Revista Opinión

Por qué merece la pena (por ahora) celebrar el 12 de octubre

Publicado el 12 octubre 2014 por Percival Manglano @pmanglano

banderaespana

En unas fechas en las que Podemos amenaza con sustituir al PSOE como partido de referencia de la izquierda española, el tenor de las críticas de la izquierda al día de la Fiesta Nacional también está cambiando. Éstas ya no se centran en rechazar de plano una reivindicación de lo español por ser el concepto de “España” algo cuestionable, casposo, desfasado y de derechas. Se centran, más bien, en denunciar a los poderes extranjeros y a sus aliados “antipatriotas” españoles. Inspirados por el modelo populista latinoamericano, los dirigentes de Podemos reivindican el concepto de patria. Esto les permite desarrollar su discurso de exaltación de la soberanía nacional frente a los poderes “antidemocráticos” y “capitalistas” internacionales del tipo UE y FMI. El populismo es siempre nacionalista. Ejemplo de ello son también los populistas europeos del Frente Nacional francés y del UKIP británico.

Este tipo de nacionalismo refleja, sin embargo, todo aquello que una celebración liberal de la patria rechaza. En síntesis, el nacionalismo populista de Podemos exalta al Estado español mientras que el patriotismo liberal celebra a los españoles y a sus libertades.

Un concepto básico del liberalismo es la distinción entre el Estado y los ciudadanos (la sociedad). El Estado representa, defiende y dirime conflictos entre españoles. Pero no es los españoles. Es un ente externo con sus propios intereses y dinámicas, empezando por su financiación, la cual depende de la obligación coactiva de los españoles de pagar impuestos. La política, en su concepción liberal, busca que el Estado esté siempre sometido al interés de los ciudadanos y que no se aproveche de sus múltiples privilegios (como el monopolio del uso legítimo de la fuerza) para imponer sus propios intereses. En feliz expresión anglosajona, los empleados públicos son “servidores” públicos; están para servir a sus ciudadanos.

El día de la Fiesta Nacional es un buen momento para recordarlo. El desfile militar representa la capacidad del Estado español para proteger los intereses básicos de los españoles (empezando por el de la vida). No es -o, por lo menos, no debería ser- una ceremonia de exaltación del Estado español. La rojigualda es un símbolo de las libertades conquistadas por los españoles frente a sus gobernantes.

El modelo nacionalista promovido por Podemos es, sin embargo, un modelo de exaltación del poder del Estado. El enemigo señalado son los “ricos”, los defraudadores fiscales, los organismos internacionales, los mercados… Son, en el fondo, todos aquellos que no se someten al Estado. La voluntad del pueblo es suprema para este tipo de nacionalismo. Dicha voluntad se expresa a través del Estado. Quien se enfrente al Estado es un enemigo del pueblo. Es fácil entender que estos enemigos, en el caso de que se impusiese el modelo de Podemos, pasarían muy rápido de ser los “ricos” a ser cualquiera se opusiese a que se le expropiase, por ejemplo, su casa en nombre del pueblo.

El nacionalismo (y no sólo el populista; también el regionalista) es siempre una estrategia para, en el nombre del pueblo, aumentar los poderes del Estado para mejor someter a dicho pueblo. Mientras el día de la Fiesta Nacional permita celebrar a los españoles por encima del Estado español, mientras se asiente en las libertades de los ciudadanos y no en los poderes de sus dirigentes, mientras se pueda celebrar en privado sin que haya ninguna obligación pública de desfilar para repetir consignas decididas por los políticos, merecerá la pena seguir celebrándola.


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