Toledo, en este siglo, llegó a ser centro comercial, industrial, intelectual, artístico,político y religioso. Tuvo un gran aumento poblacional2 y un excelente desarrollo económico y social. El enriquecimiento de la nobleza, el patriciado urbano, la burguesía y la Iglesia, darán un fuerte impulso a los talleres artesanales, especialmente a los que fabricaban objetos de lujo y ostentación; atraerá a artistas nacionales y extranjeros (flamencos, alemanes, borgoñones...); se incrementará el ya numeroso clero regular y secular y crecerá el número de mercaderes y funcionarios municipales y reales. Además se convierte en el foco principal de la Península en
producción de obras impresas desde 1480, como los incunables de las leyes de Cortes de Toledo, bulas, libros religiosos, filosóficos, históricos, económicos, jurídicos, médicos..., y con ello se configura como centro difusor de la cultura y del pensamiento del siglo XVI en España.
Igualmente son referencia del florecimiento de esta capital las familias nobles que mantienen abiertos sus palacios y casonas y las transformaciones arquitectónicas y numerosas edificaciones trazadas con el nuevo estilo procedente de Italia, aunque sin abandonar del todo –la mayoría de ellas–, el gusto por lo mudéjar, que tanto había calado en la ciudad.
Estas transformaciones arquitectónicas no fueron solamente por el creciente afán de magnificencia de las grandes familias toledanas y de la Iglesia, también la burguesía adinerada de la capital quiso hacerse notar transformando sus viviendas en el interior y presentando en el exterior unas portadas renacentistas que pueden apreciarse por diversas calles, por lo general guardando una gran uniformidad a pesar de corresponder a diferentes arquitectos de menor entidad
.Al parecer, Carlos V residió en quince ocasiones en Toledo desde 1525 . Aquí se celebraron diversas sesiones de Cortes, pues como escribe Sebastián de Horozco6 "la qual [Toledo] los Reyes de España siempre tienen guardada para estas neçesidades y casos semejantes", a las que, como es natural, acudían gran cantidad de personalidades de la nobleza laica y eclesiástica, así como los procuradores de las dieciocho ciudades que tenían derecho a representación y voto en ellas. Aquí ocurrieron multitud de sucesos y hechos extraordinarios, y se tomaron importantes decisiones políticas y económicas; aquí se concentraban personajes de elite: reinas, arzobispos, duques, marqueses y condes castellanos, embajadores de los países con quien la Corte española mantenía relaciones e incluso personajes extranjeros de los más singulares y con las más insólitas pretensiones
. Toledo se hallaba convertida en una ciudad cosmopolita, con una Corte resplandeciente y de gran magnificencia, aunque en multitud de ocasiones no se hallaran en ella muy cómodos ni los que venían de fuera ni los vecinos de la misma. Aquellos se quejaban de su configuración geográfica de difícil topografía, de su clima extremado, de su urbanismo de trazado arábigo, de su escasez de viviendas acomodadas, de su
dificultad en abastecerse de agua corriente y potable; estos, de la carestía de los comestibles y viviendas, de la aglomeración humana, del aumento de la delincuencia...
Felipe II, ya rey de España, ordenó trasladar su Corte a Toledo en el año 1559 –donde se celebrarían Cortes– y como iba a residir en el alcázar, vino de incógnito desde Aranjuez, donde a la sazón estaba, a ver cómo iban las obras de acondicionamiento –comenzadas en 1542– y qué necesidades había que paliar y qué defectos o dificultades remediar, para lo que dio diversas órdenes a los maestros y personas que tenían a su cargo las obras (Alonso de Covarrubias, Francisco de Villalpando, Juan Bautista Oliverio y Ambrosio de Mazuelas)
Entró el rey en la ciudad imperial el domingo 26 de noviembre –su hijo Carlos lo hizo un día después y su nueva esposa, doña Isabel de Valois, con la que se había desposado, después de haberlo hecho por poderes, en Guadalajara el jueves 1 de febrero de 1560, vino a Toledo el lunes 12 de este mismo mes–. Con ellos venían multitud de caballeros y nobles pertenecientes a casi todas las naciones de Europa, lo que produjo graves problemas de alojamiento, ya que ni los palacios, casonas y posadas eran suficientes para dar albergue a tanto cortesano como invadía Toledo. Los reyes y el duque de Alba se aposentaron en el alcázar, el resto de los caballeros y damas que los acompañaban se fueron alojando por las distintasdependencias señoriales de la ciudad.Durante el tiempo que la Corte estuvo en Toledo el rey salió varias veces de caza al Pardo y a Segovia.
PARTIDA DEL REY Y SU CORTE
El lunes 19 de mayo de 1561 Felipe II mandó ir la Corte a Madrid y él salió de Toledo para Aranjuez y de allí, posteriormente, se dirigió a la que más adelante sería la capital estable de España. El 27 partió la reina y al día siguiente el príncipe11. Desde este momento Madrid se convirtió en la sede del gobierno del reino, pues Felipe II decretó que allí residieran permanentemente todas las oficinas centrales de gobierno y que los Consejos se reunieran, periódicamente y en horas y días prefijados, en el Palacio Real.
De esta manera perdió Toledo la capitalidad, pues ya nunca volvería la Corte a ella. Sin embargo, en principio, su marcha no debió producir mayor impacto en sus habitantes que el originado en ocasiones anteriores, acostumbrados como estaban los toledanos (y todos los castellanos) a la vida itinerante de los monarcas y su séquito.
Estaban convencidos de que pronto volverían a tener al rey entre ellos. Pero no pasó mucho tiempo cuando los toledanos se dieron cuenta de que esta vez no era como en épocas pasadas; la decadencia de la ciudad fue prontamente apreciada y quisieron atraerse de nuevo a la Corte proyectando un plan de reformas urbanas y construcción de nuevas casas. y llegaron a escribir directamente al rey en el año 1583 a fin de "que se viniese con su corte por algunos años a la dicha ciudad para que pudiese volver a lo que solía y recuperar sus daños"12. El Ayuntamiento emprendió una reforma urbanística y ensanchó calles para adaptarse a las nuevas tendencias que requerían espacios más amplios que mostrasen mejor la magnificencia exterior de las portadas y fachadas de las nuevas casonas y palacios, adecentó paseos, reformó o construyó edificios; pero no pudo abrir los amplios espacios que requería el nuevo gusto del romano, unas veces porque lo impedía la propia constitución física de la ciudad y otras por imperativos políticos.
¿Es la pérdida de la “capitalidad” lo que produce la decadencia de Toledo? La ciudad,como es natural, participa de las razones que llevaron a todo el reino a la crisis de finales del siglo XVI, preludio de la gran decadencia económica en la centuria siguiente; pero no obstante, Toledo tenía, además, otros problemas propios y locales que agravaron más en ella, si cabe, la crisis económica que padecía Castilla.
¿Entre estos factores locales se halla el traslado de la Corte a Madrid por Felipe II en 1561? Sobre ello hay diferentes opiniones entre los historiadores. Unos piensan que fue un factor decisivo y desencadenante del declive de la vieja capital visigoda; otros, sin negar la importancia del hecho, le consideran un factor más, pero no determinante13.
Nuestro criterio es que, analizados los datos que nos proporcionan los documentos históricos existentes en el Ayuntamiento del propio organismo y de los gremios, los reunidos en los protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial y los escritos de arbitristas y autores de la época y posteriores, así como las investigaciones realizadas por muy diversos historiadores a lo largo de los siglos subsiguientes, además de unas causas generales (estancamiento de la producción agrícola, presión inflacionaria de los metales preciosos americanos, superpoblación, aumento progresivo de la fiscalidad, estancamiento del tráfico en
Sevilla, crisis financiera de la Hacienda Real, competitividad de la industria extranjera sin respuesta interior y epidemias), un motivo más local o regional fue decisivo en la decadencia de la ciudad imperial: el traslado de la capitalidad a Madrid, ciudad que fue absorbiendo y dominando los recursos del comercio y los servicios mercantiles que hasta el momento había proporcionado aquella. Es cierto que el declive de Toledo no fue inmediato a la salida de la Corte, pero hay que tener en cuenta que la dinámica de la sociedad de la época era lenta.
El que el decrecimiento demográfico no comenzase hasta treinta o treinta y cinco años más tarde no minimiza el hecho, pues acostumbrados los castellanos ( y en especial Toledo) a la vida itinerante de la Corte, en principio su marcha no debió producir mayor impacto a sus habitantes que el originado en ocasiones anteriores. Estaban convencidos de que pronto volverían a tener al rey entre ellos. Por otra parte, Madrid tarda un tiempo en convertirse en una gran ciudad y en un centro consumidor importante; son los años que Toledo mantiene aún su potencia, importancia y poderío y la nobleza conserva todavía durante un tiempo sus casas abiertas en la ciudad.
Pero a medida que Madrid se engrandece y se transforma en el centro administrativo, político, social, omercial y económico de la monarquía hispánica, Toledo deja de serlo y agudiza su decadencia, pues aquella va erosionando paulatinamente la economía toledana y ello empuja a emigrar a sus habitantes hacia una ciudad más atractiva. Hemos de tener en cuenta que Toledo basaba gran parte de su prosperidad en el influjo económico de la Corte, además de en la enorme riqueza de su Iglesia, las propiedades del municipio, su vigorosa artesanía y el activo comercio con la Indias. Desaparecida la primera, que marchó tras el perfume real junto con funcionarios de la administración y pretendientes de cargos, y muy debilitado el último, habría una decadencia de la demanda artesanal que se traduciría en un empobrecimiento de esta clase social, base de la población toledana, que emigrará a Madrid a la sombra de la nobleza cortesana, quedando la antigua capital visigoda reducida económicamente a la gran influencia y poderío de la Iglesia y a la más débil fuerza del municipio14. Y esta decadencia, como hemos dicho, fue relativamente vista con prontitud por los toledanos que “decidieron emprender un plan de reformas urbanas y promover la construcción de nuevas casas" para "atraerse la voluntad real, y lograr el retorno de la corte, llegando incluso a escribir directamente al rey en 1583: que se viniese con su corte por algunos años a la dicha ciudad para que pudiese volver a lo que solía y recuperar sus daños
Fuente: http://www.ateneodetoledo.org/wp-content/uploads/2013/01/Felipe-II-y-Toledo.pdf
Revista Cultura y Ocio
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