En el más dichoso climade todos cuantos reparteel continuo afán de tantoastronómico certamen,sobre la cerviz altivade siete montes, que atlantesdesvanecidos, pretendecontar al Sol sus celajes,la esclarecida Ciudadde Toledo, señor, yace,segunda Roma, pues espropia copia de su imagen.Su principio a Telemónle atribuyeron variablesautores, a Tubal otros,de Japhet hijo y más graveshistoriadores nos dicen,que Terencio Nigromantefue quien principio la dio;pero en fin, la más probableautoridad es, señor,que la fundó el arrogantedesvanecido Nabuco,que para que le adorasen, estatua se levantóde oro, hierro, bronce y jaspe.En esta Madre de tantoshijos, que solo a ser nacenvivo asombro de Mercurio,dichosa afrenta de Marte,nací: no quiero decirtelo común de nobles padres, porque es superfluo, señor,cuando todo el Orbe sabe,que nace por fuerza nobleaquel que en Toledo nace.Eugenio Gerardo Lobo. Los mártires de Toledo (1773)