"A veces me pregunto si será mi propio aliento el que empaña la vida."Hay quien siente que su aliento empaña la vida. Hay quien diría que es ese mismo aliento el que vivifica las palabras.Paula Sinos Montoya
Se da por hecho que los verdaderos artistas son seres de una sensibilidad extrema. En el arte de la escritura sin duda consideraríamos la muestra más sensible de esta aquella que sale de la mano del poeta. Los poetas saben mirar donde nadie más lo hace, ven lo que nadie ve, captan lo invisible, lo oculto, lo imperceptible, sienten por multiplicado o incluso dejan de sentir. Y ese sentir el no sentir es para ellos el sentimiento en sí. Los poetas son tan receptivos a los estímulos de la vida que han de sacar parte de lo que les llega afuera porque si no se ahogan, por eso escriben poemas. Y en su capacidad de vislumbrar lo que nadie más es capaz, no hacen distinción entre la vida y la muerte, porque saben que la segunda es parte indisoluble de la primera: vivir es un ir muriéndose. Dejó escrito Miyó Vestrini en uno de sus poemas: "La gente no se ocupa de la muerte por exceso de amor." No sé si será por exceso de amor, tal vez sean generosas sus palabras, pero en algo llevaba razón: la gente no se ocupa de la muerte. La gente común, al menos, los poetas pareciesen ser un estadio diferente de gente. Ellos no temen nombrarla, algunos ni siquiera temen que venga.
"Un día estaré muerta, blanca como la nieve,dulce como en los sueños de la tarde que llueve.Un día habré logrado el sueño vespertino,el sueño bien amado donde acaba el camino.Será una tarde llena de dulzuras celestes,con pájaros que callan, con tréboles agrestes.¡Oh la tarde embriagada de armonía perfecta;cuán amarga es la vida! ¡Y la muerte qué recta!Una luz tamizada que bajando del cielome pondrá en las pupilas la dulzura de un velo.Una luz que en el alma musitara despaciola vida es una cueva, la muerte es el espacio"Alfonsina Storni
Portada de Poetisas suicidas y otras muertes extrañas
De poetas que no temieron nombrar a la muerte va el libro que hoy os traigo. Bueno, de poetisas más bien. Algunas de ellas además de no temer nombrarla no temieron su encuentro, es más, lo anhelaron, lo buscaron. En "Poetisas suicidas y otras muertes extrañas", Luzmaría Jiménez Faro recoge las biografías de diez poetisas, todas ellas hispanohablantes, que o bien terminaron ellas mismas con sus vidas o bien sufrieron una muerte poco convencional, violenta incluso en algunos casos. Violeta Parra, Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Eunice Odio, Alejandra Pizarnik, Julia de Burgos, Teresa Wilms, Carolina Coronado, Clementina Suárez y María Mercedes Carranza, pueblan a sus anchas por sus páginas. Se me escapa Carolina Coronado de este denominador común mortuorio, pero después de conocer su biografía he de reconocer que en su vida mantiene una relación cuanto menos curiosa con la muerte, motivo por el que supongo Jiménez Faro la incluye en esta especie de antología. El libro incluye también fotografías de las protagonistas, cinco memorias de otras tantas poetisas suicidas menos conocidas pero también relevantes y un apéndice final con un listado de poetisas que pusieron fin a su vida a lo largo de la historia.Luzmaría Jiménez Faro era una desconocida para mí hasta que este libro cayó en mis manos. La madrileña tiene en su haber varios libros de poesías y uno de relatos, pero destaca especialmente en su labor como ensayista y antóloga ocupándose en sus trabajos principalmente de poesía y literatura escrita por mujeres. No en vano es fundadora de la editorial Torremozas, editorial especializada en literatura femenina y que ha editado este mismo libro. Quisiera no obstante reivindicar su faceta más creativa, pues a pesar de que el género biográfico no de pie a que esta se luzca sobremanera, y de que la autora ceda espacio en varias ocasiones no solo a los versos de las protagonistas sino también a extractos de cartas y artículos de estudiosos, familiares y amigos de las mismas, su amenidad y su exquisita forma de narrar dejan patentes sus dotes. He de sacrificar sin embargo el dejaros aquí muestra de las mismas (ver nota al final de esta reseña) en aras de ceder todo el protagonismo a esas poetisas muertas que aun siguen viviendo en sus poemas.
"Los desprendidos huesosse levantarán de nuevo...para que renazca encendidala verdad de ser libres..."Clementina Suárez
Galeria. Fotografía de jeronimo sanz.
Las poetisas... Sus poesías... Es tentador buscar en las últimas alguna pista que desvele el misterio de las primeras, pero por mucho que queramos atinar, nuestras elucubraciones se quedarán en simples conjeturas. El verdadero significado o simbolismo de lo que escribieron se lo llevaron a sus tumbas, tan solo nos queda acercarnos a ellas a través de los versos que dejaron pero sin llegar nunca a alcanzarlas. Podemos imaginar a traves de estos lo que escondían sus almas, pero tal vez el auténtico enigma que estas albergaban se lo guardaron para sí. Ya lo dejó escrito Carolina Coronado a modo de epitafio: "Hice versos desde que supe hablar; dejé de hacerlos desde que aprendí a callar." Nos muestra Luzmaría Jiménez Faro no solo a las poetisas sino a las mujeres, y aunque pudiéramos pensar que por compartir maestría literaria y final trágico tuviese que reproducirse un mismo patrón en sus personalidades, cual si de una mutación artística en su código genético se tratase, nos encontramos en cambio con un diverso abanico de mujeres. Mujeres vitalistas, mujeres atormentadas, adelantadas a su época, comprometidas con las causas que abrazaron, familiares, insultantemente independientes, desgraciadas en amores muchas de ellas y casi todas dolientes de una profunda soledad.Pero hace tanta soledadque las palabras se suicidanAlejandra PizarnikSoledad. Seguramente la causante de su triste final (aunque probablemente muchas de ellas no lo considerarían triste), su fiel compañera en vida y musa e inspiradora de gran parte de su obra. Y a pesar de tanta muerte y tanta soledad en las páginas de este libro, este no es oscuro ni siniestro. Al contrario, Luzmaría Jiménez Faro hace gala de su nombre y escribe un libro luminoso. Y tranquilizador, también. Sus poetisas nos dejaron en sus versos imágenes de la muerte, perturbadoras a veces, pero también otras que arrullan, que mecen, que transmiten paz. Sí, ya os lo he dicho al inicio de esta reseña, los poetas pertenecen a un estadio diferente del resto de los mortales (no entro en si superior o no), no temen la muerte, la miran cara a cara, y consiguen a través de la magia de sus palabras que por un instante nosotros alcancemos también ese estadio. Un instante, no más, luego... ojalá sea como escribió Vestrini un exceso de amor lo que nos haga saberla cierta pero desearla aún muy lejana.
"La muerte no ha nacido, está dormidaen una playa rosa."Alfonsina Storni
Pier a la costa del mar Negre. Fotografía de Laura ledesma.
Con estos versos de Alfonsina Storni debería dar punto final a esta reseña, pero me vais a permitir un apunte final. He de reconocer que leo escasa poesía así como biografías (este libro ha sido un antojo, un capricho) pero he de confesar mi especial debilidad por Alejandra Pizarnik, existente ya antes de leer este volumen. No me resisto pues a concluir sin dejaros estas palabras suyas, que no están incluidas en esta antología pero que por su belleza, el sentimiento que desprenden y el tema que nos ocupa bien merecerían estarlo. Con ellas me despido."Simplemente no soy de este mundo... Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva... No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie... ¿Qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un "saber volver". No lo querré acaso."
Ficha del libro:Título: Poetisas suicidas y otras muertes extrañas
Autor: Luzmaría Jiménez Faro
Editorial: Torremozas
Año de publicación: 2014
Nº de páginas: 280
Nota: Las palabras que le dedico a Luzmaría Jiménez Faro en esta reseña provienen de mis impresiones al leerla y de la biografía que de ella figura en este libro, biografía que sin embargo no está disponible en la página web de la editorial Torremozas.Al buscar sus datos biográficos on-line para enlazaros a ellos en esta entrada, descubro con pesar que la poeta, antóloga y editora falleció el 12 de marzo del pasado 2015. Otra poetisa muerta, desconozco la causa pero espero que no fuera extraña. No acaba aquí esta broma del destino, quiso la casualidad que el primer link que pinchara me llevara a un poema suyo de su libro Amados ángelesde título Usted, el ángel de la muerte. Os imaginaréis el tema que toca. No podía dejarlo pasar, así que al final sí voy a dejar aquí constancia de la creatividad de Luzmaría Jiménez Faro aunque no provenga del libro correspondiente a esta reseña sino de su particular visión sobre la muerte. Y ahora sí que os prometo, que con este poema suyo, concluyo definitivamente esta entrada.
Usted y yo tenemos una cita.
Sé que jamás se retrasó en la hora.Tal vez pueda darme algo de tiempopara mirar mi vida.¿Podré volver la vista hasta mi patio?Allí la madreselva era alegría, su aroma resbalaba por los sueñosde mi sangre crecida.Será muy puntual. Siempre lo ha sido. Usted perdonará si me entretengoy acaricio mis libros con ternura:comprenda usted ¡son tantas horas juntos!que así, partir, tan fríamente,no me parece bien. Se quedan solos…Quiero que sepa que sé que ha de venirpara llevarme con usted,y créame si digo que estoy lista.He tratado de aprovechar mi tiempo:Amar. Vivir. Vivir y amar.No puede imaginarse el equipajeque llevo en la memoria…Usted ¡qué culpa tiene!Sólo es usted el ángel de la muerte,y usted y yo tenemos una cita.
Fotografía de Luzmaría Jiménez Faro
tomada por su marido el poeta Antonio Porpetta