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¿Por qué me duele? Sobre la normalidad destructiva en ACT

Por Davidsaparicio @Psyciencia

ACT tiene varios conceptos que “suenan bien”. Con esto quiero decir ideas que son aptas para publicarlas como frases en Facebook o Twitter, preferentemente con un paisaje o una persona en actitud contemplativa como imagen de fondo (por supuesto, esto no es patrimonio exclusivo de ACT, otras formas de terapia hacen lo mismo, sólo que varían el fondo; por ejemplo, si es una frase del psicoanálisis es obligatorio poner como fondo a Freud o Lacan con cara de culo).

Para dejarlo claro, no tengo absolutamente nada en contra de estas prácticas. Creo, eso sí, que vale la pena a veces arañar más allá de la superficie -o incluso, si uno es lo suficientemente degenerado, pensar al respecto-, para ver las ramificaciones de una idea.

Un concepto de ACT en particular suele prestarse a esto. Se trata de la ubicuidad del sufrimiento humano, la idea de que “la propia generalización del sufrimiento sugiere que este se origina a partir de procesos que evolucionaron para favorecer la adaptabilidad del organismo humano” (Hayes, Strosahl, & Wilson, 2012). La vulgata de esta idea es que “el sufrimiento es normal”, o que “todos los seres humanos sufren”, u otras variaciones por el estilo.

En sí, la idea de que el sufrimiento es normal es trivial, es una forma de apelar a una humanidad compartida, pero en ACT esta idea tiene un sustrato teórico muy preciso.

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Etiología en abordajes psicológicos

Para explicar lo que significa la idea de que el sufrimiento es normal en ACT, primero debemos ver la posición de otros modelos psicológicos respecto al mismo. Y en la mayoría de los modelos nos encontramos con una idea que puede enunciarse aproximadamente así: el sufrimiento psicológico (me refiero a la patología, los trastornos psicológicos, el malestar que no depende directamente del ambiente inmediato), es consecuencia de una excepción, de un evento (u omisión del mismo), o serie de ellos, que ha perturbado el normal devenir de un ser humano.

La idea de que el sufrimiento es normal es trivial, es una forma de apelar a una humanidad compartida, pero en ACT esta idea tiene un sustrato teórico muy preciso

Tomemos por ejemplo a Beck, que escribe:

“La teoría propone que algunas experiencias tempranas proporcionan la base para formar conceptos negativos sobre uno mismo, el futuro y el mundo. Estos conceptos negativos (esquemas) pueden permanecer latentes y ser activos por determinadas circunstancias, análogas a las experiencias inicialmente responsables de la formación de las actitudes negativas.” “Al desencadenarse la depresión (sea debido a presiones psíquicas, a un desequilibrio bioquímico, a la estimulación del hipotálamo o a cualquier otro agente), se activa un conjunto de “estructuras cognitivas” alteradas (esquemas) que se formó en un momento temprano del desarrollo (Beck, Rush, Shaw, & Emery, 2010)

Freud implica algo parecido cuando habla de las series complementarias en la etiología de la neurosis:

“Con respecto a la causación, los casos de contracción de neurosis se ordenan en una serie dentro de la cual dos factores -constitución sexual y vivencia o, si ustedes quieren, fijación libidinal y frustración- aparecen de tal modo que uno aumenta cuando el otro disminuye. En un extremo de la serie se sitúan los casos de los que ustedes pueden decir con convencimiento: A consecuencia de su peculiar desarrollo libidinal, estos hombres habrían enfermado de cualquier manera, cualesquiera que hubiesen sido sus vivencias y los miramientos con que los tratase la vida. En el otro extremo se encuentran los casos en que ustedes se verían llevados a juzgar, a la inversa, que sin duda habrían escapado a la enfermedad si la vida no los hubiera puesto en esta o estotra situación” (Freud, 1917).

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Linehan postula algo similar cuando habla de que la desregulación emocional es resultado la interacción de ciertas irregularidades biológicas con un ambiente disfuncional (Linehan, 1993); y similarmente, Shapiro (2001), escribe:

“Cuando alguien experimenta un trauma severo (…), el sistema nervioso es incapaz de funcionar óptimamente y la información adquirida durante el evento (…) es mantenida en su estado perturbado”

Estos son sólo algunos ejemplos, pero esta idea no se limita a estos abordajes, se puede encontrar en muchos otros. Por cierto, no estoy criticando ni alabando los méritos de los respectivos textos, sólo estoy destacando una idea que los atraviesa a todos: señalan al sufrimiento_patológico como resultado de fuerzas accidentales_. Para estos modelos, la neurosis o los trastornos psicológicos son en última instancia consecuencias de que en la lotería de la vida te hayan tocado malas cartas, sea bajo la forma de la constitución, como bajo la forma de vivencias tempranas o tardías. Por supuesto, todos los modelos matizan esta idea: no es necesario que pasen cosas extraordinariamente malas, a veces circunstancias que parecen normales o deleznables pueden generar psicopatología a largo plazo; no es necesario que uno sea un veterano de guerra o haber sufrido un abuso sexual prolongado, a veces basta con que los compañeros de la escuela se hayan reído de uno, afirman algunos modelos.

El punto central aquí es que para estos modelos tiene que suceder algo (o impedirse de alguna manera el desarrollo normal), para que eventualmente surja la psicopatología. No importa si ese algo sucede muy a menudo, la mayoría de las veces o prácticamente todo el tiempo, no importa si ese algo es más o menos emocionalmente intenso, si es deliberado o azaroso, si la patología estará conectada directa o indirectamente, el punto es que algo tiene que suceder.

La perspectiva de ACT es que no es necesario que pase algo para que haya sufrimiento psicológico

Me arriesgaría a decir que en esta perspectiva lo que tiene que suceder es un evento positivo (en el sentido de existente y activo, no en el sentido de optimista), o una serie de ellos.
El carozo de la aceituna aquí, sin embargo, es que postular que algo debe suceder para que aparezca la psicopatología implica la posibilidad de que no suceda, aun cuando esa posibilidad sea muy remota. Si planteo que las infecciones están causadas por bacterias, aún si las bacterias son ineludibles, estoy planteando la posibilidad de que sin la bacteria no habría infección. Es decir, si no sucedieran esas cosas, habría un estado de salud.

Por eso llamamos a esta posición la normalidad saludable: hay un hipotético estado de salud normal, y su perturbación por parte de un evento positivo es lo que lleva a la enfermedad.

La etiología en ACT

Ahora bien, ¿cuál es la posición de ACT en todo esto y por qué se dice que es distinta? Porque, a diferencia de las posiciones que vimos, la perspectiva de ACT es que no es necesario que pase algo para que haya sufrimiento psicológico.

No es necesario ningún evento que altere o perturbe un hipotético estado de salud, sino que la condición humana misma nos lleva en esa dirección. Te duele porque sos un ser humano con todas las de la ley.

Más precisamente ciertos fenómenos vinculados al lenguaje, que nos vuelven tremendamente exitosos en términos de supervivencia de la especie, traen aparejado el sufrimiento de manera inextricable (si quieren una recorrida más detallada sobre cuáles son esos procesos, visiten las implicancias clínicas de RFT, por ejemplo en este artículo o alguno que esté bien escrito).

La única condición necesaria para el sufrimiento psicológico es poseer un repertorio verbal más o menos desarrollado

Por supuesto que el trauma, las vivencias negativas, el rechazo social, etc., pueden acelerar o intensificar el sufrimiento, pero no son condición necesaria para que éste ocurra. Otros eventos y circunstancias pueden mitigar o aliviar el sufrimiento de manera significativa, pero no pueden eliminarlo o prevenirlo completamente, no sólo porque el mundo puede ser difícil, sino porque aún cuando esté todo bien, tenemos una mente.

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En palabras de Wilson (2012):

Sufrimos acerca de haber sufrido en el pasado y sufrimos acerca de lo que podríamos sufrir en el futuro. Sin importar donde estemos, hay otro lugar que es mejor. Hay un “antes” al que desearíamos regresar o un “después” al cual querríamos adelantarnos. Y, si ahora mismo es perfecto, nos preocupamos de que no durará”

Es decir, la única condición necesaria para el sufrimiento psicológico es poseer un repertorio verbal más o menos desarrollado; digamos, si tenés una mente, estás jodida/o. Es decir, lo destructivo está en el corazón mismo de lo normal, es intrínseco y por eso hablamos de la normalidad destructiva.

Lo destructivo está en el corazón mismo de lo normal, es intrínseco

Recuerden, hay una diferencia entre decir que algo es muy frecuente y decir que algo es intrínseco. Esta es una perspectiva que si bien no es exclusiva de ACT es infrecuente que se adopte de manera minuciosa en los abordajes psicológicos. Creo que el modelo que recientemente más se ha acercado a esto es terapia enfocada en la compasión, y probablemente esto explique en parte la afinidad de ambos abordajes, más allá de las diferencias técnicas.

Cuando hablamos de perspectivas suele ser estéril discutir cuál es mejor, pero sí es interesante notar las consecuencias diversas que generan. La perspectiva de la normalidad destructiva, a pesar de ser aparentemente pesimista, facilita que sucedan otras cosas.

En primer lugar, normaliza todo el sufrimiento en una humanidad compartida -sin que esto implique postular que todos los grados de sufrimiento son iguales, sino más bien señalando una continuidad en los distintos sufrimientos. Digamos, estamos todos en la misma sopa. En segundo lugar, desde esta posición naturalmente los síntomas psicológicos son vistos como parte de la vida, en lugar de ocurrencias de las que hay que deshacerse. En tercer lugar, la felicidad entendida como estado de ánimo resulta un objetivo absurdo, y permite presentar una meta distinta, como es vivir una vida que tenga sentido.

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Referencias bibliográficas:

Beck, A. T., Rush, A. J., Shaw, B. F., & Emery, G. (2010). Terapia Cognitiva de la Depresión (19th ed.). Bilbao: Desclée De Brouwer.
Freud, S. (1917). Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Hayes, S. C., Strosahl, K. D., & Wilson, K. G. (2012). Acceptance and commitment therapy: The process and practice of mindful change (2nd ed.). New York: The Guilford Press.
Linehan, M. M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: The Guilford Press.
Shapiro, F. (2001). Eye movement desensitization and reprocessing: basic principles, protocols, and procedures. New York: The Guilford Press.


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