Mis cabreos con los Oscar son ya sonados. De hecho, ansío la gala para ver como me defraudan cada año. En la última gala, uno de mis cabreos fue para la categoría de Mejor Canción Original, la cual ganó la canción "Let it go" de Frozen y no "The Moon Song" de Her. Así que me dispuse a ver Frozen y mi sorpresa fue bastante grande, ya que, a pesar de que sigo pensando lo mismo sobre el Oscar, hubo ciertos aspectos de la película que me agradaron bastante.
Basado en el cuento de La reina de las Nieves de Christian Andersen, Frozen nos cuenta la historia de dos hermanas, Elsa y Anna, las cuales viven separadas por un secreto en forma de poderes heladores. A esto hay que sumarle un príncipe maravilloso, un chico rudo a lomos de su reno, unos trolls y un muñeco de nieve.
¿Por qué me gustó Frozen siendo adulta? (Aviso SPOILER)
Fácil. Por el cambio que supone en la moral de Disney: el príncipe azul destiñe, el chico en cuestión ni es majo, ni guapo y aún encima dan a entender que se lava más bien poco, es decir, no es correcto, alto, guapo y huele a rosas everyday. No existe un villano como tal, sino que una de las protagonistas ejerce un doble papel y porque AL FIN, el acto de amor no se deja recaer en el príncipe salvador a lomos de un caballo (o un reno, en su defecto).
La mejor escena: En verano. Sin duda, uno de los alicientes más grandes de esa película es el personaje secundario del muñeco de nieve, Olaf. Inocente, tontorrón a veces y con un corazón capaz de derretir su propia nieve.