Revista Literatura

Por donde Amargan los Pepinillos. Hoy: Refritos no, gracias

Por Asdetreboles
Por donde Amargan los Pepinillos. Hoy: Refritos no, gracias
Si a Stephanie Meyer le ha molado una pared, no significa que nos vaya a molar a los demás.
El Escritorio Caótico. Primera Temporada: Comiéndonos los mocos.

Tengo una teoría. Una teoría nacida de mis múltiples viajes a librerías para ver pero nunca comprar con la consiguiente mirada de desdén de los vendedores (no es mi culpa, ser pobre no es algo que una elige, es algo que el gobierno se esmera por hacer florecer). Dice el axioma número 84 del Código Editorial no Escrito:
Cuando un libro o saga de los mismos ha triunfado, inmediatamente, el lector querrá volver a ver y leer lo mismo independientemente de su voluntad.
Antes de continuar, aprovecho para dar a conocer esta nueva sección cuyo título ya lo dice todo: Una sección en la que me pasaré (todo lo literalmente que pueda) cualquier cosa, evento, fenómeno... por donde amargan los pepinillos sin ningún tipo de piedad o conmiseración (eso es para blogs políticamente correctos)
Si estáis dispuestos a continuar, nos vemos después del salto; si no queréis, tenéis una crucecita justo al lado de la pestaña de vuestro navegador desde donde estáis viendo el blog y que sirve para cerrar dicha pestañita. Y, ¿sabéis qué? ¡Funciona! Lo he comprobado.
Sea como sea, aquí se acabaron las tonterías, porque hoy me paso por Donde Amargan los Pepinillos: Los Refritos.
Desde hace un tiempo, cada vez es más frecuente encontrar libros cuyas tapas están adornadas con coletillas del tipo:
  • Si te gustó ......................, te encantará ......................
  • La novela que mantuvo en vilo a .......................
  • Para todos los que disfrutaron con .....................
  • La novela preferida de ........................
Todo esto, en unos libros con portadas idénticas (repito: idénticas) a unos predecesores de éxito mundial más por el bombo y platillo que se les ha dado que por su calidad en sí.
Y yo alucino. Alucino porque, básicamente, intentan venderte un refrito de algo que ya has visto; tal vez escrito por otra persona y con un contexto un diferente, pero refrito al fin y al cabo.
Ahora es cuando me diréis: ¡Pero el libro es diferente, los protagonistas son diferentes, la historia es diferente!
Por donde Amargan los Pepinillos. Hoy: Refritos no, gracias
¡Eso es falso! El libro viene con un tufo maloliente a refrito, con una historia a la que hemos ido cambiando nombres de protagonistas y ubicaciones con típex. Y si encima viene con coletillas promocionales, apaga y vánonos. No hay peor síntoma. Os lo juro.
Voy a poner un ejemplo práctico para los más escépticos: Imaginaos que vais a un restaurante y pedís un plato de espaguetis a la carbonara que os han gustado mucho. Puede que no sean una delicatessen culinaria, pero os ha dejado más que satisfechos y contentos. Eso mola ¿no? El problema viene cuando volvéis al día siguiente al restaurante y todo lo que hay son espaguettis: A la boloñesa, con marisco, con verduras... Y si miras hacia otra parte, como mucho, encontrarás macarrones, lacitos, coditos... Vamos, para abreviar: Pasta. De todos los colores sí, pero pasta al fin y al cabo. Da igual la salsa que le echen o los condimentos: ES PAS-TA.
Ha habido ejemplos mil: Podríamos hablar de Harry Potter quien, tras su imparable éxito, hizo que se sembraran libros de magos como si no hubiera mañana, con coletillas tan ingeniosas como "la saga que precederá a Harry Potter", "el nuevo Harry Potter para las nuevas generaciones" y una larga lista de frases dignas de diccionario escolar. Precioso. Y aquí destaco a la insufrible Oksa Pollock que, según revistas y suplementos de periódicos, iba a convertirse en el relevo francés del más famoso niño mago de la historia. Tras leer el artículo, me comí el suplemento con grapas y todo. Después quemé mis heces.
Continuemos con otros ejemplos y aquí entra, cómo no, el fenómeno Crepúsculo (oh, por Dios, sólo con nombrarlo me empiezan a salir ronchas por el cuerpo) que no sólo ha disparado el fenómeno de criaturas sobrenaturales adolescentes e imberbes que se visten de Zara, concucen un Audi con peinado a la última, que se enamoran de humanas con menos autoestima que la suela de una zapatilla en lugar de comérselas como haría todo vampiro que se precie (algún día os hablaré de esto. Recordádmelo, por favor), sino que ha conseguido que cientos y cientos de libros compartan portadas en color negro con algún elemento blanco o rojo aunque el contenido no tenga absolutamente nada que ver. Atentos:
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¡Y más ejemplos, cada uno en su tónica! Los Juegos del Hambre y su ola de distopías a cada cual peor que la anterior salvo contadas excepciones que, aún así, seguían siendo un MEH, Federico Moccia con sus portadas causantes de diabetes que atrajeron (y atraen) rachas de cientos y cientos de autores de libros de amor adolescente tan cursi como improbable, con la misma fuente en los títulos, con argumentos tan empalagosos y clichés capaces de producir caries y pie de atleta al mismo tiempo y cuyas adaptaciones cinematográficas serán protagonizadas por Mario Casas y sus camisetas del todo a 1€ (para qué van a costar más si se tirará el 90% de la película sin ella, por mucho que estén en un museo, en el Polo Norte o en una Iglesia).
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Y voy a dejar para mucho, mucho más adelante mi opinión sobre esas historias de conspiraciones en El Vaticano que tanto están dando de sí (porque esta corriente no para. No para nunca). Además, voy a enseñaros cómo escribir una novela a lo Dan Brown, para que empecéis a sacaros unas pelas, que falta hace (recordádmelo, por favor).
Por último (saltándome otros muchísimos ejemplos más), voy a quedarme en el último fenómeno de turno: las fanfickeras 50 Sombras de Grey.
Un día me detendré a pasarme esta saga por donde amargan los pepinillos como dios manda, pero hoy tan sólo voy a quedarme con la enorme sucesión de portadas con corbatas, esposas y cualquier elemento susceptibe de ser fotografiado ante fondos así grisásceos, tristes, opácos, melancólicos en un intento de parecer... algo sugerente (Hombre, no sé vosotros, pero a mí esos pasadores de la nueva trilogía de Sylvia Day se me hacen menos sugerentes que el anuncio de las embarazadas de Ambipur). Mirad esto:
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 Esta sucesión de portadas viene acompañada de una serie de tramas con contenido "erótico" (o eso dicen) que, según las etiquetitas de las portadas y las solapas, pondrán cachonda hasta a la más frígida del grupo. Ante esto sólo puedo decir dos cosas: O soy asexual (improbable) o dicho contenido erótico no podría a tono a nadie que no tenga un problema de autoestima muy, pero que muy grave. No voy a entrar en detalles pues ya os lo comentaré en reseñas o donde sea, pero yo no encontré absolutamente nada que me pusiera a tono ni me sonrojara en las dichosas 50 sombras. A ver si va a ser cosa de Internet que de verdad te hace insensible.
Después de toda esta parrafada voy a lo que quería decir (sí, ya sé que me enrollo muchísimo, pero es lo que tienen los blogs impolíticamente correctos: Todo lo que se escribe se va improvisando y, siguiendo esta lógica, tal cual me salen las palabras, así se quedan, sin cambiarlas un ápice). Y seré directa: ¿Qué mierda está pasando en el sector editorial? ¿Qué mierda?
Por donde Amargan los Pepinillos. Hoy: Refritos no, gracias
Puedo llegar a entender que estamos en una época chunga donde, si se encuentra una gallina de los huevos de oro hay que estrujarla hasta que la pobre vomite sus propias entrañas (de la editorial come mucha gente, es lo que tiene). Sin embargo, ¿al precio de tratar a sus lectores como gilipollas? (porque no hay otra palabra. Algún día os hablaré de la censura en el lenguaje. Recordádmelo, por favor).
Originalidad y nuevos vientos sacrificados a favor de una moda pasajera, un One Hit Wonder que, tan pronto ha venido, tan pronto se irá; novelas prometedoras, autores con vocación y ganas de trabajar desterrados al olvido o editoriales modestas con el fin de publicar historias que nacen de un patético intento de subirse al carro de la moda pasajera. Tristes platillos recalentados al microondas donde el sabor a personajes conocidos disfrazados de desconocidos y la completa incomprensión del mundo creado por parte del autor da, como mínimo, ganas de ponerse a dieta blanda durante un tiempo bien largo.
¡Ya está bien! Y ya que me pongo farruca: ¡De paso dejad en paz a los clásicos, por dios!
¿Qué pasa? ¿Que ahora tiene que venir la moda de turno para que saquemos un libro del baúl, le quitemos el polvo y volvamos a sacarlo al mercado con una portada crepusculiana haciéndolo pasar por novedad o, peor aún, a raíz de que algún personaje vampírico o licántropo haya dicho que es su libro predilecto?
Es para tirar por un puente a unos cuantos. Y que les duela. Que les duela mucho.
Mis queridos Libreristicosespialidosos, la originalidad está de capa caída. No porque no exista o porque no existan autores con ganas de crear nuevas historias y sorprender al mundo con ellas, sino porque nos privan de las nuevas oportunidades sólo por el Best Seller de turno y sucedáneos. ¿Qué podemos hacer nosotros? No subirnos al carro. Hacerles entender que uno vale, dos pase, pero tres, cuatro, cinco y hasta libros de recomendaciones y parodias basados en la experiencia de nuestro Golpe de Suerte literario es tener mucha cara. Y estoy hasta los cascabeles de que nos tomen por imbéciles sin criterio o dos dedos de frente.
Estimadas editoriales de prestigio (las modestas demasiado están haciendo): ¿Ustedes por un casual se creen que nos chupamos el dedo? Pregunto. Que no me da la gana leer dos libros de lo mismo y menos pagando (que pueden ser veintitantos euros, joder, que es una pasta). Lo único que estáis provocando es que nos cansemos de vosotros y nos vayamos a otras editoriales que, a lo mejor más pequeñitas y con menos medios, pero con más ganas de apostar en nuestras nuevas promesas que vienen pisando fuerte, con historias frescas, peores o mejores, pero nuevas, con olor a recién comprado. Vosotras veréis lo que hacéis. Por mi parte, ni siquiera he comprado las dichosas Sombras, ni Crepúsculo ni a la madre que las parió. Me niego a formar parte de esos números que tanto os gustan y que para vosotras significa éxito o fracaso. Para mí, una novela no se mide en cuantos ejemplares ha vendido en Estados Unidos o en la Cochinchina o si ha emocionado a la mismísima Reina de Inglaterra. Todo eso me lo paso indiscrétamente por donde amargan los pepinillos.
Las buenas novelas no necesitan formar parte de una moda de turno ni copiar patrones establecidos. Las buenas novelas son como puertas entreabiertas que invitan al lector a entrar en ellas, sin coletillas comerciales, sin nada. Sólo se bastan a ellas mismas. Son auténticas y por eso siempre apostaré por ellas.
Queridos lectores: Os deseo personalidad. Personalidad para que no os dejéis avasallar por este fenómeno que, para variar, se cimenta en la ambición de unos peces gordos que, con tal de sacar muchos, muchos beneficios, intentan destruir algo tan bonito como la originalidad, la creatividad y la ilusión.
Casualmente, de lo que más se echa en falta en estos tiempos que corren.
Y, para terminar, un chiste malo para relajar los ánimos:
Por donde Amargan los Pepinillos. Hoy: Refritos no, gracias
Disfrutad del día.

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LOS COMENTARIOS (1)

Por  THX 1138
publicado el 07 octubre a las 19:58
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Hola Creo que te faltó de donde vienen los juegos del hambre: Battle Royale.