Revista Cine

Poderosa Afrodita: colosal Woody Allen

Publicado el 18 enero 2010 por 39escalones

Poderosa Afrodita: colosal Woody Allen

El cine de Woody Allen no destaca precisamente por su virtuosismo técnico. Aparentemente, no contiene tomas complicadas, planos y movimientos de cámara muy elaborados (si acaso algún travelling, alguna vista panorámica de Nueva York…), una fotografía deslumbrante (aunque sí de lo más eficiente, como en este caso, obra de Carlo Di Palma) o una labor de montaje especialmente destacable. Todos los elementos formales están al servicio, de la manera más discreta y eficiente, del guión y de la caracterización de unos personajes sobre los que recae toda la carga simbólica de unos argumentos engañosamente simples y presuntamente reincidentes en los mismos prismas y temáticas, en esta ocasión con ciertos aspectos de la mitología y la historia griegas como vehículo de metáforas y comicidad. En esta ocasión vuelve a ser así, una historia sencilla para sugerirnos cuestiones de enorme trascendencia y complejidad con la dosis de humor habitual (en algunos momentos hasta la carcajada) en pequeñas píldoras que nos conduzca a examinar nuestra naturaleza contradictoria, obsesiva, caprichosa, a veces incluso infantil, para terminar riéndonos de nosotros mismos y relativizar, sobre todo, esos pequeños reveses que la vida nos regala de vez en cuando.

Lenny (el propio Allen) es un cronista deportivo cuya esposa (Helena Bonham Carter, cuando todavía tenía aspiraciones de trabajar en otra cosa que no fueran las frikadas de su partenaire) trabaja en una galería de arte pero tiene aspiraciones de independizarse y abrir su propio negocio. De una cena con unos amigos surge la posibilidad de que tener un hijo suponga un refuerzo para su relación, una forma de consolidar la pareja y su proyecto juntos. El entusiasmo de ella vence los inevitables recelos de él, pero para no perjudicar su incipiente carrera profesional en solitario, el sistema escogido para su paternidad es la adopción. Cuando, algunos años después, Lenny descubre la extraordinaria capacidad intelectual del niño, impresionado y un tanto desencantado por los abiertos coqueteos de su esposa con un galerista guaperas (Peter Weller), decide buscar a la madre biológica del niño, esperando que se trate de una mente superdotada. Sin embargo, se trata de una joven ingenua y bondadosa (Mira Sorvino, otra víctima del síndrome del Oscar cuya carrera tras el galardón cayó en picado) que, mientras aguarda su oportunidad de convertirse en actriz, trabaja de prostituta y ocasional actriz de cine porno.

La película contiene los habituales elementos en la filmografía del director -Nueva York, juegos de pareja en la aristocracia cultural y de profesionales liberales de la ciudad (artistas, bohemios, escritores, periodistas, abogados, médicos…), chistes sobre el judaísmo, diálogos ágiles, veloces, agudísimos e hilarantes, algún que otro gag visual- pero añade una nota de diferencia con respecto a otros trabajos semejantes: la historia, contada en clave de fábula tierna y desternillante, tiene como hilo conductor un coro griego que, con sus pinturas y sus máscaras, y desde su antiguo anfiteatro, realiza su mitológica narración a través de los bailes y cánticos ancestrales, en algún caso de lo más delirantes, dirigidos por un corifeo muy particular (F. Murray Abraham) que, a modo de espectro, se va colando en las vivencias de Lenny a fin de convertirse en la voz de su conciencia y advertirle así, primero, de las consecuencias de sus alocadas maniobras para encontrar a la madre biológica de su hijo y, más tarde, de los peligros de caer bajo el hechizo de una mujer tan encantadoramente carnal o de buscarle una pareja que vele por ella (Michel Rapaport).

Con ello Allen añade a ese tono de película amable, tierna, dulce y profundamente irónica un matiz desmitificador, haciendo que las grandes alharacas retóricas y escénicas de las solemnidades del teatro y de la mitología griegos encuentren su réplica en las poco grandilocuentes existencias de unos personajes comunes, con problemas y vivencias nada extraordinarios o, más bien, tan extraordinarios como es la vida corriente, aunque sea de andar por casa. El coro constituye otro elemento más para las risas cuando se sale de su ortodoxia y se ve colonizado por modos y maneras modernos, desde números musicales contemporáneos hasta digresiones sobre las llamadas telefónicas o los males de la vida moderna, pasando por referentes y opiniones sobre personajes y situaciones fuera de su tiempo, o cuando su corifeo irrumpe de sopetón en las vivencias de Lenny.

Mención aparte merece el amplio y eficaz reparto, que cuenta además con Claire Bloom, James Woods y Jack Warden (éste en un divertido paralelismo con el Homero griego) que, quizá exceptuando a Bonham Carter, cuyo personaje está deliberadamente concebido como frío y áspero en contraposición a la calidez, ternura y humanidad de los dos protagonistas, está a la altura de lo que se le pide, sobre todo un F. Murray Abraham fuera de los registros interpretativos que lo conviertieron en famoso.

En suma, otra delicia de Woody Allen, una de las que mejor ilustran el fenomenal palmarés creativo anual de esta segunda etapa creativa del maestro de Nueva York.

Poderosa Afrodita: colosal Woody Allen

Volver a la Portada de Logo Paperblog