La receta de este pollo es de mi prima Belika Acien, de su libro "Fogones y Castañas".
Ya sé que no es temporada de castañas, pero se pueden encontrar en conserva y nos evita tener que cocerlas y pelarlas, que no es poco trabajo. En casa adoran el pollo de cualquier manera y de éste sólo quedaron las alitas, que sirvieron para una ensalada nocturna.
Mis hijas siempre han sido urbanitas, y a los 5 ó 6 años fueron al campo de su tío, allí vieron que los pollos no son esas cosas desnudas y sin cabeza que siempre languidecían en la nevera de casa. Se sorprendieron tanto...y yo me quedé de piedra, porque nunca imaginé que ellas supieran tan poco de lo que para mí había sido evidente desde siempre.
Valoré mi vida antigua y un poco salvaje: las gallinas cluecas, negras, con sus pollitos multicolores; el despertar con el Kikirikí del macho del gallinero; la elegancia de "la duquesa", con sus plumas de espiguilla, grises y blancas; el miedo que me daba que el gallo las pudiera matar al "pisarlas", porque, evidentemente yo desconocía qué era exactamente lo que ese majadero les estaba haciendo a las gallinas. Y lo que más me sorprendía de todo es que las gallinas nunca tuvieran que bajarse las braguitas para hacer sus deposiciones, nos reíamos muchísimo de eso.
Benditos años...y qué mayor me hago, con tanto recordar mi infancia.
:-D
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