Revista Comunicación
¿Hay algo peor que decir adiós a una buena serie? Dejar atrás todos esos domingos con mantita en compañía de esos personajes que ya casi forman parte de la familia... Sí, las despedidas son duras, pero son mucho peores si el capítulo final es una completa mierda.
(¡Spoilers!)
Dexter tiene sus momentos buenos y malos, como todas las series. Temporadas que son una pasada, temporadas que no tanto… En concreto siete temporadas que son una pasada y una que no tanto, y sí, me refiero a la temporada ocho.
En realidad, no me disgusta la temporada en sí, simplemente no me parece que esté a la altura de Dexter. El asesino, el neurocirujano, no es ni la mitad de interesante que Trinity, Miguel Prado o Jordan Chase. Y se trata de una manera tan superficial a los personajes nuevos que ni siquiera se nos da la oportunidad de empatizar con ellos. Porque la Doctora Vogel es un personaje brillantísimo, pero no me importa en absoluto lo que le pueda llegar a ocurrir, igual me pasa con Zach Hamilton o con la adorable vecina Cassie. Lo peor de todo es que sé que esta serie hubiera sido capaz de que adorara a esos personajes en cuestión de minutos, como adoré al hermano Sam y al agente especial Lundy los pocos capítulos en los que salieron. Me pasa exactamente lo mismo con Hannah Mckay, que puede que sea la pareja perfecta para Dexter, pero no la shippeo con él igual que lo shippeaba con Lumen ni con Lila antes de saber que estaba como una cabra.
Pero lo peor de toda la octava temporada es, sin duda, el capítulo final. Y es que, es difícil de creer que Dexter, una serie en la que se cuida cada detalle, tenga un episodio tan inverosímil. Cabos sueltos y personajes que no se comportan como cabe esperar, para cerrar la trama de una forma bonita y rápida, pero no demasiado realista. Porque en ocho temporadas nos ha dado tiempo para conocer demasiado bien a Angel y a Quinn como para saber que no creerían que Dexter mata a Saxon (el hombre que ha disparado a su hermana) por autodefensa. O el hecho de que Dexter se lleve el cadáver de Deb hasta su barco y nadie se lo impida. O que el barco de Dexter quede destrozado y él sobreviva de manera misteriosa y consiga por arte de magia una nueva vida en la que nadie descubre quién es en realidad.
Otro error es la muerte de la genial Deb, la persona que quería que sobreviviera más que cualquier otra de la serie, la que más se merecía acabar siendo feliz después de todo. Podría haber caído una bomba sobre Miami, que no me hubiera importado demasiado siempre y cuando Deb estuviera lejos mientras ocurría. Pero muere, ¿y con qué fin?
En realidad, su muerte solo es colateral, para dar lugar al siguiente gran error: El final del propio Dexter. Pensémoslo un momento: Dexter acaba de darse cuenta que nadie puede estar seguro a su lado y decide que la última víctima que morirá en sus manos será él mismo. Por lo menos si eso ocurriera, sería poético. Pero me parece absurdo que Dexter, que ha perdido a su hermana y mejor amiga, consciente de que no puede cambiar, deje a su hijo con su novia para que esté más seguro que con él (novia que también es una psicópata, por cierto)… ¿Y para qué? ¿Para quedarse como ermitaño en una cabaña él solo muriéndose del asco? Así, sin motivo aparente. Sinceramente, no entiendo a qué viene esa escena mostrando que en realidad Dexter está vivo, podrían habérsela ahorrado y hubiera tenido todo mucho más sentido. Si la intención es hacer un spin-off o que la serie tenga una novena temporada en el futuro tan sinsentido como lo ha sido la octava, por favor, reserváoslo.
Desconozco las razones de los guionistas. No sé si se les fue la olla un día o si era todo un plan malvado para engancharnos a una serie durante ocho temporadas y hundirnos en la depresión más absoluta cuando viéramos este horrible final. De lo que sí estoy segura es que una serie tan buena como Dexter, no se merecía acabar así.
¿Y vosotros qué opináis? ¿Dexter acabó como debía acabar?
Victoria (@MissGoingAway)