Revista Psicología

¿Por qué no “hablan” los adolescentes?

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
¿Por qué no “hablan” los adolescentes?

Los padres solemos mortificarnos, sentirnos dolidos y hasta traicionados, cuando conocemos algo de nuestro hijo o hija adolescente, que ellos no nos habían contado.Además vivimos con la preocupación de no poder estar al tanto y aconsejar oportunamente, dado que desconocemos sus vivencias y preocupaciones. ¿Por qué no hablan? ¿Por qué no confían?

Para que un adolescente establezca una buena comunicación con su mamá y su papá, las buenas relaciones entre ellos debieron ser cercanas y buenas, desde siempre.Desde pequeñito ese niño debió tener unos padres que disfrutaban grandemente ese vínculo con él; que le dieron un lugar adecuado en la dinámica familiar, permitiéndole opinar y participar, sin temor a perder la autoridad requerida, para su crianza y educación.En ese tipo de ambiente, los niños expresan sus curiosidades, preguntan todo lo que necesitan saber, conversan de muchos temas con todos los miembros de la familia, cuentan todo lo que les pasa, porque es algo completamente natural. Padres e hijos se acompañan mutuamente a lo largo de la vida y aunque los primeros tienen roles de conducción de procesos, eso no impide que la relación entre ellos sea en buena medida horizontal y dialógica. De esta manera, al llegar a la adolescencia, no es muy diferente el escenario. A pesar de las características de la edad, si es algo a lo que siempre han estado acostumbrados, seguirán comunicándose normalmente con la familia.

¿Por qué no “hablan” los adolescentes?

Sin embargo, no debe confundirse que el adolescente no habla lo suficiente, con las nuevas necesidades de espacio y privacidad, propias de esta etapa. Esto es algo que hay que entender y no presionarlos; si la comunicación entre hijos y padres es buena, cuando sea necesario ellos acudirán a pedir consejos o apoyo.

Otra razón por la que los adolescentes optan en algún momento o prefieren en general, "no hablar", es por el tipo de respuesta que obtienen de sus padres. Ciertamente las anécdotas sobre algo que hicieron -o que hizo alguien cercano- pueden resultar impactantes. Pero si las reacciones de mamá y papá, son de alarma y preocupación excesiva, si los amigos son seriamente enjuiciados y se les exige no andar más con ellos, si los regañan y hasta los castigan o restringen respecto a sus libertades y actividades cotidianas, si comienzan a ser vigilados y juzgados día y noche,... será una consecuencia lógica que ya no quieran hablar sus cosas. Muchas veces con razón ellos afirman molestos o pesarosos: ¿Para qué quieren que les cuente entonces?

Se requiere inteligencia, control emocional y sobre todo querer comprender al hijo o la hija, para lograr ser escuchados por ellos y fungir como un apoyo efectivo. Las épocas son otras, pero esencialmente las características psicológicas de los adolescentes son las mismas. Todos aquellos adultos que vivieron a plenitud esa etapa, podrán sin mucho esfuerzo recordar que también fueron intensos, rebeldes y atrevidos.

Siempre será mejor que cuenten, que conversen, que hablen...para poder orientar la conducta, continuar la adecuada formación de los hijos y seguir promoviendo su bienestar psicológico.


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