Ilustración Edward McGowan.-Jorge Luis Borges-Nadie rebaje a lágrima o reprocheEsta declaración de la maestríaDe Dios, que con magnífica ironíaMe dio a la vez los libros y la noche.De esta ciudad de libros hizo dueñosA unos ojos sin luz, que sólo puedenLeer en las bibliotecas de los sueñosLos insensatos párrafos que cedenLas albas a su afán. En vano el díaLes prodiga sus libros infinitos,Arduos como los arduos manuscritosQue perecieron en Alejandría.De hambre y de sed (narra una historia griega)Muere un rey entre fuentes y jardines;Yo fatigo sin rumbo los confinesDe esta alta y honda biblioteca ciega.Enciclopedias, atlas, el OrienteY el Occidente, siglos, dinastías,Símbolos, cosmos y cosmogoníasBrindan los muros, pero inútilmente.Lento en mi sombra, la penumbra huecaExploro con el báculo indeciso,Yo, que me figuraba el ParaísoBajo la especie de una biblioteca.Algo, que ciertamente no se nombraCon la palabra azar, rige estas cosas;Otro ya recibió en otras borrosasTardes los muchos libros y la sombra.Al errar por las lentas galeríasSuelo sentir con vago horror sagradoQue soy el otro, el muerto, que habrá dadoLos mismos pasos en los mismos días.¿Cuál de los dos escribe este poemaDe un yo plural y de una sola sombra?¿Qué importa la palabra que me nombraSi es indiviso y uno el anatema?Groussac o Borges, miro este queridoMundo que se deforma y que se apagaEn una pálida ceniza vagaQue se parece al sueño y al olvido.