Hoy El País Semanal publica un interesante reportaje en el que cincuenta escritores cuentan el porqué de sus letras. Hay de todo: vanidosos, engreídos, modestos por necesidad, engreídos por pose, pero, los más, auténticos, entregados a la pasión de la que han hecho su vida -y en algunos casos, su oficio o incluso su negocio-.
Algunas respuestas son muy previsibles. Otras, algo más dignas de anotar en la libreta donde escribo y escribo -sobre todo, palabras ajenas- sin saber por qué, ya que no suelo volver sobre el rastro de la tinta para nutrirme de los trazos muertos. En cualquier caso, como tengo que darle salida a las plumas que colecciono, he anotado esto:
- "Escribo porque no sé hacer otra cosa. [...] Escribo para devolver algo de todo lo que he leído", Andrea Camilleri.
- "Odio que me digan lo que tengo que hacer y cuándo tengo que hacerlo y, aunque disfruto en compañía, necesito pasar varias horas al día solo, únicamente pensando", Mark Haddon.
- "Nada hay más inalcanzable que lo vivido, y la escritora incluye a veces la quimera de atrapar el pasado junto a la posibilidad de soñar despierto", Use Lahoz.
- "Escribo porque las palabras fabrican tiempo, y tiempo nos queda poco", Andrés Neuman.
- "Me preguntan por qué elegí escribir. Yo no lo elegí. Es igual que enamorarse. Se sabe que no es una buena idea y uno no sabe cómo ha llegado ahí pero al menos, hay que intentarlo", Amélie Nothomb.
- "Escribo para no tener que aguantarme, para negar el mundo, para huir. Escribo porque me da la gana y me lo puedo permitir", Fernando Royuela.