución.
Félix Rodrigo Mora