Revista Cultura y Ocio

‘Por qué la austeridad mata’

Publicado el 14 agosto 2013 por Joaquín Armada @Hipoenlacuerda

Sanidad recortes

Lo ignoramos, pero somos cobayas de un enorme ensayo clínico a escala planetaria que comenzó hace más de 5 años. Una prueba que no controlan médicos sino políticos y economistas. Es lo que afirman David Stuckler y Sanjay Basu, autores de Por qué la austeridad mata’, un ensayo en el que intentan cuantificar los muertos que han causado los tijeretazos para reducir el déficit y pagar, a costa de la salud de los más débiles, la deuda de los banqueros.

Lo primero que demuestran es que la austeridad ya mató antes. Y no precisamente durante los años de la Gran Depresión, ese espejo deformado de la crisis que vivimos-. Pese a que creó las condiciones propicias para la propagación de enfermedades, la actuación del gobierno demócrata de Roosevelt fue decisiva. Los programas del New Deal no solo contribuyeron a evitar mayores desastres económicos – escriben Stuckler y Basu -, sino que estadísticamente se correlacionaron con importantes y duraderas mejoras de la salud pública“. Disminuyó la mortalidad infantil, pero también los suicidios.

Justo lo contrario ocurrió cuando la URSS se derrumbó. A principios de la década de 1990 desaparecieron 10 millones de hombres rusos“. Es una cantidad superior a la de soldados soviéticos que perecieron durante la IIGM y no fue un error del censo, sino la consecuencia de que el gobierno ruso siguiera los dictámenes del FMI y se lanzase a una transición salvaje del comunismo al capitalismo. Sólo entre 1991 y 1994, “la esperanza de vida de los varones rusos disminuyó de los 64 hasta los 57 años”. El alcohol hizo estragos entre generaciones de hombres que fueron incapaces de adaptarse al cambio de una sociedad que acabó en manos de oligarcas.

Sobraban y, casi literalmente, murieron ahogados en grandes cantidades de ‘odekolons’, bebidas elaboradas a partir de lociones para el afeitado, elixires bucales y cualquier cosa que tuviera alcohol. Uno de cada 4 parados bebía este tóxico que multiplicaba por 26 el riesgo de muerte. La tuberculosis, que parecía erradicada, volvió con tanta fuerza que aún hoy hay cepas resistentes a los más potentes antibióticos. En Tailandia fue el SIDA la enfermedad que se disparó cuando a finales de los años noventa el gobierno obedeció al FMI y recortó el presupuesto de Sanidad para frenar su déficit.

Pese a tan nefastos precedentes, el FMI – con la complicidad de la Comisión Europea y el BCE – ha impuesto a Grecia terribles recortes en Sanidad. Ya sabemos ahora que todos los tijeretazos sólo han provocado que la crisis de Grecia sea aún más grave, pero ignoramos aún cuántos muertos han provocado. Stuckler y Basu afirman que los  suicidios han aumentado un 17% y la mortalidad infantil un 40%. Pero el daño es aún más profundo e invisible. Atenas sufrió en 2012 un auténtico brote epidémico de SIDA. Las autoridades culparon a prostitutas extranjeras, aunque en realidad los contagios aumentaron un 224% entre drogadictos por vía intravenosa tras la retirada del presupuesto para jeringuillas.

Aunque escriben para lectores anglosajones – son constantes las comparaciones entre los recortes del Reino Unido y  la política sanitaria de Obama (muy lejos aún de una sanidad pública) – Stuckler y Basu dedican el prólogo del libro a los recortes sanitarios en España. Estiman que la crisis ha provocado 400.000 casos de depresión en nuestro país y que la dependencia y abuso del alcohol se ha multiplicado hasta por seis. Basta el sentido común para saber que la prevención es una inversión y que su recorte provoca el aumento del gasto sanitario.

Faltan datos para apreciar el daño causado por los despidos de médicos y enfermeros, el cierre de urgencias, la subida de las medicinas, la transformación de la sanidad pública en un negocio privado y, la decisión más inhumana, la prohibición a los inmigrantes ‘sin papeles’ (salvo menores y embarazadas) del acceso gratuito a la atención médica. Stuckler y Basu no los aportan en su ensayo pero sí dejan muy claro que la destrucción de la sanidad pública no es inevitable, como nos cuentan nuestros gobernantes, sólo una opción política con terribles consecuencias.

 ‘Por qué la austeridad mata’. David Stuckler y Sanjay Basu. Editorial Taurus. Madrid, 2013. 368 páginas, 18 euros.


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