Cuando uno asume el papel y la responsabilidad de ser una guía para otros, hay una constante de crecimiento en consecuencia.
Como tú, miles de personas llegan a mi página web todos los días, y se paran a leer mis escritos sobre autoeducación, personalidad, relaciones y estilo de vida. Súmale a eso mis libros, un éxito modesto en mis videos de YouTube y los cursos y eventos que dirijo; además de mi vida en sí misma (si me conoces en persona, entenderás mejor esto último).
A mí no me interesa vender trucos, técnicas, métodos o estructuras. Me basta con compartirme a mí mismo. No puedo enseñarte nada que no conozca; y aunque las conozca, habrá cosas que no sepa enseñarte. Pero puedo acercarte a ellas compartiendo mis experiencias: esa es mi creencia y la verdad en la que me baso.
Recibo correos colmados de reproches y decepciones por parte de personas a las que básicamente han estafado a conciencia la mayor parte de las compañías famosas y consejeros económicamente boyantes. A todas horas. Lo que buscan, y lo que les motiva, es muy sencillo.
La última esperanza de recibir ayuda.
¿Por qué estás tú aquí, leyéndome? Es posible que también quieras ayuda.
¿Deseas estar a gusto en tu propia piel?
¿Deseas romper moldes, mitos y cadenas?
¿Deseas la felicidad, o confiar más en ti?
¿O más bien deseas encajar en el molde del éxito que te vende cualquier primo?
Creo sinceramente que ese es el mayor problema: lo que nuestra sociedad nos exige que seamos para encajar en el mundo. Nos hace sentir que vamos escasos o flojos en ciertas áreas, con las que terminamos obsesionados.
Es entonces cuando cometemos LA GRAN CAGADA…
Buscar alguien que nos salve. Buscar uno, dos, o mil Mesías…
…y en el proceso, no hacer nada por nosotros mismos.
Me gustaría dejar algo claro, en este mismo momento.
Nadie puede correr tan lejos ni tan deprisa como para escapar de sí mismo, ¿lo sabías?
Y yo no puedo salvarte de ti, ni de cómo te sientes.
La putada, querido lector o querida lectora, es que aunque pudiese NO QUERRÍA… Y que además me enorgullezco del hecho de que nadie me haya “salvado” a mí.
Bajo ninguna circunstancia desearía ofrecerte la fábula del zapatero (que se iba a dormir cada noche con el trabajo sin hacer, y por la mañana encontraba que unos duendes lo habían hecho por él)… Porque eso, sencillamente, es irreal.
No vas a ver amanecer el día que, sin haber puesto lo que tienes que poner de tu parte, tu vida cambie radicalmente; a no ser que hablemos de tu muerte o de una enfermedad severa (disculpa por el matiz tétrico, que no es por ser agorero sino porque no puedo enfatizar esto tanto como necesita).
Por otra parte, tomarte la píldora roja (la venta más frecuente dentro del mundo de la autoayuda y el life coaching), es como ir al McDonald’s del desarrollo personal.
Habrá talleres donde te hagan caminar sobre las brasas, otros donde te hagan acercarte a hablar con cien desconocidos en una noche y otros donde salgas riendo más que en años.
Pero, ¿qué te queda de ello?
La euforia, mezclada con adrenalina y acciones sin propósito más allá del entretenimiento.
El recuerdo de haberlo pasado bien, y el intento por repetirlo.
Y con mucha suerte, ocasiones esporádicas donde consigas algo parecido…
Resumiendo: el mismo bálsamo que has estado usando para tapar todo aquello que llevas dentro y que quieres evitar afrontar.
Siendo honestos, así es como esta gente consigue tantas ventas: promesas estrafalarias y poco realistas, con la capacidad de provocar tu euforia y engancharte.
Eso sí, la promesa incluye un apéndice que jura y perjura que, si te mantienes así el tiempo suficiente, vas a cambiar tu vida a mejor.
La hostia de profundo, ¿verdad?
No sólo es que se dediquen a echarte más adentro del pozo, sino que ni siquiera saben por qué has acabado ahí en primer lugar.
Cada vez que te arrugas al tratar con un desconocido, ya sea porque te notas poco ágil en habilidades sociales o porque la interacción remueve emociones que no has explorado ni afrontado personalmente; no es porque seas inútil con el sexo deseado ni con lo social.
Es porque estás a matar contigo mismo. Con tu propia persona.
Que te pases los fines de semana viendo series por internet y prefieras masturbarte o mostrarte por páginas web en vez de salir al mundo real, emana de ahí.
Eso que llamas ansiedad social no es la razón por la que arrastras una depresión.
Es la profunda desconexión de ti, de los tuyos y de tu propia vida.
Te has quedado parado en algún punto y las cosas no te han esperado. Es más, parte de la sociedad parece no querer que formes parte de ella, si no es bajo sus reglas… Y ahora, más que otra cosa, te sientes desorientado y fuera de lugar. Sabes que tienes potencial, recursos y habilidades; pero no sabes si son los que sirven para mejorar tu situación.
Y como a todo hijo de vecino, te entran dudas.
No todo lo que es oro reluce, decían en El Señor de los Anillos en referencia a Aragorn.
No es oro todo lo que reluce, dice el refranero español.
Así que te presento la alternativa:
Oro opaco, o pirita brillante. ¿Qué crees que eres? ¿Qué quieres ser?
A raíz de los párrafos anteriores, ya te habrás dado cuenta… Pero, por si no ha sido el caso, voy a jugar al Capitán Obvio y contarte la solución que utilizo tanto para mí como para quienes demandan mis servicios.
¿Cómo afronto estos casos cuando surgen?
Dado que me enfoco principalmente en eliminar la guerra de sexos y en mejorar las relaciones con uno mismo y con el sexo deseado… Hay mujeres (¡sorpresa!) y hombres que me escriben a diario, por si no lo recordabas, en busca del elemento que les falta o de retirar lo que les sobra para poder tener pareja, ¡o tan siquiera tener sexo!
No tengo ninguna queja al respecto. Es una de las necesidades que se entienden como básicas. Pero no resuelve nada.
No puedes imaginarte la cantidad de gente que ha terminado con una depresión el doble de profunda tras ver colmado el deseo inicial que les trajo a mí, o directamente, a mi nicho. Hombres y mujeres hechos y derechos llorando ya que (literalmente) se han llevado un golpe por sorpresa y no comprenden el motivo.
Sabiendo esto, comprenderás mi proceder actual.
Por lo normal mantenemos una charla abierta y constante por las redes sociales antes de nada. Me interesa conocer sus intereses y antecedentes. Dedico el tiempo a averiguar si son personas comprometidas consigo mismas y capaces de ponerse las pilas. Suponiendo que sea el caso, pasamos a hablar de mis ofertas de acompañamiento.
¡Acompañamiento! Ni entrenamiento, ni adiestramiento.
Yo estoy presente, pero es la otra persona la que sigue su camino.
Por mi parte la función es la de cuestionar, desafiar, contradecir y presentar opciones. Y sobre todo, animarte a buscar tu propia respuesta. No inquiriéndome a mí, sino creándola por tu parte. Tu punto de vista no debe depender de mis impresiones.
Además, para colmo, parte del trabajo no es nada grato.
¿A quién le gusta enfrentarse a sus miedos, a sus inseguridades y a todo lo que niega de sí mismo? Y peor todavía, ¿a quién no le jode tragar o lidiar con todas las personas que te critican por intentar ser feliz contigo mismo, en vez de intentando encajar a tu propia costa?
Por esto es por lo que vemos tan pocas realmente exitosas en el mundo.
Cualquier persona que esté viviendo bajo sus propias reglas y haya asumido enteramente la responsabilidad inherente a ello, ha pasado por esto ya. Y es jodidamente problemático. Es casi como tener la sensación de salir del vientre de tu madre mientras hay fuerzas empujando para mantenerte dentro.
Por esto manejo el concepto de Alquimia Interior…
Porque creo que tenemos que transformarnos utilizando lo que somos y lo que la vida nos da, además de aprender a combinarlo. Así, nuestra vida no parecerá mejor hasta que lo sea, sino que será cada vez mejor… En base a despertar como fuerzas vivas que somos.
Y a conocer algo latente en todos nosotros: nuestra verdadera fuerza.
¿Qué es la fuerza verdadera? Aquella que nace de los mayores y más complejos desafíos emocionales que afrontas en tu vida, donde debes tomar la decisión firme de honrarte y responsabilizarte… O esconderte, negarte y cerrarte a ocupar tu lugar en el mundo.
Jamás nacerá de la cantidad de personas que te entren o a las que entres cada vez que sales, del dinero que te salga por las orejas, ni de cualquier otra vanidad superficial.
Cualquier persona que se mueva bajo este interés (el de parecer atractivo, socialmente hábil o aceptado; hecho especialmente notorio en el parvulario de los vídeos de YouTube) lo lleva crudo y necesita madurar, ya que busca la validación por sistema; y encima, difunde un ideal tóxico.
Una persona que se arriesga a todo con tal de afirmar aquello en lo que cree, no siente la necesidad de demostrarle nada a nadie.
Como educador creo en el desarrollo personal y profesional.
Como librepensador creo en la responsabilidad frente a (y respecto de) uno mismo.
Como autor de contenidos creo en la transformación.
Y la transformación implica un toque de violencia, en el sentido de que habrá conflictos. Crearemos ideas y actitudes, destruiremos otras. Permaneceremos nosotros.
Lo que no vamos a crear es una legión de personas confusas e indecisas porque no se conocen y no son capaces de definir y decidir su rol en este mundo. Y menos todavía, sumar a su confusión una lista de técnicas y herramientas que supuestamente aportan felicidad…
En vez de atender a las razones reales de esa falta de felicidad.
¿De verdad necesitas esa validación?
Toma un tiempo para observar con seriedad y atención tu propia vida, en todas sus facetas. Es un reflejo directo de lo que sientes por y sobre ti… Y sobre lo que te das permiso para tener y ser. ¿Coincide con tus ideales, o es un derivado de lo que las circunstancias y las presiones externas obligan y exigen?
Hazte esa pregunta y responde con sinceridad, o por favor, vete a tomar por culo y no vuelvas a leerme nunca más. No quiero alimentar ni alentar a un público irresponsable. No me contento con las medias tintas nunca más. Si no estás dispuesta o dispuesto a sacar la basura y comprometerte por completo, no quiero saber nada de ti. Si lo estás, soy todo tuyo.
Si no te decides, mantente en el grupo de los que todavía no tienen la fuerza necesaria para dejar de entrar y salir de la vida (dejar de huir) para pasar a quedarse en ella.
Si te asusta, acéptalo y hazte cargo. No te desentiendas.
Afróntalo a pesar del miedo, equivócate. Después, corrige el rumbo basándote en tus errores; y después empieza a triunfar.
Si tienes que gritar o romper algo, hazlo. Si lo intentas con mi cara, no te prometo que no te lo devuelva. Un cojín no devuelve los golpes.
Tienes todo mi permiso y mi apoyo para sentirte como sea que te sientas. Yo también he estado en ese pozo, y si me apuras, en una de las capas más bajas.
Pero no es mi permiso el que necesitas, sino el tuyo.
Especialmente para no reprimir tus emociones. Debes aprender a sostenerte y apoyarte por tu propia mano. No vuelques tu inestabilidad emocional en los demás. Es tu responsabilidad lidiar con ello por tu cuenta, tanto como seas capaz. Esto no significa que no compartas tus problemas si es necesario, sino que no te conviertas en un parásito emocional.
Para crear inmensa fuerza y amor propio…
Aprende a estabilizarte por tu cuenta. Después, una vez que tú lo has afrontado puedes compartir tu experiencia con los demás desde una postura firme.
Es únicamente tuya la responsabilidad de afrontar tus emociones.
Hace muchos años que dejaste de ser un bebé, por mucho que todavía puedas beneficiarte del apoyo y del cariño de los demás. Pero eso no te purifica por completo.
Siente las emociones que portas, y déjalas aflorar. De ahí es de donde nace la extraordinaria combinación de vulnerabilidad y fortaleza.
No podría contar las veces que me he reconocido a mí mismo en una historia, en un momento dado… O me he mirado al espejo… O he pensado en mis actos… Y he terminado llorando. Algunas veces incluso con velones de mocos, hipidos y rojeces.
Pero fui capaz de permanecer en esos momentos y afrontarlos de la mano conmigo mismo. Y más importante, pude darme cuenta de que no me pasa nada malo. La frustración y la tristeza se acumulan si no las dejas que salgan… Dejas que escapen y encuentras alivio. Sin más. Te sientes brutal después de ello. Reconectado contigo mismo de una forma indescriptible.
Llorar es algo que se condena socialmente, especialmente si eres un hombre… Aunque no recomendaría desestimarlo, por su tremendo poder.
¿Qué otras cosas haces tú que te ayudan a sentir liberación?
Gritas hasta romperte, corres hasta caerte, ¿o qué?
Cuéntamelo más abajo, en los comentarios, cuando termines de leer.
Una vez rotas las cadenas…
Había un chiste sobre los psicólogos que dice que basta con uno para cambiar una bombilla, pero que la propia bombilla tiene que querer cambiar. Lo que yo ofrezco, funciona igual.
Cuando la persona está dispuesta a afrontar la experiencia (y a romper sus espejismos en el proceso), hablamos brevemente acerca de lo que le gustaría lograr y de su relación con su vida. Los problemas reales afloran bastante deprisa.
Su propia presencia, intereses y actitud se empeñan en demostrar aquello que falla.
Para mí, es esta la mejor de las cosas que consigo: crear un espacio donde ser uno mismo sea tan natural y tan aceptado que sería ridículo no serlo. Este primer paso permite avanzar a las zonas oscuras, descuidadas y con necesidad de atención urgente… Sin sentir ridículo, temor ni vergüenza por ser -a pesar de todo- seres humanos.
El resto del proceso va de sacar lo que llevamos dentro y de mejorar en lo posible.
Comienza observando atentamente y trabajando esos asuntos peliagudos. A partir de ahí, cuando la persona conoce por su propia mano aquello que le aqueja, nos vamos al aspecto de celebrar la belleza de la vida. Esta parte es la más intensa y la que fluye más fácilmente, ya que nace de nuestra apreciación natural por las cosas que vivimos y la gente con la que compartimos… Y no de la búsqueda de resultados concretos.
No es tu deber enamorarte de otra persona tal cual. Si no estás sintiendo un amor por los demás que existe de serie, te toca investigar por qué y limpiar el atasco.
Lo que sí debes hacer es enamorarte profundamente de tu propia persona. Tal y como lo hace una pareja tradicional, pero contigo mismo: aceptando los cambios y las diferencias, apoyándote en los momentos de fragilidad y flaqueza, formando vínculos de nutrición y respeto.
Y lo mismo se aplica sobre lo bien o lo mal que está tu vida. No tienes que demostrarle nada a nadie, porque todas las vidas son evidentes. Quien está realmente atento, ya sabe cómo te va sin que tú se lo digas… Y muchas veces, querrá saber más.
Si tú recompensas ese interés con confianza y sinceridad, ganarás mucho.
Sin embargo, si lo recompensas con apariencias y fachadas… Imagínate.
Perderás cualquier posible apoyo y te preguntarás qué salió mal…
Sin saber que eres tú el problema. La forma en la que te conduces.
Por eso, evita estos bancos de niebla que esconden tu propio ser, tu auténtico y más atractivo yo. Toma decisiones y emprende acciones con inteligencia y buen corazón.
Guíate armoniosamente a través de tu propia tormenta, y emergerás renacido y bautizado…
Como un ser humano que no necesita aprender a ligar o a manipular, porque está demasiado ocupado viviendo la vida y disfrutándola a su manera, lejos de dejarse absorber por la masa.
Deja lo demás para los inmaduros. Pronto se les termina el chollo.
PD: Hoy, como regalo excepcional, este vídeo. Tienes más éxito de lo que crees.
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Autor: Sergio Melich (Kheldar)
Pedagogo al 50% y subiendo, comunicador y mentor por vocación (y pronto, más). Autor de las webs La Vida es Fluir & Play it Sexy!, Aventurero y Heartist (persona comprometida a vivir, crear y obrar con cabeza, corazón y conciencia). Escribo sobre el Buen Vivir: autoaprendizaje, estilo de vida, habilidades sociales, relaciones y más.