Yo odio la carne. Tanto por motivos éticos (no me gusta comerme animales explotados por su carne), como por motivos de salud (me cae como cemento en el estómago) como por motivos de gusto (me sabe a suela de zapato). Así que hace mucho tiempo que no como nada de carne roja, y si me obligasen a comerla, vomitaría. De origen animal como huevos, queso (leche no, me sienta fatal) y pescado. Si no hay otra cosa para comer, puedo comer pollo, pero estoy cansada de las pechugas de pollo empanadas.
Una buena manera de preparar de forma distinta el pollo es hacerlo como lo hacen los asiáticos. En Europa no se especia mucho la comida, sólo con sal, perejil, ajo y cosas así, pero mientras se fríe, la carne queda dura y por dentro sigue sabiendo igual. Los asiáticos marinan la carne de pollo remojándola un tiempo en limón y curry. La carne se reblandece y el sabor entra dentro. Además, no se necesita echar sal.
Yo procuraré comerme el pollo así si no tengo más remedio que comérmelo.