Vivimos en un mundo global en el que se nos mide, más que por nuestra valía humana y personal, por nuestros méritos y éxitos económicos o profesionales. Esta afirmación es usada como una norma básica en nuestra sociedad, en más de una ocasión se te valora por lo que produces o se te reconoce socialmente por tus méritos; dicho de otra manera, siempre deberíamos aspirar a más hasta llegar a la plenitud en la escala profesional, social y económica. No obstante, ante ciertas noticias que afectan a la vida de famosos de prestigio, uno no puede evitar el pensar y replantearse muchas cosas; de hecho, la Historia está llena de casos de personajes que, a priori, lo tenían todo como para llevar una vida envidiablemente plena en lo que a éxito y prestigio social se refiere, en cambio, sus existencias sufrieron finales trágicos.
Todos recordaremos casos como el de Elvis Presley, muerto de una sobredosis en la plenitud de su carrera musical; como Michael Jackson quien, teniéndolo todo, murió víctima de sus propias excentricidades; como Kurt Cobain o Robin Williams, suicidados; o como Jim Morrison, muerto en extrañas circunstancias. En todos estos casos hay un patrón que se repite, persona de éxito artístico, social y económico pero que, posiblemente, sufre de una situación que personalmente le supera y le hace adoptar comportamientos excéntricos. Aparentemente vivían una situación perfecta aunque el trágico fin de sus vidas da fe de que realmente no era sí o, al menos, no valoraron lo suficiente su situación social, profesional o económica y sus destinos fueron determinados por otros factores personales.
No soy quién para valorar o juzgar a estas figuras, ni conozco todos los datos ni soy psicólogo, pero debo reconocer que estos hechos me dan que pensar. Es como si los humanos generalmente no tuviéramos bastante con lo que conseguimos y siempre quisiéramos más, existiendo una frustración latente y constante que provocaría, entre otras cosas, que no valoráramos bien lo que ya tenemos o que nuestra valoración fuera precisamente por lo que no tenemos o no conseguimos. Esto explicaría casos como, por ejempl,o el bajo rendimiento deliberado en algunos deportistas de élite que de repente mejora al cambiar de entrenadoro la existencia de excentricidades en ciertos personajes históricos, entre muchos. Evidentemente, cada caso individual sería diferente dependiendo del carácter de cada persona, su situación personal y otros factores; una persona muy ambiciosa en lo personal valorará diferente un fracaso profesional que otra menos ambiciosa; y es que ya dicen aquello de que “en este mundo, nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal por donde se mira”.
Aún así, en mi opinión personal, este estado de semifrustración continua es uno de los responsables de nuestro éxito como especie; si nuestros antepasados no hubieran aspirado a abandonar las cuevas o a no depender de la caza o la recolección, no se hubieran asentado nunca en pueblos o ciudades, no hubieran inventado la agricultura, sefuramente todavía viviríamos en la Edad de Piedra. Lo malo sería que este inconformismo innato que nos hace progresar a nivel colectivo, a veces nos nubla la visión de la realidad, pues casi siempre aspiramos a más y cuando alguien lo consigue todo, aún así continúa aspirando a lo que sea de tal manera que por muy famoso o poderoso que se sea, no se deja nunca de tener aspiraciones, aunque éstas puedan no ser comprendidas por la gran mayoría de la gente común; cualquiera pensaría, ¿de qué se queja si lo tiene todo?, pues precisamente de lo que no tiene, sea lo que sea.
Muchas veces se nos dice que el dinero o el éxito no causan la felicidad, pero ayuda a conseguirla. Personalmente creo que no es verdad; la felicidad está dentro de uno, apreciando lo que se tiene, sintiéndose bien con uno mismo, valorando lo que cuesta conseguir depende de qué, teniendo una visión lo más objetiva posible de la situación personal, conociendo bien las propias limitaciones y, sobre todo, a base de cultura, pues el conocimiento es lo que hace conocer otros puntos de vista y da mayores elementos de juicio y decisión. El dinero o el éxito profesional o social son etéreos, lo importante es que la vida que nos ha tocado vivir sea lo más plena posible.
Pero claro, el dinero es uno de los más importantes factores de ambición del ser humano, que hasta ha llegado a desarrollar ciencias que intentan modelizar el comportamiento agregado de la sociedad en lo que a la producción e intercambio de bienes se refiere, a veces con éxito, otras no tanto, estas son las ciencias económicas. De la importancia del dinero y la economía ya era consciente en el siglo XVII el genial Francisco de Quevedo, quien en la primera estrofa de su conocido poema escribió aquello de:
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
(Francisco de Quevedo y Villegas, 1580-1645)