Contrastar opiniones es una de las cosas que te enseñan en primero de periodismo, pero hoy en día la lucha por obtener siempre la primicia provoca que muchas veces se ignore este paso.
Hoy, en EL PERIÓDICO, se ha publicado en la sección de cartas de los lectores una denuncia sobre un hecho que sucedió en el metro de Barcelona el pasado viernes ( LEER AQUÍ). Es la segunda noticia más leída del día en la web. Podría haber pasado como una historia más si no fuera porque yo mismo estaba en ese momento, fui testigo del suceso y eso no fue lo que sucedió.
Era un viernes por la tarde y me dirigía a la estación de Sants, a través de la línea tres del metro de Barcelona. Me encontraba de pie delante de la puerta del vagón y, sentados a mi lado, había un chico de raza negra y dos chicas en la veintena junto a otra amiga, con velo en la cabeza, que se encontraba de pie. Las tres muy bien vestidas y maquilladas, parecían de clase alta. Al otro lado, sentada en el suelo junto a sus maletas, una mujer de unos cuarenta y muchos años, con un aspecto bastante desaliñado, dejado. Un contraste que por cierto, nos encontramos cada día en el metro, y al que estamos acostumbrados dada la desigualdad social en la que vivimos.
De repente, veo que las chicas que estaban a mi lado, miran a la mujer que hay sentada en el suelo y se ríen. Un gesto grosero, pero sin más importancia. No obstante, pude comprobar que la mujer lo vio y no se lo tomó del mismo modo. Me sobresalté cuando empezó a gritar enfurecida, ante la atónita mirada de los demás usuarios del metro. Todo el mundo se quedó callado, mirándola, aunque no entendían nada de lo que esa mujer estaba diciendo a vivo grito. Yo, en cambio, sí pude comprenderla. Estaba hablando en rumano, mi idioma materno. Entre todos los insultos soeces que oí, solo dos frases destacables: "Guapísimas y arregladísimas por fuera, pero muertas por dentro" "¿Por qué os reís? Dejad de mirarme." Entre insultos, la mujer, fuera de sí, se levanta dispuesta a bajar en la próxima estación. Una de las chicas, sorprendida desde luego por su respuesta y más dado que no comprendía exactamente qué decía, le seguía sonriendo de forma provocativa. Entonces veo que nos acercamos a la parada de Plaça d'Espanya, pensando que por fin esta situación tan incómoda en la que nos habíamos visto todos envueltos llegaba a su fin. Pero la señora no estaba dispuesta a dejar que ellas salieran "victoriosas" y las amenazó (en rumano, de nuevo) con lanzarles agua si no dejaban de mirarla. Y así fue, solo parar el metro las empapó (a ellas, al chico de al lado y a mí) vaciando una botella de agua que llevaba en la mano. Más que enfadadas, las jóvenes se levantaron dispuestas a enzarzarse en una pelea con aquella mujer, la cual estaba visiblemente fuera de sus cabales. Y así fue: comenzaron a empujarse y a atacarse mutuamente; en lo que un muchacho que se encontraba ahí decidió intervenir empujando a la inicial agresora lanzándola por los aires un par de metros. Ésta se levantó y continuaron con la pelea durante unos instantes, hasta que algunos de los presentes decidieron intervenir y separarlas para poner fin a la disputa. Pronto llegaron los cuerpos de seguridad y las sacaron del metro para que éste pudiera proseguir con su itinerario. Ahí se quedó la cosa, con los trabajadores de seguridad intentando calmar a ambas partes y clarificar lo sucedido, y los demás siguiendo con nuestro viaje anonadados.
Cuál es mi sorpresa hoy cuando abro la web de El Periódico y veo el siguiente titular en la primera noticia: "Agresión racista en el metro de Barcelona", con una foto de la línea 3 del metro. No pude salir de mi asombro al leer la carta que una de las jóvenes agredidas había enviado al periódico, explicando que la agresora las había atacado por motivos racistas, con frases como "Fulanas, hijas de puta, volved a vuestro país".
Son demasiadas las veces que por desgracia nos encontramos en la prensa historias sobre ataques racistas. Historias a las que a la gran mayoría de lectores les hace hervir la sangre, y siempre suelen acabar teniendo un gran efecto mediático. Desde luego, hay que acabar con este tipo de comportamientos. No obstante, muchas veces no todo es lo que parece... y habiendo sido testigo de lo ocurrido, me siento obligado a aclarar que no fue para nada, un ataque racista.
La prensa es hoy en día fan de lo sensacionalista, lo ama, que decir que cuando una oportunidad como esta se presenta, no la deja pasar. Una simple versión de lo ocurrido les ha bastado para poner un titular tan directo como "Fulanas, hijas de puta, volved a vuestro país". Me gustaría saber si de verdad estaba eso escrito en la carta original enviada a la redacción de EL PERIÓDICO. He de pensar que sí, que este medio solo se ha dedicado a compartir lo escrito por la afectada, y si es así, niego rotundamente que dijera esas palabras, y ya no es el hecho de que lo dijera o no, si no, ¿cómo la iban a entender siendo árabes y ella rumana? Debieron ir a clases de rumano supongo, y por eso entendieron mucho más que yo siendo mi lengua materna.
¿Dónde quiero llegar? Estando el tema del terrorismo islámico tan candente en nuestra sociedad, y el odio creciente hacia esa religión en Europa, no es recomendable crear situaciones tan provocadoras como lo ha hecho este diario. Simplemente, han visto una oportunidad de primicia y se la han adjudicado.
Si tan racista era la mujer, ¿por qué no atacó al chico de raza negra que había al lado de ellas? ¿Qué sentido tiene que una rumana les diga a unas chicas que se vayan a su país siendo ella misma inmigrante? Por no mencionar que salvo por el pañuelo en la cabeza de una de ellas, no tenían aspecto de árabes. SENSACIONALISMO Y DEMAGOGIA.
Quiero dejar claro que las chicas han adaptado la historia de lo sucedido a su gusto, una pena que las cámaras de seguridad del vagón no registren también el sonido.