Por Ileana Medina Hernández
La supervivencia de la vida de las especies no puede depender de la voluntad de las madres, ni de los adultos en general.
Los adultos podemos tener necesidades muy diversas y en la sociedad actual nos hemos alejado muchísimo ya de los "instintos" que la especie preparó para nosotros.
En los últimos cien años la forma de vida del llamado "hombre occidental" ha cambiado muchísimo: el alimento ha pasado de ser un bien escaso a tirarse por exceso (hemos pasado de hambrientos a obesos); de hacer trabajos físicos a estar sentados todo el día; de que las mujeres estuvieran encerradas en casa a que salgamos en masa al brutal mercado laboral... y todo eso tiene grandes incidencias no sólo sobre nuestra salud, sino también nuestros valores, sobre nuestra formas de ver del mundo, sobre nuestras prioridades... que por supuesto, afectan a la sociedad en todas las áreas, incluyendo la reproducción y la crianza.
Pero cada niño que nace, trae esos instintos (o "pautas de acción fija" que prefieren decir los psicólogos modernos) de la especie, intactos en su código genético.
Cada bebé que nace necesita lo mismo que necesitaron y han necesitado los mamíferos, los primates y los homínidos durante millones de años de evolución: la protección y atención permanentes de sus madres (su primer entorno vital), y de los adultos de su grupo. Sin ello, los bebés humanos, nacidos muy inmaduros, morirían.
Los bebés humanos nacen "planificados" para tomar teta; para permanecer todo el día colgados del cuerpo de sus madres hasta que pueden moverse por sí mismos (somos, como el resto de los primates, mamíferos de "acarreo"); para no quedarse solos en ningún momento ni en manos extrañas, e incluso ¡¡¡para despertarse varias veces durante la noche!!!
«En aquella tribu, hace 100.000 años, dos madres se fueron a dormir con sus hijos. No sabemos exactamente cómo lo hacían, pero sabemos lo que hacen actualmente los chimpancés: al caer la noche, cada adulto prepara un lecho blandito con hojas y ramas y se echa a dormir. Los chimpancés no tienen camas de matrimonio, el macho y la hembra duermen separados (aunque no muy lejos; por supuesto, toda la tribu duerme cerca unos de otros). Sí que duermen juntos la madre y el hijo, hasta que este tiene unos cinco años.
A media noche, aquellas dos primitivas mujeres se despertaron; y por motivos que desconocemos, empezaron a caminar, dejando a sus hijos en el suelo. Uno de los niños era de los que se despertaban cada hora y media, el otro era de los que dormían toda la noche de un tirón. ¿Cuál de ellos cree que no se despertó nunca m·s? O bien los dos se despertaron al mismo tiempo, pero uno se puso a llorar inmediatamente, mientras que el otro no empezó a llorar hasta el cabo de unas tres horas, cuando sintió hambre. ¿Cuál se murió de hambre?
Uno se puso a llorar inmediatamente y otro estuvo callado hasta que la aparición de una hiena le asustó. ¿A cuál se lo comió la hiena? Uno, cuando empezaba a llorar, no paraba hasta que volvía la madre y le tranquilizaba: podía llorar media hora, una hora, todo el tiempo necesario, hasta el agotamiento. El otro, en cambio, lloraba un par de minutos, y si no venía nadie, en vista del éxito, se volvía a dormir. ¿Cuál de los dos se durmió para no despertar nunca más?
Lo ha adivinado: nuestros hijos están genéticamente programados para despertarse periódicamente. Nuestros hijos han heredado los genes de los supervivientes, de los que despertaron, de los vencedores en la dura batalla por la vida." (González, Carlos: Bésame Mucho, Editorial Temas de Hoy, 2003).
Los niños nacen con toda su energía física, toda su energía vital, toda su libido, destinada a chupar los pechos de su madre, y a permanecer junto a ella, de día y de noche. De ello depende su supervivencia. Que en los últimos cien años ya no mueran los niños si no maman y si duermen solos, no ha pasado aún a la herencia genética en tan corto lapso de tiempo, y los niños siguen naciendo como mismo han nacido a lo largo de millones de años: necesitando leche y cuerpo de mamá.
Atentar contra esas necesidades básicas de los bebés, tiene que tener funestas consecuencias. El bebé se estresa, siente que su vida no es importante, no puede interpretar que aunque tenga siempre alimento y aunque su habitación esté muy segura y bien decorada, ... el cuerpo, la disponibilidad y el amor de su madre son suficientes para su supervivencia.
Y esa "carencia", esa necesidad no satisfecha, se prolongará para siempre en su psique, llevándolo a buscar incesantemente hasta la edad adulta "cosas" que -siempre fugazmente- alivien ese vacío que ya nunca más podrá llenar.